"La Navidad cubana ya no tiene nada de religioso, la mayoría de la gente ni siquiera sabe por qué se celebra, es más una buena razón para fiestear y gozar como un acontecimiento cualquiera, con música escandalosa, comida, ron y cerveza", comentó Arminda Fernández, una anciana católica, consultada por Sputnik.
Para ese fin, se organizaba la cena en la noche del 24, conocida como Nochebuena, un momento que sirve para reunir a la familia alrededor de platos tradicionales, donde no podía faltar el arroz blanco, el potaje espeso de frijoles negros, la yuca hervida con mojo, los tostones de plátano verde y el insustituible cerdo asado.
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"Ya no es igual que antes —subrayó la anciana— antes se adornaba la ciudad, las tiendas, los establecimientos públicos, la gente ponía sus arbolitos navideños, las imágenes del nacimiento del niño Jesús (Jesucristo), en las bodegas se compraban uvas, manzanas, vinos, turrones, en fin, todo lo que se necesitaba para festejar la Navidad, pero ya nada de eso existe para la gente de a pie".
A pesar de que la zafra fue un fracaso y no se logró la meta propuesta, en lo adelante se esfumaron los adornos y los productos esenciales para la festividad, el espíritu popular se desvaneció y desapareció el día festivo, y aunque nunca existió una prohibición oficial, el pensamiento ateísta de algunos favoreció al olvido.
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Solo hasta 1997, 28 años después, a pocos meses de la histórica visita del Papa Juan Pablo II a Cuba —en enero de 1998— y a solicitud del Sumo Pontífice, se restableció la fecha del 25 de diciembre como día festivo en el calendario nacional de la isla.
De cualquier modo, en la noche del 24 de diciembre la gente se sigue reuniendo, abrazándose en familia y brindando esperanzados porque el 2019 sea un año con mayores opciones, la economía nacional termine de despuntar, bajen los precios de los productos esenciales y sobre todo, que la paz y la armonía reine entre todos los cubanos.