En una entrevista con Sputnik, Ivo Herzog, dijo que parte del fenómeno que está aupando al ultraderechista Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal) a la presidencia tiene que ver con el relato que el país ha construido sobre su pasado.
"La diferencia entre Brasil y otros países que vivieron regímenes totalitarios es que allí hubo políticas de memoria; la mayoría de la población conoce los desmanes del Holocausto, a pesar de que el 90% de alemanes no vivió el nazismo (…) Brasil, en cambio, hizo un trabajo muy serio de desmemoria", afirmó.
Entre muchos brasileños pervive la idea de que la dictadura militar fue una "dictablanda" en comparación con lo que ocurrió en Argentina, Chile o Uruguay.
Para Herzog, esa idea es muy peligrosa: "¿Matar a más de 400 personas no es grave sólo porque no matamos a 10.000? Tenemos esa percepción porque Brasil no hizo una ruptura con su pasado, derribamos la dictadura, pero no investigamos y colocamos en la cárcel a los responsables de las atrocidades cometidas".
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En 1979, el Gobierno de los militares promulgó la Ley de Amnistía, que impidió que ningún militar o agente del Estado fuera condenado por sus crímenes, por lo que desde entonces la impunidad ha sido la regla general.
Bolsonaro, en su papel de diputado, fue uno de los políticos que más se opuso a esa comisión y sobre los familiares que buscaban a sus parientes desaparecidos dijo que "quien busca huesos es el perro", además de boicotear las visitas de los supervivientes a los centros donde habían sido torturados presentándose por sorpresa para intentar desestabilizarles emocionalmente.
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El favorito en la carrera electoral también ha dicho que el error de la dictadura fue "torturar y no matar" y considera un héroe nacional al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, jefe del principal aparato de torturas, el "pavor" de Rousseff, según proclamó sonriendo en la votación que apartó a la expresidenta del poder.
A modo de ejemplo, cita la descomposición del Poder Judicial, que pasó a ejercer un papel de actor político, y alerta sobre unas recientes declaraciones del presidente del Tribunal Supremo Federal, Dias Toffoli, cuando dijo que en 1964 más que un golpe militar lo que hubo fue un "movimiento".
"Eso da miedo, me asusta más que una victoria de Bolsonaro, porque las instituciones del Estado se están corrompiendo dentro de su papel en el Estado de Derecho, vivimos en un Estado de excepción", asegura.
Al margen de la actualidad política de Brasil, Ivo Herzog y su familia siguen luchando por la memoria de su padre; en julio lograron uno de sus principales objetivos: la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al país por crímenes contra la Humanidad.
Cuando Vladimir Herzog, "Vlado", como era más conocido, fue asesinado, Ivo tenía 9 años: el periodista, que trabaja en la televisión Cultura, se presentó voluntariamente ante los militares en un cuartel para aclarar presuntas conexiones con "actividades delictivas" por su cercanía al ilegalizado Partido Comunista.
Durante el interrogatorio, Herzog fue torturado hasta la muerte, pero sus verdugos dijeron que se había suicidado, difundiendo una fotografía en la que se le veía ahorcado pero con los pies tocando el suelo.
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La muerte del periodista desencadenó fuertes protestas y fue uno de los gérmenes del movimiento popular que llevó a la restauración de la democracia.