"Aquí nos sentimos seguros y estamos bien, podemos salir durante el día a buscar trabajo", explicó a Sputnik el informático Luis Ángel Vega, quien vive junto a su esposa y sus tres hijos en el campo de refugiados Rondon I, en Boa Vista.
En Pacaraima solo hay un albergue y es para indígenas de la etnia warao; el resto de los venezolanos que llegan hasta esta ciudad y no tienen dinero para seguir avanzando duermen en iglesias, casas de vecinos o a la intemperie.
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El albergue más nuevo, donde vive Luis Ángel con su familia, fue inaugurado en Boa Vista a finales de julio y cuenta con unas modernas instalaciones construidas por los militares brasileños.
A pesar de que el Gobierno brasileño prefiere usar la nomenclatura "albergue" para definir estos espacios, la apariencia es la de un enorme campamento de refugiados, idea que queda reforzada con la presencia de diversas tiendas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
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Hay muchos niños, pero no hay zona de juegos y la única sombra disponible la proporcionan unas lonas sobre un suelo de gravilla; algunos extienden allí sus colchones para evitar el intenso calor de las casetas.
Ese es el caso del albergue Jardim Floresta, dedicado exclusivamente a familias con hijos y donde la situación es delicada, según comentó Julia Martín, que lleva aquí tres meses.
"Las tiendas están llenas de recién nacidos, las embarazadas pasan como máximo 72 horas en el hospital y luego las devuelven para acá; aquí lo que tenemos son colchonetas, así que los que se lo pueden permitir compran camas para las madres y los bebés", explicó a esta agencia.
"La situación es 20 veces mejor que en Venezuela, aquí te atienden, te dan tu medicamento (…) me han cuidado muy bien, pero tengo ganas de volverme a mi país", dijo Martín.
Cada inmigrante valora las cosas desde su experiencia personal; para su amiga Frangeli, que tiene un bebé de un año y poco, lo peor del albergue es que llevan cuatro meses comiendo lo mismo en almuerzo y cena: arroz con puré de patatas y salchicha.
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Frangeli asegura que su bebé se enfermó varias veces del estómago debido a la dieta.
"Lo más fresco que nos dan es la manzana, que es lo que le doy al niño", sostuvo la mujer, aunque remarcó que "no quiere" criticar a Brasil porque está muy agradecida por el trato recibido y por poder comer todos los días.
La teniente Ana Seabra, portavoz de la Operación Acogida, aseguró a Sputnik que los albergues de Boa Vista "están en su capacidad máxima, pero no por encima de lo que pueden soportar".
La oficial aseguró que hay muchos bebés porque constantemente llegan embarazadas, y precisó que la comida que reciben los venezolanos es la misma de la que se alimentan los militares destinados en la misión.
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Entre 2017 y lo que va de 2018 algo más de 127.000 venezolanos entraron a Brasil, pero casi 69.000 ya dejaron el país en busca de otros destinos, según cifras oficiales.