"Desgraciadamente en los últimos tiempos hemos visto una verdadera guerra; los helicópteros pasan sobrevolando el colegio, los tiros se escuchan muy cerca; cuando eso pasa el primer impulso de los niños es salir corriendo, pero los profesores tenemos que tener la sangre fría de cerrar las puertas y mantener a todos dentro de la escuela", explicaba la maestra del colegio Nação Mangueirense, Maria Estella de Olveira, en un debate en la Cámara Municipal de la ciudad la semana pasada.
La rutina de esta maestra y sus más de 1.100 alumnos pasa por salir de las aulas que dan a la calle y refugiarse en el pasillo, donde todos se acuestan en el suelo hasta que pasa el tiroteo.
Su escuela, situada a pocos metros del conocido estadio de Maracaná y junto a la favela de Mangueira, no es, de cualquier forma, la que está en la peor situación.
En el complejo de favelas de Maré, que estuvo ocupado por el Ejército en vísperas del Mundial de Fútbol de 2014, una operación de la Policía Militar obligó a cerrar 17 escuelas y más de 11.000 alumnos no fueron a clase el pasado lunes, algo que ocurre prácticamente cada semana.
Cada dos semanas un menor de edad en Río de Janeiro recibe el impacto de una bala perdida, según datos presentados por el concejal opositor en el ayuntamiento de Río, Leonel Brizola Neto (Partido Socialismo y Libertad).
La niña Maria Eduarda, de 13 años, murió el pasado mes de marzo en el patio de su escuela, mientras estaba en clase de educación física; tres balas le perforaron el cráneo y las primeras investigaciones apuntan que lo tiros partieron de unos policías que estaban realizando una operación en las inmediaciones; su muerte conmocionó a la ciudad.
"Mi hija estaba en el sitio adecuado en la hora adecuada, yo estaba trabajando cuando la policía mató al sol de mi hija (…) Era una niña llena de sueños, me decía: "Mamá, te voy a sacar de aquí", su sueño era jugar al baloncesto en Suiza", relató entre sollozos su madre, Rosylene Alves Ferreira, durante la audiencia pública en el ayuntamiento.
No era la primera vez que un menor fallecía en Río por una bala perdida, pero el hecho de que lo hiciera en un lugar tenido por seguro –la escuela– disparó todas las alarmas y las autoridades locales se vieron obligadas a responder.
El alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella (Partido Republicano Brasileño) prometió encargar una argamasa especial en Estados Unidos (EE.UU) para "blindar" las escuelas y que las paredes fueran a prueba de tiros, pero los especialistas criticaron duramente la idea, señalando que de esta forma los colegios pasarían a ser búnkeres, susceptibles de ser ocupados por la policía o incluso por los narcotraficantes en sus continuos enfrentamientos.
"¿Qué tipo de política de seguridad pública tenemos? ¿De qué sirve blindar una escuela si para llegar a ella tienes que cruzar una calle en la que está habiendo un tiroteo?", se preguntaba retóricamente el concejal Brizola, que lamenta la ausencia de políticas de prevención y la improvisación por parte del poder público.
Los vecinos de las favelas se quejan de que la Policía Militar realice sus operaciones antidroga a cualquier hora del día, sin tener en cuenta las horas en que los niños van y vuelven de la escuela, exponiéndolos a todo tipo de peligros.
"El 99% de gente que vive en una favela es gente de bien, que paga sus impuestos; la favela está organizada, es el Estado el que llega sin respeto y desbaratándolo todo", criticó el presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de las Favelas de Río, Rossinho de Castro, lamentando la violencia sistemática de la Policía Militar.
Y es que el impacto de los tiroteos en la comunidad escolar se enmarca en una creciente violencia en toda la ciudad, pero que afecta sobre todo a las favelas que en los últimos años recibieron Unidades de Policía Pacificadora, que en principio tenían como objetivo conseguir una paz duradera.
En estas favelas "pacificadas" se producen un promedio de 1,3 tiroteos diarios, según la aplicación de Amnistía Internacional "Fuego cruzado", que a través de la geolocalización del celular permite que los vecinos avisen del lugar exacto donde está habiendo tiros en cada momento.