Se trata de una peregrinación espontánea y muy poco conocida por el resto de los uruguayos que se realiza cada año desde 1920 el primer sábado después de carnaval y que "mantiene el espíritu original" de transgresión de esta fiesta, dijo a Sputnik el fotógrafo y coautor del libro "Fiestas del Uruguay", Federico Estol.
Los habitantes de la ciudad del departamento de Soriano se juntan en varios grupos y realizan cada uno un cortejo fúnebre con carros alegóricos, colocando a uno de sus integrantes en un ataúd que personifica a modo de parodia la muerte del carnaval.
"Es una fiesta extraña; se celebra la semana siguiente al carnaval y simboliza su entierro mediante carros alegóricos, es una fiesta pueblerina donde se produce un fenómeno rarísimo porque se juntan grupos que nada tienen que ver con murgas, ni con lubolos, ni nada con lo que nosotros estamos acostumbrados a ver en carnaval", contó a esta agencia el excoordinador de eventos de la Intendencia del departamento de Soriano, Alberto Ruiz.
Al final del desfile, un jurado determinará cuál fue el grupo que realizó la mejor parodia y este se hará acreedor de "20 litros de vino y un lechón", contó Ruiz.
Ese día, desde temprano la ciudad tiene un movimiento inusual, porque a diferencia de otras celebraciones de carnaval, que insumen meses de preparación, el entierro del carnaval de Cardona se improvisa en la misma jornada, con las cosas que se tienen a mano en el momento.
Los habitantes de la ciudad se acercan a talleres cercanos a colaborar para elaborar los carros alegóricos apenas horas antes de que comience el desfile.
Umbrales
La despedida del carnaval es un cortejo fúnebre que concluye con la quema de una figura, en general una sardina, y de allí su nombre.
Esta celebración fue inmortalizada en una obra de Francisco de Goya realizada entre 1812 y 1819.
Según la "Guía de fiestas de Uruguay", la tradición en este país comenzó en 1920 por influencia de los inmigrantes españoles.
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La manifestación adquirió formas diversas en diferentes sitios de la región, pero manteniendo la idea del funeral, como el entierro del Diablo en el norte argentino, la muerte y velorio de Joselito Carnaval en Barranquilla (Colombia) o el entierro de la sardina en Venezuela.
"Los inmigrantes vascos de Cardona y Florencio Sánchez (otro pueblo cercano) lo impusieron y lo empezaron a practicar", cuenta el fotógrafo Estol.
Volver al pasado
"En esta fiesta todo es distinto, muy casero, tiene el viejo estilo del carnaval, como era antes, con los mascaritos que ya están desapareciendo, que son gente que se pone un pasamontañas y hace travesuras por cada grupo, y cada uno tiene una carroza hecha con hojas de palmera, que la van empujando, y adentro va un ataúd con alguien", describió.
A Estol le tocó observar actuando de difunto al alcalde del pueblo, "que no va muerto, va como poseído, como vibrando", agregó.
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Pero lo curioso es que en Cardona participa más gente que en el desfile oficial del carnaval de Montevideo.
"La gente se suma a la calle, se disfraza; y es más participativo que el carnaval que tenemos en Montevideo; en Cardona salen los jóvenes disfrazados de mascaritos y hacen travesuras, al viejo estilo del carnaval que nivelaba las clases sociales, y además como no pueden ser reconocidos por la máscara esto también funciona como una válvula de escape social", explicó Estol.
Ruiz explica que "desde el anonimato se trasgrede, todos están enmascarados y el público juega a descubrir quién es quién".
Por otra parte, Estol subrayó que no es un concurso para obtener un premio en dinero.
"Lo que lo motiva es el hecho de salir disfrazados a aprovechar esos días en los que no hay ley, por así decirlo; es una válvula de escape, una liberación social", concluyó.