Oliveira cree que medidas como la anunciada por el ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, de enviar refuerzo de armas y redistribuir presos, ya no servirán de nada. "Si los presos quieren harán otra carnicería allí dentro, esa cárcel no asegura a nadie, no sirve", argumenta.
Además de no cumplir su función original la cárcel está pensada para recibir a 700 presos y alberga al doble, 1400, problema endémico de todo el sistema carcelario brasileño.
Las paredes de la cárcel son de simple ladrillo, lo que propició que presos ligados a la facción del narcotráfico Primeiro Comando da Capital (PCC) realizaran agujeros en las paredes y llegaran hasta el ala donde estaban sus rivales, los presos de la facción Comando Vemelho (CV).
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Oliveira lamenta que el edificio está mal diseñado y que los funcionarios de la prisión no pueden ni siquiera ver fácilmente las puertas de las celdas, con lo que las fugas también son frecuentes; el pasado mes de mayo escaparon 49 presos, según relata a la Agencia Brasil.
"Estoy en esto hace casi diez años y no es la primera vez que muere gente. Esta vez calaron fuego, cortaron no sé cuántas cabezas… la cosa está así", se lamenta Oliveira, que pide una ayuda efectiva del Gobierno federal.