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Uruguay y liberado de Guantánamo en una carrera contra el tiempo

© REUTERS / Enrique MarcarianJihad Ahmad Deyab
Jihad Ahmad Deyab - Sputnik Mundo
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MONTEVIDEO (Sputnik) — El sirio Jihad Ahmad Deyab, embarcado en una huelga de hambre para que Uruguay le consiga un tercer país donde reunirse con su familia, fue hospitalizado, mientras el pulso que mantiene con el Gobierno uruguayo entra en fase crítica.

Deyab, quien pasó más de 12 años en la prisión militar estadounidense de Guantánamo sin cargos y sin juicio, fue ingresado a mediodía de este sábado en el Hospital de Clínicas de Montevideo, confirmó a Sputnik Nóvosti el activista Andrés Thomas Conteris, del grupo humanitario Witness Against Torture (Testigos contra la Tortura).

El sirio de 45 años accedió a la internación en un cuadro de salud que él mismo describió como "muy precario" en una declaración entregada a periodistas en su casa el viernes.

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La semana anterior había dicho a esta agencia a través de un amigo que seguía su huelga de hambre, iniciada el 17 de agosto cuando estaba detenido en Venezuela y supo que ese país lo enviaría de regreso a Uruguay.

El ayuno, con o sin líquidos, pasa factura a esta altura, como pudieron comprobar los reporteros que lo visitaron el viernes en su casa.

Pero mientras las energías de Deyab se debilitan, lo que parece inquebrantable es su voluntad de obtener lo que quiere: salir de Uruguay y volver a ver a su esposa y sus tres hijos, con los que no se ha reunido en 14 años, de preferencia en un país árabe.

El Gobierno uruguayo parece haber tomado nota que el tiempo se acaba para las dos partes, pues sería catastrófico para la imagen del país que uno de los seis liberados de Guantánamo, que fueron acogidos de manera humanitaria en diciembre de 2014, falleciera ayunando por algo que Montevideo le prometió desde el principio.

En efecto, testimonios de Deyab y de los demás liberados indican que cuando funcionarios uruguayos los visitaron en 2014 en la prisión en territorio cubano les prometieron que sus familias los estarían esperando.

Cuando llegaron a Montevideo, las familias no estaban, pero sí el compromiso de que pronto se reunirían con ellos.

De uno u otro modo, los otros cinco, todos solteros, pudieron ser visitados por madres, padres o hermanos.

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Pero solo Deyab era casado y con hijos y solo él no pudo reunirse con ningún pariente en uno año y nueve meses de estancia en este país.

Esta reportera puede atestiguar que entre las causas de ese fracaso se cuentan el exceso de burocracia, la indiferencia de algunos funcionarios, la inflexibilidad de un programa de refugio que no se adapta a los problemas de los liberados de Guantánamo y una dificultad estructural de las autoridades para establecer una verdadera y fluida comunicación con Deyab.

A mediados de 2015, cuando cuatro de los hombres pusieron un campamento de protesta frente a la embajada de EEUU reclamando más ayuda para establecerse en este país, el Gobierno decidió nombrar a un profesor universitario que no habla árabe ni inglés, Christian Mirza, para que actuara de enlace con ellos y lo hiciera de manera honoraria.

Aunque el sirio y Mirza no mantenían diálogo desde el año pasado, ahora, cuando la situación de Deyab se agrava, Mirza es la única persona que se presenta ante él en nombre de un Gobierno del que tampoco forma parte.

Y mientras el pulso entre Uruguay y Deyab entra en instancias críticas se hace más evidente que una salida satisfactoria requiere del acuerdo de un tercer actor, Estados Unidos.

Cuando Deyab se fue de Uruguay en junio e ingresó a Brasil, distintas autoridades estadounidenses se refirieron al asunto con diferentes grados de preocupación, y el incidente sirvió para una ofensiva republicana en el Congreso contra el plan del presidente Barack Obama de cerrar Guantánamo.

Sin embargo, a partir del momento en que Deyab apareció en Caracas el 26 de julio y pasó un mes largo detenido en Venezuela sin explicaciones, Washington ha guardado silencio.

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El viernes el hombre responsabilizó a EEUU de su deportación y sostuvo que ese país presionó a Uruguay para que exigiera su regreso desde Venezuela.

No existen pruebas de ese hecho y es muy poco lo que se conoce del episodio del viaje de Deyab hasta Venezuela y de su estancia bajo custodia en ese país.

Pero parece evidente que Estados Unidos sigue de cerca el paradero y las actividades de cada uno de los hombres que estuvieron en Guantánamo.

"Lo que Deyab debe hacer para reunirse con su esposa y sus tres hijos es encontrar la manera de que Estados Unidos no interfiera para que se encuentre un país donde él pueda quedarse", dijo Conteris el viernes a la prensa.

Esta semana, tras conocerse que varios países de Medio Oriente habían rechazado acoger a Deyab, se supo que Uruguay iba a despachar dos cartas, una al Gobierno de Estados Unidos y otra al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

El viernes, Conteris se refirió a "cosas concretas que hizo Uruguay de las que entregó pruebas a Jihad mismo", pero se excusó de dar más detalles alegando que eran confidenciales.

Las pruebas concretas fueron exigidas por Deyab; con ellas en la mano, quizás flexibilice su huelga de hambre y prolongue un poco más el tiempo para encontrar una salida.

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