De esta manera, cuando el gigante hotelero estadounidense Starwood anunció que se haría cargo del Hotel Quinta Avenida, el periodista de AP, Michael Weissenstein, se quedó intrigado. Así, decidió examinar si el nuevo hospedaje junto al mar Caribe sería capaz de modernizar y actualizar las instalaciones para alcanzar el primer nivel mundial bajo la administración norteamericana.
El proceso de 'check-in' resultó fácil. Los recepcionistas hablaban un buen inglés y se mostraron bastante cercanos y laboriosos. Sin embargo, cuando el periodista y su novia entraron en su habitación, se toparon con dos camas separadas, sin almohadas adicionales, mapa ni agua. No obstante, en recepción no tardaron en trasladarlos a la habitación reservada.
"El resto de nuestra estancia fue poco agradable", recuerda el periodista, añadiendo que "el colchón era blando, con una colcha decorativa manchada y un tapete de plástico parecido al que se usa con los niños que se orinan en la cama por la noche".
Además, a la lámpara de noche le faltaba la bombilla, las paredes estaban desgastadas y sucias, las mesas parecían rayadas, la puerta del minibar estaba muy floja y las bebidas de dentro flotaban como en un charco de agua a temperatura ambiente.
Weissenstein y su novia también se quejaron de que internet costaba cinco dólares por hora, la piscina se cerraba a las 6:30 de la tarde y las bebidas alcohólicas servidas en los bares del recinto no contenían los ingredientes necesarios.
El desayuno a la mañana siguiente fue el colofón a la escalofriante estancia.
"En el bufet libre no había nada comestible. Consistía en unas cazuelas de huevos revueltos de dos tonalidades, salchichas grasientas y 'hot dogs' hinchados flotando en agua tibia", destaca el periodista, recordando que tuvo que escupir la salchicha al probarla y que el café "dejaba en la boca un sabor a químico".
Las cadenas estadounidenses pretenden resolver todos los problemas rápidamente. Sin embargo, por ahora, argumenta Weissenstein, aquellos que deseen disfrutar de estándares de calidad internacionales en el primer hotel administrado por Estados Unidos en Cuba en más de 50 años, podrían volver decepcionados a casa.