Coronel, quien presidió el panel de negociaciones del Gobierno de Filipinas para mantener conversaciones de paz con el MILF, el cual terminó con la firma del Acuerdo General sobre Bangsamoro en marzo de 2014 (una región autónoma propuesta para los musulmanes del sur de Filipinas), señaló la importancia de que el Gobierno colombiano adelante reformas legales para la inclusión de los excombatientes a la vida civil.
"Lo importante es que se hagan reformas o diseñen directrices legales que permitan el diálogo y la inclusión de sectores con grandes diferencias. La negociación es entre dos partes, pero como tal los diálogos implican a diferentes actores que deben ser escuchados", señaló Coronel a esta agencia.
El problema de los grupos disidentes
"Por supuesto que sería ideal que todos los grupos armados y todos sus integrantes pudieran estar reunidos en las negociaciones de paz y sentarse a la mesa con el Gobierno, pero esa situación ideal es poco probable que suceda. Así que lo que hay tratar de lograr es que los grupos estén en voluntad de las mesas de diálogo y que estas estén abiertas a recibirlos cuando quieran dialogar", consideró.
"La situación de disidencia en algunos frentes en Colombia es muy similar a la que estamos viviendo también con el MILF", explicó, "hubo iniciativas en las cuales el MILF habló con las comunidades para sensibilizarlas sobre la importancia de seguir con las conversaciones, al tiempo que las autoridades locales hicieron el mismo ejercicio con las comunidades y crearon el ambiente para que los ciudadanos pudieran apoyar los diálogos", ilustró.
Paralelos entre Colombia y Filipinas
"No creo que sea más fácil o menos fácil ninguno de los dos procesos. Al final el aspecto más difícil que enfrentan ambos es que su ciudadanía los respalde y pueda acompañar todo el esfuerzo que se hace en la búsqueda de la paz. Tanto en Colombia como en Filipinas ha habido mucho dolor, mucho daño a las comunidades, y esas heridas dificultan un poco los procesos, pero aun así deben seguir", concluyó.
El conflicto armado colombiano, que ha enfrentado a guerrillas, paramilitares, agentes del Estado y grupos narcotraficantes, es el más antiguo del continente y ha dejado unos 300.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,8 millones de desplazados, según reportes oficiales.