Juliana es jugadora del equipo Las Divas del Fútbol, de la ciudad de Medellín. Su novio, Juan Esteban Marín, de 25 años, fue detenido dos días después de ella.
Según la familia de Juliana, ella es inocente, porque la computadora que apareció en su equipaje no sería suya. Sin embargo, las autoridades chinas creen que Juliana puede haber sido una de las “mulas” que nutren los mercados asiáticos de cocaína. Una de estas bandas opera en Medellín, con el clan Úsuga, que recluta parejas jóvenes para llevar la droga en su equipaje a cambio de diez a quince mil dólares por viaje.La mayoría de las veces, no saben ni siquiera a dónde van.
Juan Esteban y Juliana se conocieron en la Liga de Fútbol de la Universidad San Buenaventura, donde estudiaban. El joven había estado en China el año pasado, y había dicho que viajaba a China para traer mercancías baratas y vender en Medellín. Pero por su último tuit, antes de ser detenido, Juan Esteban parece haber previsto lo que iba a pasar: “Si esa es tu voluntad Señor, aunque duela, es lo que tienes para mí. Dame fuerzas para afrontar esta situación. Cuídame angelito”.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores, 138 colombianos están presos en China, la mayoría acusados por narcotráfico. 11 fueron condenados a cadena perpetua y 12 a pena de muerte, pero a nueve se la suspendieron.
El gobierno de Colombia intenta negociar un acuerdo con China que impida que los colombianos sean condenados con penas que no existen en el país, o que permita repatriarlos, porque la mayoria no tiene recursos para defenderse o para que sus familias viajen hasta China.
El de Juliana no es el primer caso de una modelo colombiana detenida por traficar cocaína o droga. En 2011, Angie Sanclemente Valencia, ex Reina Nacional del Café, fue condenada en Argentina a seis años y ocho meses de prisión, acusada de organizar una red de “mulas” que viajaban a México desde el aeropuerto internacional de Ezeiza llevando cocaína.
Otro caso reciente fue el del brasileño Rodrigo Gularte, ejecutado en abril en Indonesia, condenado por tráfico de drogas.
La revista Semana publicó cartas de los prisioneros colombianos en China
“Cada día que pasa me arrepiento de haber hecho esto. (…) Estos h.p. son el demonio, no tienen corazón, no se imagina la tortura, nos tratan peor que a basura, peor que a animales, estoy igual que un secuestrado”, escribe Luis Eduardo Ramírez, que viajó hace cinco años a China con droga en su cuerpo y está sentenciado a pena de muerte.
“Manito, por favor, no le diga nada a mi mamá, me dieron pena de muerte, con anticipación a dos años. No se asuste que esa pena es solo nombre, a los dos años me cambian a cadena perpetua o a 15 años, a los dos años cambia de nuevo a menos años, por ahí 7 u 8 con buen comportamiento y trabajo, creo que con fe en Dios, que si se da todo como yo espero, nos estaremos viendo en poco tiempo”, dice.
“Las comidas de aquí casi todas contienen picante, no contienen vitaminas ni proteínas, solo como arroz casi a diario con lo que medio le pueda revolver. Los vegetales que nos dan aquí no son de muy buena calidad, tienen olores horrendos, algunas veces nos han salido bichos –cucarachas, moscas, caracoles y hasta piedras-”, escribe Carlos Lenin Fajardo, condenado a pena de muerte por narcotráfico.
“En el pasado la cadena perpetua era conmutada automáticamente a los 24 meses a 18 años. Pero desde el año 2012 esto cambió y ahora no solo fue aumentado el término de pena a 21 años, sino que también para lograrlo se debe hacer un aporte económico estipulado por la dirección y dejando constancia en un documento redactado en chino de que fue totalmente voluntario. A riesgo de que al no hacerlo la dependencia encargada de enviar la documentación necesaria a la Corte para el cambio de condena la retenga por tiempo indefinido. Esto nos ha afectado enormemente como en el caso del compañero Francisco Javier Rondón, quien a pesar de haber pagado una modesta suma de acuerdo a sus posibilidades, el cambio de condena a 21 años tardó 32 meses, mientras que para los nacionales chinos este proceso tarda solamente 2”, escribe otro preso.
