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Hitler escapó y se dedicó a buscar tesoro jesuita en Brasil, dice investigadora

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Hace ahora un año, la investigadora brasileña, Simoni Renee Guerreiro Días, sorprendía al mundo con la publicación del primer fragmento de su libro "Hitler en Brasil - Su vida y su muerte", un trabajo para su maestría en periodismo que acabó causando gran impacto al afirmar que el dictador habría fallecido en Brasil a los 95 años de edad.

Como base de su argumento, Simoni se basó en teorías como la del exagente ruso del KGB (Comité soviético para la Seguridad del Estado), Dimitri Boryslev, quien afirmó que Hitler habría escapado de Berlín junto con varios altos oficiales del régimen nazi a bordo de un submarino recalando en puntos de Argentina, Paraguay o Brasil, una versión que ha sido respaldada recientemente con la divulgación de informes desclasificados del FBI y la Operación Odessa.

"No es ningún disparate, ya vimos el ejemplo de Josef Mengele que vivió plácidamente en Brasil hasta su muerte ahogado en una playa de São Paulo", explicó Simoni a Sputnik Nóvosti desde su residencia en la localidad de Nossa Senhora do Livramento, a 42 km de Cuiabá en el estado de Mato Grosso do Sul.

Es aquí donde la investigadora, de 57 años y ascendencia judeoalemana, escuchó los relatos del "Alemán viejo", un anciano vecino identificado como "Adolfo Leipzig" proveniente del estado de Rio Grande do Sul, región fronteriza con Paraguay y Argentina y principal colonia alemana en Brasil, que vivió en la localidad hasta su muerte en 1984 a los 95 años de edad.

Una de las principales y más conocidas pruebas que Simoni muestra en su libro, es la supuesta fotografía de 1982 del señor Leipzig, por entonces con 93 años de edad, con su joven mujer, Ana Luisa Campos "Cutinga", una mujer de raza negra y que, según Simoni, fue "la tapadera perfecta" para el misterioso anciano desde su llegada al pequeño pueblo.

"Un día el señor Leipzig se fracturó el fémur trabajando con el tractor y acudió a la Santa Casa de la ciudad, fue allí donde una monja polaca lo identificó como Adolf Hitler, sin embargo, el párroco lo protegió desde el principio", explicó la investigadora quien cree que el expárroco de la localidad, Fritz Friger, habría recibido instrucciones del mismísimo Vaticano para encubrir al supuesto Hitler.

© Foto : Archivo personal, Simoni Renée Guerreiro DiasAdolfo Leipzig, de 93 años, junto a su esposa Ana Luis Campos en 1982
Adolfo Leipzig, de 93 años, junto a su esposa Ana Luis Campos en 1982 - Sputnik Mundo
Adolfo Leipzig, de 93 años, junto a su esposa Ana Luis Campos en 1982

"El señor Leipzig se dedicó a buscar un antiguo tesoro jesuita escondido en las grutas de la localidad de Nobres, ese sería el motivo de que llegase a un lugar tan aislado como este. Friger le encubrió a cambio de parte del tesoro, es la única explicación que encuentro", sugirió Simoni respecto a la "fortuna" que el expárroco habría juntado construyendo una de las mayores casas de la localidad.

"No puedo probarlo todavía, pero conocí a Otair Neves el hombre que llevó a Adolfo Leipzig a las grutas de Nobres", relató la investigadora quien añadió un curioso detalle: "este señor me dijo que Adolfo siempre llevaba una misteriosa bolsa colgando, incluso cuando iba al baño. Según él tenía un mapa y una pistola. ¿Para qué iba a querer un anciano una pistola?".

Con la determinación de saber si Adolfo Leipzig era en verdad Adolf Hitler o un anciano fascinado con historias de tesoros, Simoni llegó a hacerse pasar por una familiar del difunto logrando que el cadáver de Leipzig fuese desenterrado con el objetivo de obtener restos que pudiesen ser analizadas en busca de ADN en un instituto israelí y posteriormente comparadas con las de algún pariente del dictador.

"Por desgracia solo conseguimos restos demasiado fragmentados de hueso de los que no fue posible extraer el ADN", lamentó la investigadora señalando nuevamente al expárroco Friger quien, según ella, "se adelantó eliminando los restos del cadáver" dejando únicamente las ropas para evitar que "pudiésemos obtener pruebas".

Criticada por la historiografía oficial de Brasil a la que la autora acusó de "defender únicamente la versión oficial sin cuestionarse otras opciones", e ignorada por las autoridades brasileñas, Simoni señaló a Estados Unidos "como principales responsables de la huida de cientos de nazis", a través de la operación Paperclip, y del propio Adolf Hitler.

Desanimada ante las dificultades de su investigación, la cual se encuentra en punto muerto desde que resultó imposible obtener muestras de ADN, Simoni no pierde la esperanza de que en algún momento el expárroco Friger, quien era visto a menudo junto al señor Leipzig hablando únicamente en alemán y niega cualquier acusación, se decida a contar la verdadera versión de los hechos.

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