Ese tipo de campañas negativas que incluso utiliza lenguaje soez, "banaliza el mensaje, denigra la política y la disputa democrática por el poder", y ha sido más utilizada en las campañas por los nueve gobiernos estatales y casi mil alcaldías municipales; "sin embargo habrá que investigar si tuvo algún efecto en los electores", afirma el autor de libros sobre la sociedad civil y asesor de movimientos ciudadanos.
Buena parte de una ola de mensajes de radio y televisión se ha centrado en un duelo para demostrar cuál de los partidos es el más corrupto: "es curioso que ninguno de los candidatos se proyecta como honrado, de esta manera se da por hecho que todos son corruptos", comenta Aguilar, autor del libro "La sociedad civil en México".
El estilo de la descalificación es una tendencia dominante en las campañas en América y Europa, impulsado por los despachos de consultores norteamericanos y españoles, comenta el académico, quien también es consultor político.
Pero el ánimo de desencanto entre el electorado implica una menor participación en esta elección, que puede caer hasta seis puntos debajo de este tipo de comicios de medio mandato presidencial de Enrique Peña (2012-2018), a un 40 por ciento de participación y 60 por ciento de abstención, estima el experto.
"En México la sociedad civil aún no logra transformar esa decepción democrática de rechazo a los partidos en una propuesta alternativa potente, como ha ocurrido en otras sociedades occidentales con problemas similares, como Grecia o España", lamenta el analista político y columnista del diario El Economista.
Una novedad política de esta campaña son las candidaturas independientes que por primera vez emergen, de manera sistemática, y hasta cinco plazas de ciudades importantes podrían ganar. Por ejemplo en el industrial estado de Nuevo León, donde Jaime Rodríguez, El Bronco, que monta a caballo, habla y viste como la gente de la calle ha cautivado a un electorado decepcionado de los viejos partidos.
Si ocurre el triunfo de un candidato independiente "implicaría un cambio muy importante en la política en México, donde los partidocracia ha sido una constante, abriría las puertas a nuevos actores", apunta el autor.
En cuanto a la violencia en las campañas, se ha presentado a nivel local y se ha ocurrido en otros procesos anteriores, marcada por vendettas entre grupos políticos locales y conflictos focalizados, "pero no ha sido la tónica de las campañas en todo el país y es inadmisible", reclama Aguilar.
Lo nuevo es el nivel de capacidad de perturbar la vida pública que ha mostrado la disidencia magisterial en las calles, que se ha propuesto sabotear el proceso, destruir material electoral e impedir instalar las casillas de votación, y a tres días de la elección no hay certeza si se podrán realizar.
"El boicot electoral es una novedad, pero está focalizado en Oaxaca –donde los maestros rebeldes son casi el 90 por ciento del magisterio- y la zona de la montaña de Guerrero impactada por la masacre de los estudiantes de magisterio rural de Ayotzinapa, con implicaciones del narcotráfico, lo cual impone un límite para el Estado mexicano", señala el analista.
El gobierno del presidente Peña "se muestra rebasado por un chantaje político de una acción de protesta con violencia callejera, marcada por resabios de la tradición guerrillera que se remonta a los años 70, parando actividades económicas e incluso un aeropuerto".
En cuanto a los resultados, desde 1997, ningún partido obtiene mayoría en el Congreso mexicano –pronostica el experto-: el partido del gobierno tendrá que hacer alianzas para poder impulsar nuevas iniciativas de ley, y el resultado podría entenderse como refrendo o castigo para el Presidente, si queda abajo o arriba del 30 por ciento del total con el cual el PRI recuperó la Presidencia en 2012.