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Un puesto en la gran mesa: el sueño de Brasil de entrar en el Consejo de Seguridad de la ONU

© AFP 2023Lula Da Silva durante la 62ª sesión de la Asamblea General de la ONU, Nueva York, 2007
Lula Da Silva durante la 62ª sesión de la Asamblea General de la
ONU, Nueva York, 2007 - Sputnik Mundo, 1920, 11.07.2023
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Cuando asistió a la reunión del G7, celebrada en Japón en mayo, el presidente brasileño Lula da Silva volvió a defender la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad de la ONU. Brasil, junto con otros grandes países, lleva mucho tiempo presionando para obtener la condición de miembro permanente del órgano más importante de Naciones Unidas.
De hecho, la búsqueda de reconocimiento en la escena mundial no forma parte de la estrategia de política exterior de Brasil desde hace tiempo. A principios del siglo XX, durante el Gobierno de Artur Bernardes (1922-1926), el gigante sudamericano había presentado su candidatura a miembro permanente del entonces Consejo de la Sociedad de Naciones, con el objetivo de elevar el estatus internacional del país hasta igualarlo al de las grandes potencias europeas.
En aquella época, el Consejo de la Sociedad estaba compuesto por cuatro miembros permanentes: Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, cuya tarea también incluía resolver disputas internacionales entre ellos, de forma muy parecida al actual Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Brasil, en particular, figuró entre los cuatro primeros miembros no permanentes del Consejo de la Sociedad de Naciones, junto a Bélgica, Grecia y España, una posición considerada "secundaria" por el Gobierno brasileño de la época.
En los últimos tiempos, para presionar por reformas en el Consejo de Seguridad, Brasil, Japón, Alemania y la India crearon en 2011 una asociación política conocida como el G4. Era la época de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil y el país seguía buscando un estatus más alto en las relaciones internacionales.
Desde entonces, una de las características más visibles de la política exterior brasileña fue su concertación política con diferentes potencias regionales importantes, consolidando ambiciosas iniciativas diplomáticas y políticas para defender sus intereses.

No por casualidad, en la primera reunión ministerial del G4, al margen de la Asamblea General de la ONU de 2011, Brasilia, Tokio, Berlín y Nueva Delhi afirmaron su voluntad de asumir mayores responsabilidades en los asuntos mundiales, postulando su inclusión como miembros permanentes de un Consejo de Seguridad ampliado.

La idea era hacer que la plataforma de la ONU —cuyos miembros permanentes son Estados Unidos, Francia, Rusia, China y el Reino Unido— reflejara las realidades geopolíticas del momento, aumentando así su representatividad y legitimidad internacional. Desde su creación, los representantes del G4 se han reunido periódicamente al margen de las asambleas de la ONU, no solo a nivel ministerial, sino también como agenda de sus jefes de Estado.
En 2015, por ejemplo, el grupo declaró que un mayor número de Estados "tienen la capacidad y la voluntad de asumir responsabilidades importantes con respecto al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales", una tarea que no debe dejarse únicamente en manos de los cinco miembros permanentes originales.
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Exministros de Relaciones Exteriores brasileños, como José Serra, que ocupó el cargo entre 2016 y 2017, y Aloysio Nunes, que lo ocupó después y hasta 2019, también señalaron que los cambios ocurridos en el sistema internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial exigían que el Consejo de Seguridad tuviera una composición adaptada a las nuevas realidades.
Para la diplomacia brasileña, el Consejo de Seguridad sigue teniendo un núcleo de miembros permanentes que refleja el mundo de 1945, año en que concluyó la Segunda Guerra Mundial, lo que dificulta la resolución de muchos de los problemas y crisis que se siguen padeciendo hoy en día.
De hecho, los actuales miembros permanentes del Consejo no comparten necesariamente la misma prisa por reformarlo. En cualquier caso, Rusia, por ejemplo, reconoce la importancia de que el Consejo de Seguridad sea más representativo, al tiempo que respalda la inclusión de nuevos miembros permanentes en su composición.
Además, dentro de los BRICS —alianza comercial integrada por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica—, tanto Rusia como China expresan su apoyo a Brasil y la India como firmes candidatos a miembros permanentes de un Consejo de Seguridad reformado.
Moscú, sin embargo, solo exige que cualquier decisión de ampliar el Consejo de Seguridad se base en el acuerdo más amplio posible entre todos los Estados miembros de la ONU, y que tal ajuste a su estructura mantenga intacto el estatus de los actuales miembros permanentes y su inmutable derecho de veto.
En este contexto, Moscú y Pekín entienden que la implementación de dicha reforma, así como de todos los cambios estructurales y de procedimiento necesarios, debe hacerse de forma gradual y cautelosa.
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Aun así, para el Ministerio de Asuntos Exteriores brasileño, el cambio en el Consejo de Seguridad debe producirse lo antes posible, ya que bloques regionales enteros, como Sudamérica (con 430 millones de habitantes) y África (con 1.240 millones de habitantes) se ven actualmente impedidos de desempeñar un papel más relevante en el proceso de toma de decisiones global.
En este sentido, en un comunicado conjunto elaborado por el grupo IBSA (compuesto por la India, Brasil y Sudáfrica) en 2018, los tres países del Sur Global — y también miembros de BRICS —volvieron a afirmar la necesidad de ampliar la representatividad del Consejo para dotarlo de mayor legitimidad.
Además, estos tres países expresaron su apoyo recíproco a sus candidaturas como miembros permanentes de un futuro Consejo de Seguridad reformado y ampliado.
De hecho, es una característica histórica de la política exterior brasileña abogar por la participación de un mayor número de países en los procesos de toma de decisiones globales, lo que naturalmente incluye el más importante de los órganos políticos de la ONU, el Consejo de Seguridad. Como podemos ver, al menos desde principios del siglo XX uno de los principales objetivos de Brasil ha sido obtener un asiento en la gran mesa.
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Al fin y al cabo, Brasil, por su relevancia territorial, poblacional y económica, es uno de los países mejor cualificados para participar en las decisiones que definirán el curso de las relaciones internacionales en el siglo XXI. Pero para que eso ocurra es necesario comenzar precisamente por la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, por complicada que parezca en este momento de crisis que atraviesa el mundo.
Las opiniones expresadas en este artículo pueden no coincidir con las de la redacción.
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