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Fiebre por lo 'retro' en España: ¿Se pueden llegar a pagar 50.000 euros por una cinta VHS de Disney?

© Foto : Facebook/DisneySnowWhiteEl beso de 'Blancanieves'
El beso de 'Blancanieves' - Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2022
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En algunas plataformas de compra/venta se ven productos antiguos por precios desorbitados. Hay quien lo achaca a la moda por lo analógico o a una burbuja sin fundamento.
No hay límite para la esperanza. Cualquiera, en un mundo plagado de estímulos para el consumo, puede soñar con cantidades inmensas de dinero por sus productos. Las plataformas digitales han aumentado esta sensación: todo trasto es carne de venta, hasta lo que a priori parece inútil. Siempre habrá quien considere una reliquia o un objeto de deseo lo más inesperado.
La fiebre de lo retro ha añadido otra variable: aparatos analógicos como las fotos de carrete, las casetes de música, los videojuegos, los vinilos o las cintas VHS se han convertido en una golosina para coleccionistas. El anhelo de lo antiguo, por motivos nostálgicos o quizás fetichistas, ha llegado a un mercado en apariencia inservible. En los últimos días han salido a la luz en varios medios los anuncios de ediciones noventeras de películas como El rey león o Blancanieves por sumas que alcanzan los 60.000 euros.
Unas cantidades desorbitadas que se han puesto en entredicho. ¿Valen tanto estos clásicos de Disney? ¿Se tratan verdaderamente de un tesoro o es otra arista más en la que se ha colado la especulación? Las respuestas no dan una clave concreta, pero sí desmienten lo que mucha gente puede haber pensado: no, no te vas a forrar gracias al contenido del baúl sepultado en el trastero.
Para afinar la historia, hay que aclarar que las cintas VHS dejaron de fabricarse hace 16 años. Y los aparatos donde se introducían han dejado de tener espacio en la estantería del salón. Así como los vinilos o los videojuegos arcade viven un renacimiento dorado, con fanáticos que magnifican su calidad, en este caso apenas hay defensores: es mero coleccionismo. Morriña de esas secuencias dobladas rebobinadas mil veces.
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Y eso lleva a que una búsqueda por portales de compra/venta como Wallapop, Mil Anuncios o eBay haga frotarse los ojos de asombro: 65, 100, 1.200, 15.000 o hasta 50.000 euros por una cinta de El rey León. Ocurre, en menor medida, con Blancanieves, Aladdin o La dama y el vagabundo. Sorprende, efectivamente, ese reguero de ceros, pero también la oscilación entre las ofertas de unos y otros usuarios.
Todo depende, mirando más detenidamente, del tipo de edición y del estado. Las primeras tiradas son las más caras, las exclusivas. En el caso de estos filmes animados, los marcados por Disney Black Diamond suman prestigio (son las comercializadas entre 1984 y 1993). Y se valora si están precintadas. A estos cuentos previos al nacimiento de Pixar, que irrumpió en el sector con Toy Story y cada año conquista a miles de espectadores con sus trazos de ordenador, se le suman otros títulos míticos: Top Gun, Rocky, Indiana Jones
El precio, en realidad, no es orientativo de lo que se cotiza por semejantes antiguallas. Son parte de una "burbuja" que se alimenta con mensajes efectistas en artículos de diversa índole, pero que no está creando una tendencia estable ni creíble. Según explican varios hilos de Twitter, esta supuesta mina de oro en cintas de VHS viene de algunos textos recientes que aseguran lo fácil que es enriquecerse con los productos olvidados de la infancia o el espejismo de grandes ganancias después de ver subastas en las que se han pagado unos 1.800 euros por copias de El libro de la selva o Fantasía (la clave –atención, spoiler– recalaba en que esas sí que eran un tesoro dentro del mundillo, con ediciones limitadas o casi extinguidas).
Con esa premisa, se llegó a pensar que todo el monte de lo retro era orégano. Tanto en los VHS como en los videojuegos, las casetes o juguetes más sofisticados como el Tamagochi o los Furby. Venía impulsada, además, por un pequeño fenómeno: el de la compra por centenares de euros de primeras ediciones de libros de Harry Potter, escritos por J. K. Rowling, distintas a las que llegaron después con un cambio editorial y que no han llegado a reventar los monederos, como lo hizo en Inglaterra. Allí, solo se imprimieron 500 ejemplares de tapa dura de la primera historieta, La piedra filosofal, y se ofrecen hasta 50.000 euros por ellos.
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A pesar de ser un mercado al alza entre coleccionistas, la realidad es que todo aquello que aparece como "limitado" se vendió por miles en la época y que lleva tiempo tratando de encontrar una salida en tiendas de segunda mano donde los rollos de celuloide pelean en montones con DVDs o cedés de música, sin provocar ese lucro al propietario: con unas monedas puedes llevarte una pila.
"No sé a quién se le ha ocurrido este disparate", comenta Eugenia Muñoz a Sputnik. Una de las responsables de la tienda madrileña La Metralleta, especializada en venta de segunda mano, dice que sí reciben llamadas de gente que pregunta a cuánto están los VHS o que se presta a vender un lote, pero en el local ya ni compran. "Nos queda alguno y lo vendemos a un euro, pero ya ni queremos. Si se vende uno al año es un milagro", exclama.
Sergio Colmenar, reconocido coleccionista y autor del libro Carne y Vídeo, ve esto como un espejismo. "Esas cantidades no las paga nadie", arguye a Sputnik quien tiene unos 3.000 títulos en su domicilio de Barcelona. Él, avisa, no pagaría más que un puñado de euros por algo así. Ni siquiera por joyas que le faltan, como La noche de Halloween, de 1978. Lo máximo que ha pagado son 55 euros y era por Holocausto caníbal, un clásico del gore proyectado en 1980.
"Hay cintas que adquirí por nada y valen mucho, pero estoy en contra de la especulación y ni compraría por algo tan elevado ni las revendería para forrarme", concede, alegando que su capricho es más por motivos emocionales que económicos. Colmenar ha visto últimamente esos reclamos, pero no les da credibilidad: "Los vinilos sí gozan de un resurgir, pero las cintas son productos socialmente obsoletos, que ni tienen calidad ni se pueden utilizar", arguye. Algunos, no obstante, se aferran a la esperanza, alentada por lo digital y el ubicuo consumo actual.
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