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José Luis Cabezas, 25 años de impunidad contra el periodismo argentino

© AFP 2023 / Juan VargasPancartas con el retrato del periodistas argentino José Luis Cabezas
Pancartas con el retrato del periodistas argentino José Luis Cabezas - Sputnik Mundo, 1920, 26.01.2022
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BUENOS AIRES (Sputnik) — En febrero de 1996 el reportero gráfico argentino José Luis Cabezas trabajaba en la ciudad balnearia de Pinamar (provincia de Buenos Aires, este), acompañado de su entonces esposa, Cristina Robledo, cuando divisó al empresario Alfredo Yabrán, quien caminaba por la playa junto a su pareja.
Cabezas gatilló varias veces su cámara, y en el mismo rollo de la marca Fuji inmortalizaría la sonrisa de su mujer y la única imagen que hasta ese momento se conocía del magnate de los correos privados de Argentina.
Ni el poderoso empresario ni el trabajador de prensa sabían que ambos terminarían muertos tiempo después de ese encuentro. El primero tras suicidarse en mayo de 1998 con un disparo de escopeta en una finca de Entre Ríos (noreste). El segundo, torturado, asesinado con dos balazos en su cabeza y carbonizado junto con su vehículo a 15 kilómetros de Pinamar.
El 25 de enero se están cumpliendo 25 años del cobarde y mafioso homicidio de Cabezas, un símbolo del fotoperiodismo argentino que, al día de hoy, sigue blandiendo una foto de su rostro como quien levanta una pacífica arma que combate contra el olvido.
"Seguimos con esta lucha y recordando a José Luis como siempre", afirma a Sputnik la hermana del reportero, Gladys Cabezas, en medio de una jornada donde su teléfono no ha parado de sonar. "No se hizo justicia; justicia es cuando todos los asesinos cumplen una condena. Es algo perdido. Por derecho, no se puede juzgar dos veces a una misma persona por un hecho", agrega, en referencia a que ninguno de los nueve condenados está tras las rejas.
A saber, el policía bonaerense Gustavo Prellezo, quien debía cumplir reclusión perpetua como autor material del homicidio, goza del beneficio de la libertad condicional y trabaja como abogado, aunque gracias a una denuncia de Gladys, tiene su matrícula revocada hasta diciembre de este año.
El resto de los policías sentenciados, Aníbal Luna y Alberto Pedro Gómez, están en libertad hace casi una década. El primero vive en General Madariaga y Gómez, en Valeria del Mar, ambos distritos bonaerenses cercanos al lugar del homicidio. Sergio Camaratta, el otro policía sentenciado, murió en la cárcel.
El jefe de seguridad del empresario Alfredo Yabrán y exmilitar, Gregorio Ríos, quien fuera condenado a prisión perpetua, trabaja como capataz en una estancia, en Corrientes (este).
De la Banda de los Hornos, implicada en la pesquisa, murió en la cárcel Héctor Retana, mientras que Horacio Braga, José Luis Auge y Sergio González, recuperaron la libertad, aunque éste último volvió a prisión en una causa por drogas.
Nombrada a partir de la localidad de origen de sus integrantes, la Banda de los Hornos es como se conoció a las cuatro personas señaladas de ser los secuestradores de Cabezas y los responsables de limpiar la escena del crimen, incendiando el auto y el cadáver del reportero.
"Les dieron la libertad por buena conducta en la cárcel y estuvieron presos; en su momento fue una condena ejemplar, pero (el Tribunal de) Casación bajó las penas y luego salieron", lamenta Gladys.
"Lo único que sé es que sigue habiendo impunidad, la justicia no es justa y así no vamos a llegar a ningún lado. Impunidad significa tener poder y por eso pasan las cosas que pasan en este país", agregó.

Reflejo de una época

La investigación que intentó dilucidar quién mató a Cabezas estuvo contaminada desde el primer minuto, tal como lo relata el libro Don Alfredo, del periodista argentino Miguel Bonasso.
Una muestra basta: el juez interviniente, José Luis Macchi, demoró 20 horas en llegar desde la ciudad de Dolores hasta la cava donde encontraron al cuerpo, a pesar de que un punto y otro se encuentran a poco más de 140 kilómetros de distancia.
Asimismo, la primera autopsia dijo que al fotógrafo le habían pegado un solo tiro, confundió el orificio de entrada con el de salida, erró la trayectoria y descartó que hubiera sido torturado; la segunda ya revelaría que los balazos fueron dos, que habían impactado por atrás y que Cabezas había sido brutalmente golpeado.
Una máquina de escribir (imagen referencial) - Sputnik Mundo, 1920, 01.10.2020
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Eran tiempos en qué las mafias policiales se movían con mayor comodidad que hoy dentro del poder institucional, aunque aún quedan peligrosos vestigios de este mal endémico de Argentina, con tentáculos que surgen en casi todas las desapariciones de personas que se han contado en democracia.
Yabrán siempre se declaró inocente del asesinato, pero el empresario ya estaba condenado por su pasado, por sus vínculos con militares torturadores, sus anteriores ataques a la prensa y su hermetismo a la hora de hacer negocios y mantener el anonimato sobre la titularidad de sus compañías y los nexos entre ellas.
Aquella foto en la playa, sin embargo, fue el comienzo del final para el empresario y su familia, y, en tiempos donde todavía no existían las redes sociales, hizo que la sociedad entera conociera quien era Alfredo Yabrán, algo que destapó una olla de oscuros vínculos que llegaban hasta la Casa Rosada y más allá.
"Mi hermano no fue un mártir ni un héroe, fue un tipo que laburaba y que lo mataron", asegura, firme, Gladys Cabezas, a 25 años de una Argentina que imaginaba un país sin periodistas, y sin memoria, y que cada tanto muestra alguna nostalgia de ello.
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