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Cinco presidentes en dos semanas y 'default': 20 años del colapso de 2001 en Argentina

© AP Photo / Pablo AneliProtestas en Argentina en diciembre de 2001
Protestas en Argentina en diciembre de 2001 - Sputnik Mundo, 1920, 29.12.2021
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La renuncia del expresidente argentino Fernando de la Rúa tras la rebelión popular y represión policial del 19 y 20 de diciembre de 2001 llevó a cuatro pases del mando del Poder Ejecutivo en casi dos semanas. El descalabro político y económico derivó en la suspensión de pagos de deuda externa y llevó a la peor crisis social de la historia reciente.
Cinco muertos en la masacre de Plaza de Mayo, cinco jefes de Estado en dos semanas. 39 asesinatos a nivel nacional, default de la deuda externa y furia ciudadana al grito de "que se vayan todos" en respuesta a la deslegitimidad y deshonra de los funcionarios públicos y los partidos políticos tradicionales.
Argentina vivió los últimos días de diciembre de 2001 el peor estallido popular, crisis política y colapso económico desde el regreso de la democracia en 1983, consecuencia de años de modelo neoliberal, corrupción y fracaso institucional, que llevó a los peores índices de miseria y destrucción del tejido social durante los siguientes dos años.
La imagen del expresidente argentino Fernando de la Rúa (1999-2001) huyendo en helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada, sede de Gobierno en la ciudad de Buenos Aires, el 20 de diciembre de 2001, en medio de la violencia en las calles del centro porteño y justo después de renunciar, fue el símbolo de un castillo de naipes que solo apenas comenzaba a derrumbarse.
"Desde el punto de vista político es válido hacer una doble lectura que podría parecer contradictoria pero no lo es. La crisis del 2001 demostró que, aunque parezca extraño, el sistema institucional argentino funcionó muy bien, y la prueba de ello es, paradójicamente, la existencia de los cinco presidentes", dijo a Sputnik el politólogo Gustavo Castagnola, especialista en teoría e historia política de América latina y Argentina.
740 días estuvo como jefe de Estado el líder del Gobierno de la Alianza, la coalición entre la histórica Unión Cívica Radical (UCR) y el Frepaso, un espacio de centroizquierda, que había derrotado en las elecciones al peronismo, el popular movimiento político, que venía de gobernar 10 años de la mano del exmandatario Carlos Menem (1989-1999).
La crisis económica, que se agudizó desde 1998, y el hartazgo hacia la dirigencia política había generado saqueos a mercados y el estallido social del 19 de diciembre. Ese día, De la Rúa impuso el estado de sitio y ocurrió la represión policial a las manifestaciones ciudadanas que desafiaron la medida, que comenzaron esa noche y se sucedieron durante el día siguiente.
"Nunca existió una homogeneidad en los reclamos sociales. Detrás del 'que se vayan todos' no hubo una demanda uniforme. Una cosa fue el levantamiento de las clases medias, como resultado a la restricción de los depósitos, y otra muy distinta es el de los saqueos, una respuesta más bien desesperada a la tremenda crisis social que el Gobierno de la Alianza profundizó considerablemente", comentó el director de la maestría de Análisis Político de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref).

Efecto dominó

El 20 de diciembre, el exjefe de Estado renunció después de que fracasaran los intentos de negociación con la oposición peronista para crear un cogobierno. El 21, el Congreso aceptó la dimisión y quedó como titular del Poder Ejecutivo, como establece la Ley de acefalía, el entonces presidente provisional del Senado, Ramón Puerta.
Puerta, peronista, ocupaba el cargo que debería haber ejercido en realidad el vicepresidente, Carlos Chacho Álvarez, pero este había renunciado en octubre de 2000, frente al escándalo de denuncias de sobornos en el Congreso para aprobar una reforma laboral.
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El traspaso fue realizado por formalidad administrativa, es decir que Puerta nunca fue estrictamente presidente. Se definió que la Asamblea Legislativa, es decir, la sesión conjunta de la Cámara de Diputados y el Senado, nombraría a un presidente temporario al día siguiente, que gobernaría a la espera de elecciones que se convocaron ese mismo día para el 3 de marzo de 2002. En ellas se debería nombrar a un titular del Poder Ejecutivo que terminara el mandato hasta diciembre de 2003, cuando se realizaría el sufragio general para un nuevo mandato regular.

El 'default' de la deuda externa

Fue así como, el 22 de diciembre, el bloque peronista definió como presidente interino al entonces gobernador de la provincia de San Luis (centro-oeste), Adolfo Rodríguez Saá. Al día siguiente, el 23, en su toma de posesión anunció que se suspendía el pago de la deuda externa con los acreedores privados y la creación de una nueva moneda para financiar subsidios, el argentino, que nunca vio la luz.
La incertidumbre durante esos últimos días de 2001 no se calmó. No había señales de cómo haría el endeble Gobierno para salir de la crisis socioeconómica generalizada. Desde principio de diciembre regía en el país el corralito bancario, que impedía a los ahorristas acceder libremente a sus depósitos, y que había llevado a la parálisis de la actividad, el hambre, los saqueos y el estallido.
De la Rúa había continuado con las políticas económicas del modelo neoliberal iniciado durante el Gobierno de Menem, que había privatizado las empresas públicas y desregulado el mercado financiero. Todavía se sostenía la Ley de Convertibilidad, creada en 1992, que equiparaba el peso argentino al dólar estadounidense, con enorme presión sobre las cuentas públicas.
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La insostenibilidad del modelo había comenzado a quebrarse a principios de 2001. El país acudió a un rescate de parte de organismos de crédito, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que demandaron importantes reducciones del gasto público como contraparte, que fueron a su vez la chispa que encendió la mecha.

"El corralito provocó que los argentinos descreyéramos de los bancos y el sistema financiero. Esa confianza yo creo que no ha vuelto y me parece bastante difícil que vuelva, esa es otra de las consecuencia de la crisis de 2001, que llevó a una crisis social que ya venía desde entrada la década de los 90", elaboró Castagnola, docente universitario.

Rodríguez Saá duró solo siete días como presidente. Además de anunciar el default, comunicó que se derogaría la cuestionada reforma laboral por la cual había renunciado el vicepresidente Chacho Álvarez —que abrió una grieta en el debilitado mandato de De la Rúa—, y que se devolvería el 13% de reducción a los salarios y jubilaciones que había establecido el Gobierno de la Alianza.

Pánico y locura

Las protestas ciudadanas no paraban. La noche del 28 estallaron nuevos cacerolazos frente a la residencia presidencial de Olivos, en la zona norte del área metropolitana de Buenos Aires, y la Casa Rosada estuvo a punto de ser invadida por manifestantes, que exigían una depuración política y el final del corralito.​ Todo el gabinete presentó su renuncia.
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El 29 de diciembre, Rodríguez Saá convocó a una fallida reunión con los gobernadores peronistas en la residencia presidencial veraniega de Chapadmalal, provincia de Buenos Aires, quienes le quitaron el apoyo.
Una manifestación de trabajadores en el exterior y la ausencia de personal de seguridad llevó a que, según relatos en entrevistas realizadas años después, el presidente interino sufriera de un ataque de pánico por temor a ser asesinado por una pueblada. Fue transportado al aeropuerto y viajó en el avión presidencial a su provincia, San Luis. Al día siguiente, el 30 de diciembre, presentó su renuncia indeclinable.
El cargo recayó esta vez en el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, ya que Puerta también había renunciado. Camaño ostentó como titular del Poder Ejecutivo hasta el 2 de enero de 2002, cuando la Asamblea Legislativa definió como presidente interino al entonces senador Eduardo Duhalde, exgobernador de la provincia de Buenos Aires durante el menemismo y principal opositor al expresidente en la interna peronista.
El nombramiento de Duhalde, quien había sido la principal competencia de De la Rúa en las elecciones presidenciales de 1999, logró el consenso interno del peronismo y también de la oposición radical, que buscaban desesperadamente estabilidad y una figura con autoridad política.
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Las elecciones del 3 de marzo de 2002 fueron suspendidas y se decidió que el presidente interino cumpliría el tiempo que debería haber terminado De la Rúa, hasta diciembre de 2003.

Rebote y reactivación

El Gobierno de Duhalde derogó la Ley de Convertibilidad el 6 de enero de 2002 y se liberó el tipo de cambio. En poco tiempo, el dólar pasó a valer 4 pesos, lo que permitió al Estado afrontar el gasto público con mayor facilidad y reactivar de a poco una economía destruida.
Los créditos, depósitos y deudas fueron pesificados de manera asimétrica, lo que representó una confiscación masiva de atesoramiento y reserva de valor en divisa extranjera que tenían los ciudadanos. El corralito y las manifestaciones frente a los bancos continuaron durante todo 2002.
En el periodo de recesión que comenzó en 1998, el PBI cayó 19,5%, pero a precios corrientes se redujo 64% entre 2001 y 2002. La principal secuela fue el aumento de la inequidad en la distribución de la riqueza. La pobreza alcanzó al 57,5% de la población nacional, la indigencia al 27,5% y la desocupación al 21,5%, todos niveles récord.
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A partir de 2003 la actividad económica comenzó a resurgir gracias al boom de precios de las materias primas y a la reactivación de la producción industrial local, que venía perdiendo durante más de 10 años frente a las importaciones de bienes durante el período de paridad peso-dólar. La caída registrada en 2002 del 11% del PIB dio paso a un crecimiento del 5% en el primer trimestre de 2003.
Se congelaron las tarifas de los servicios públicos privatizados y se aplicaron impuestos a las exportaciones para capturar la sobreganancia derivada de la devaluación y financiar el programa de ayuda a los desocupados.
Este modelo de redistribución fue continuado y profundizado por el sucesor de Duhalde, el expresidente Nestor Kirchner (2003-2007), quien canceló entre 2005 y 2006 las deudas con los acreedores privados para salir del default y recuperar soberanía económica, posible gracias al alza de los precios internacionales de las mercancías agrícolas.
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Comenzó entonces un proceso de fortalecimiento del Estado, que dio un giro para alejarse del modelo neoliberal hacia un programa de crecimiento con inclusión social, propio de la corriente de gobiernos progresistas que caracterizaron los primeros 15 años del siglo XXI en Latinoamérica.
"Otra cosa que quedó de la crisis de 2001 fue el daño a la credibilidad del sistema de partidos, que pudo ser parcialmente reconstruida a partir de 2003 con Kirchner. Fue un golpe muy duro a la creencia de la gente, y eso es algo que se percibe hoy con el surgimiento de expresiones de derecha libertaria, que se autopercibe como antisistema, cuando en realidad son su expresión máxima", analizó Castagnola.
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