- Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
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Puñetazos en el ojo o disparos racistas: el callejero de Madrid que denuncia los delitos de odio

© Foto : Cortesía de María LamuyUna postal de la exposición 'Madrid me mata'
Una postal de la exposición 'Madrid me mata' - Sputnik Mundo, 1920, 05.12.2021
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La artista María Lamuy recoge en la exposición 'Madrid me mata' algunas agresiones por motivos de xenofobia u homofobia que han tenido lugar en el espacio público.
A Isaac, apodado Little Kinki, le apuñalaron a mediados de julio en un túnel relativamente céntrico, sin motivo aparente. Era un rapero de 18 años con síndrome de Asperger y su muerte supone uno de los últimos crímenes de este tipo cometidos en España. Un poco antes, en 2019, tendríamos algo parecido en el caso de Roberta la Flaca. A esta drag queen de la escena nacional le metieron un puñetazo al grito de "¿Qué miras, maricón?" y se quedó sin visión en un ojo. También están los vídeos de 2018 en los que unos seguidores del PSV Eindhoven, equipo holandés de fútbol, humillan a unas mujeres extranjeras que piden dinero durante los momentos previos a un partido. O, yendo a principios de la década, los disparos a bocajarro a la dominicana Lucrecia Pérez en la discoteca Four Roses.
Todos esto ocurrió en Madrid. En plena calle. De día o de noche. Palizas, asesinatos, vejaciones: el espacio público de la capital acoge de vez en cuando estos delitos de odio. Algunos saltan a la palestra. Otros solo dejan constancia en el círculo más próximo o en denuncias individuales. Ahora, los mencionados y un puñado más tienen un hueco en el plano de la ciudad gracias a María Lamuy. Esta artista, nacida en Terrasa (Barcelona) hace 43 años, ha recopilado estos sucesos de carácter racista o contra la comunidad LGTBI para renombrar algunos tramos de la urbe.
Plaza de las Limosneras, calle del Ojo de Roberta, travesía de Ángeles o calle de Lucrecia Pérez: las placas de cerámica que cuelgan de diferentes arterias de la almendra central podrían aludir a estos afectados por la xenofobia o la homofobia, tal y como lo ha hecho María Lamuy como homenaje y reivindicación. Las réplicas que ha diseñado esta artista se pueden ver en la exposición Madrid me mata, montada en una de las salas de CentroCentro hasta enero junto a otras financiadas por VEGAP (Visual Entidad de Gestión de Artistas Plásticos), y alertan sobre el peligro al que están sometidos algunos colectivos.
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"Vi que estaba aumentando la gente que nos insultaba, que podía pasarte cualquier cosa en el momento inadecuado", apunta Lamuy a Sputnik. Ella da fe de esas intimidaciones o algo más grave por su orientación sexual y por el testimonio de allegadas, como Roberta la Flaca. Y cree que es necesario visibilizarlas para que no caigan en el olvido. "Está habiendo un resurgimiento de discursos de odio y de grupos neonazis por culpa de partidos como Vox. Cuando hay épocas de crisis —económica o como la de la pandemia— renacen los movimientos racistas o xenófobos, y si tienen un respaldo político, se ven justificados", opina.
Lamuy enumera más ejemplos recientes: los ultras que pasearon por el barrio de Chueca retando a los vecinos, la paliza que acabó con la vida de Samuel Luiz en Galicia, los golpes que recibió un joven en Toledo… La exhibición, alega, es orgánica: mientras uno lee las noticias relacionadas con esas baldosas del nuevo callejero, puede haber titulares sobre otro homicidio u otro ataque. El último informe sobre la evolución de odio en España, publicado por el Ministerio del Interior, muestra que en 2020 hubo un total de 1.401 incidentes y delitos por razones de ideología, creencias religiosas o cuestiones de género. En 2019 se contabilizaron 1.706. El mapa resalta País Vasco, Valencia, Madrid o Barcelona como las comunidades autónomas donde más se dan estos hechos.
© Foto : Cortesía de María LamuyUna imagen de la exposición 'Madrid me mata'
Una imagen de la exposición 'Madrid me mata' - Sputnik Mundo, 1920, 02.12.2021
Una imagen de la exposición 'Madrid me mata'
"Según la asociación Arcópoli, en Madrid una de cada tres agresiones homófobas tienen lugar en la calle", señala la autora de la exposición basándose a un estudio junto al Observatorio Madrileño contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, que ve el título de Madrid me mata como una frase "literal". "No es porque sea peor, sino porque es una conocida frase de la movida [así se llamaba una revista que se imprimió hasta 1985, en plena Movida Madrileña] y porque quería darle otro significado. Se le da mucho bombo a la ciudad por ser muy gayfriendly, pero es algo más comercial, de márquetin. Hay tiendas y sitios de ocio para las personas gays con dinero, pero es más enfocado al turismo. Y el problema es que nos hemos creído que ese mensaje era para toda la población LGTBIQ", lamenta Lamuy.
© Foto : Cortesía de María LamuyUna imagen de la exposición 'Madrid me mata'
Una imagen de la exposición 'Madrid me mata' - Sputnik Mundo, 1920, 02.12.2021
Una imagen de la exposición 'Madrid me mata'
Madrid, aparte de esta imagen, tiene otra simbología típica. Y son esas cerámicas que marcan las calles por donde suelen fotografiarse los viandantes. María Lamuy quiso apropiarse del diseño, de su peculiar tipografía, y modificar esos trazos firmes pero sin detallar de algunos personajes ilustres. Para elegirlos hizo una selección particular: "Lucrecia Pérez forma parte del imaginario colectivo y fue la que inauguró los registros de estos delitos; lo de Isaac Little Kinki de verano me parecía muy cruel; y metí lo de las limosneras porque casi ni sabía lo que era aporofobia (odio al pobre), pero he tenido que desechar muchas que a lo mejor no pegaban tanto, como los asesinatos entre hinchas de fútbol".
Hay otra pared en la exposición que recopila textos en prensa, carteles de manifestaciones o fotos de las víctimas. Sirven de apéndice, pero también como denuncia velada a la volatilidad informativa de estos lances cotidianos. "En general, se tratan muy sensacionalistas. Y se investigan los que tienen repercusión o van acompañadas por una organización, si no se quedan apartados", critica la artista. Muchos, arguye, se sirven de las redes sociales o los chats para propagar y alertar, pero pueden abocarse a un circuito limitado. Para paliarlo están estos carteles que les nombran. Apenas un minúsculo porcentaje que altera el callejero para que en nuestro GPS mental no solo salgan los bares de moda, sino actitudes a extinguir.
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