El drama de cientos de desplazados que se enfrentan al desalojo en Haití

PUERTO PRÍNCIPE (Sputnik) — A pocos días del reinicio del curso en Haití, más de un centenar de personas, muchas de ellas con discapacidad, enfrentan el riesgo de ser desalojados de una escuela, donde se refugian desde mediados de junio cuando se incendió su campamento en los bajos de Delmas, zona bajo el control de las pandillas.

"El director de la escuela nos dijo que teníamos que irnos porque la escuela tiene que abrir, pero nosotros no tenemos a donde ir, nuestras casas se quemaron con el incendio, y la inseguridad en esa zona es peor que antes", dijo a la Agencia Sputnik, Jude, quien perdió un pie durante el terremoto de 2010 que azotó con furia a Puerto Príncipe.

Jude es uno de los centenares de personas que viven desde junio en la Escuela Comunal del Petion Ville, a donde los trasladaron las autoridades, luego que ocuparan la conocida Ciudad Militar en el centro de la ciudad.

Viven en unas cuatro habitaciones de la institución docente situada en las cercanías del antiguo cementerio. Casi sin electricidad, muebles para sentarse, acceso al agua o baños, cada noche despliegan decenas de pequeñas colchonetas en el piso sin prácticamente distancia entre sí.

Un olor nauseabundo recibe a las personas por el estrecho pasillo que lleva a uno de los espacios principales, donde junto a las personas se acomodan las pocas pertenencias que pudieron salvar tras salir huyendo de lo que fue su vivienda desde hace más de 11 años, en medio del fuego cruzado de las pandillas.

Desplazados

La mayoría de los refugiados de allí proceden de La Piste, un campamento de desplazados montado tras el terremoto de magnitud 7,0 que destruyó las principales edificaciones públicas de la capital, mató a más de 200.000 personas y dejó a 1.5 millones sin hogar. Ahora se repite la pesadilla, 11 años después.

"Yo nunca pensé pasar por esto de nuevo, ya en La Piste teníamos nuestras casitas, sin mucho lujo, pero ahora hay que volver a empezar", dijo a Sputnik una madre de tres menores, mientras intentaba sin mucha suerte que comieran algunos alimentos.

El 17 de junio, en medio de los enfrentamientos entre la federación G-9 y aliados con la Policía, las precarias viviendas se incendiaron. Unos culparon a las bandas armadas que poco después saquearon almacenes comerciales, mientras otros señalaron a la Policía como los iniciadores.

Mientras los niños corretean por los oscuros espacios, los adultos se acomodan en las afueras, o pegados a las paredes, a esperar que llegue la ayuda prometida por el Gobierno.

"El Estado prometió que se encargaría de nosotros, que nos iban a reubicar porque aquí no hay condiciones para todas las personas que estamos aquí, pero las semanas pasan y seguimos en la misma situación", lamentó Jackson, uno de los coordinadores de los refugiados.

El asesinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio invisibilizó el drama de los desplazados, no solo los que presentan discapacidades, sino los más de 19.000 que también tuvieron que huir de Martissant en la salida sur de la capital, en plena guerra por el control territorial.

Muchos se trasladaron a otras regiones del país, y otros permanecen en refugios improvisados, como el polideportivo de Carrefour, al sur de Puerto Príncipe, que alberga a casi dos mil personas.

La Organización de las Naciones Unidas advirtió de un aumento de la violencia de género, acoso y abuso sexual en los sitios de acogida, en especial hacia las mujeres.

Tras el magnicidio se instauró un estado de sitio en el país, mientras empezaba una guerra por el poder que dura hasta ahora. El terremoto del 14 de agosto solo agudizó la crisis interna, mientras los desplazados quedaron relegados, y a solo días del inicio del curso su situación es aún incierta.