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Los Redondos, la banda de rock argentino que hizo de la música una revolución

© AP Photo / Hernan LeonardiEl cantante argentino Carlos 'Indio' Solari, exlíder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, durante un concierto en 2017
El cantante argentino Carlos 'Indio' Solari, exlíder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, durante un concierto en 2017 - Sputnik Mundo, 1920, 04.08.2021
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Se cumplen 20 años del último concierto de la banda liderada por el enigmático cantante 'Indio' Solari y el inventivo guitarrista 'Skay' Beilinson. La densidad de sus letras, su autogestión independiente y la rebelión ante la pose mediática y política durante las décadas de los 80 y 90 los llevaron a una masividad incomparable que perdura.
Un océano de gente que se extiende hasta donde alcanza la vista: una inmensidad de 300.000 almas —quizás más— que saltan y corean al unísono en lo que llaman "el pogo más grande del mundo", capítulo final de una "misa ricotera".
Esta imagen representa más que cualquier otra el fenómeno masivo que significan Los Redondos en Argentina, aunque haya sucedido en 2017, en el último concierto de Carlos 'Indio' Solari, mucho tiempo después de que el vocalista dejara de ser el líder y abanderado de la banda de rock argentina Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
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Más conocidos como Los Redondos, se despidieron de los escenarios el 4 de agosto de 2001, después de 24 años de una prolífica carrera de estética hipnótica, vanguardia contracultural y una popularidad extraordinaria que creció ajena a la lógica de mercado de la industria discográfica. Pero mito y culto no se entienden sin sus feligreses y fanáticos: no hay redondos sin ricoteros.
"Aun cuando estamos hablando de un grupo que pareciera bastante enrevesado o difícil de comprender, trascendieron su condición de artefacto musical para convertirse en un fenómeno sociocultural inmenso", dijo a Sputnik el periodista Pablo Perantuono, coautor junto a Mariano del Mazo de la biografía Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: Fuimos reyes, libro publicado en 2015.
Pocos meses más tarde de aquel último recital, Los Redondos anunciaron su ruptura definitiva, en un contexto de estigmatización mediática y condena social por consecutivos sucesos de violencia y muertes que se vivieron dentro y fuera de los estadios donde tocaron sus últimos shows, sumado principalmente a una pelea irreversible entre sus líderes.
Eran épocas difíciles en Argentina. El año 2001 terminaría con masivas movilizaciones y huelgas y la renuncia del presidente Fernando de la Rúa en un clima de violencia en las calles.
El punto final de la sociedad más monumental en la historia musical argentina, entre el misterioso cantante y letrista Solari y el excepcional guitarrista y compositor Eduardo 'Skay' Beilinson, significó el pasaje de lo masivo a lo legendario.
"Para un público que no es argentino o que no es contemporáneo, explicar Los Redondos tiene quizás la misma complejidad que explicar el peronismo, ese tipo de manifestaciones socioculturales argentinas que tienen diferentes afluentes y razones invisibles para su conformación y consolidación", comentó el escritor.

De banda de culto a culto de masas

Integrantes de la comunidad de artistas y artesanos de la ciudad de La Plata, cabecera de la provincia de Buenos Aires, la banda se formó en 1976, año en que comenzó la última dictadura cívico-militar en Argentina, que duró hasta el inicio del Gobierno constitucional de Ricardo Alfonsín (1983-1989).
Las primeras presentaciones ocurrieron en el circuito underground, con shows en pequeños bares y teatros que incluían bailarines, magos y malabaristas, más cercanos a la performance teatral y circense que a un típico espectáculo de rock.
A partir del regreso de la democracia y la reapertura de la cultura que significó, Los Redondos comenzaron a ser reconocidos por su independencia y autogestión. En esto fue esencial la figura de su mánager, Carmen Castro, conocida como 'La Negra Poli', pareja de Beilinson.
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Con el paso de los años, se distinguieron por su rechazo a la promoción de los grandes sellos de la industria discográfica. Grabaron su primer álbum, 'Gulp!', en 1985, con buena aceptación de la crítica, pero es la publicación de su segundo LP, 'Oktubre', en 1986, la que termina de consolidarlos tanto estética como públicamente.
En sus discos, destacan sus letras crípticas, pero ajenas a lo explícito propio de las canciones de protesta de las décadas de 1960 y 1970, composiciones en acordes menores que generan atmósferas sonoras oscuras y eléctricas, con mucho protagonismo de la voz muy particular del 'Indio' y de la guitarra de Skay, creador de arpegios eclécticos y riffs de rock pesado.
"La banda atravesó distintas etapas pero una fue fundacional para este mito que se creó alrededor de ellos: el declive de la primavera alfonsinista y el comienzo del menemismo", señaló Perantuono.
Se refiere a los dos primeros gobiernos de la democracia después del golpe militar. El Gobierno de Alfonsín terminó de manera apresurada en medio de la hiperinflación y luego vino la década de Carlos Menem (1989-1999), que significó la privatización de una gran cantidad de empresas estatales, lo cual llevó a un enorme desempleo, y que desembocó finalmente en la crisis de 2001.
En este contexto, explicó Perantuono, una enorme cantidad de jóvenes estableció un vínculo extraordinario con la banda, no solo musical sino con una suerte de patrimonio simbólico que los músicos irradian pero que las masas hacen propio y le dan un significado mayor al que tienen.
"Esa audiencia encuentra en Los Redondos un montón de valores que cree que ningún otro emergente cultural y social les da, que tiene que ver con cierta autenticidad y honestidad intelectual. No se los da otras bandas de rock que quieren formar parte del jet set, de algo que tiene cierto grado de frivolidad; tampoco se los da la política porque acaba de desencantarlos", elaboró.
La consagración masiva, que sorprendió a la banda, se volvió evidente en diciembre de 1989, meses después de lanzar su cuarto álbum. Anunciaron un concierto en el microestadio Obras Sanitarias, en la ciudad de Buenos Aires, con capacidad para 5.000 personas. Como se vendió inmediatamente, abrieron una segunda función, que también se agotó. La tercera fecha fue para 25.000 personas, en la cancha de hockey exterior, que llenaron.

La 'misa ricotera', pasión y descontrol

La marca que dejan Los Redondos durante los años 90 va más allá de lo artístico, y su impronta y legado no se puede abarcar sin comprender el fanatismo. Comienza a alcanzar un imaginario de culto religioso, con el término "misa ricotera" para definir a la congregación de sus seguidores en cualquier lugar del país donde la banda fuera a tocar, además de incorporar todos los condimentos de la euforia propia de la pasión por el fútbol que se vive en Argentina.
"Empieza a tener el mismo tipo de iconografía, de cantos, de vínculo y conexión que tienen con los equipos. Ir a ver a Los Redondos comienza a ser como ir a la cancha y empieza a defenderse la causa ricotera como un espacio único. Se genera una magia y química que fue creciendo, que se fue alimentando sin tener que pasar por la TV ni los grandes medios para consagrarse", resumió Perantuono.
El fenómeno creció sin el fogoneo de los propios músicos ni de campañas de marketing mediáticas. Podría decirse que el ostracismo y aura de misterio en el que se refugió Solari durante tantos años generó aún más reverencia y alimentó el mito sin su expresa voluntad.
"Cuando ya eran claramente la banda de sonido de toda esa audiencia a los que el Indio decía que eran de barrios desangelados, empiezan a no poder tocar en la capital, entonces los fanáticos tenían que atravesar una suerte de vía crucis para llegar, con conciertos a la intemperie, que alcanzaron incluso ribetes bíblicos", narró el cronista.

Popularidad y violencia

La popularidad vino acompañada de polémica. Su presentaciones se volvieron tan masivas que se transformaron en peligrosas.
En 1991, acontece la primera tragedia cuando el joven Walter Bulacio fue asesinado por la Policía luego de una redada en las afueras de un concierto.
En 1994, durante un show en el estadio del club de fútbol porteño Huracán, se producen incidentes que dejan 28 heridos y 60 detenidos.
Durante la segunda mitad de la década, comienzan a tocar más en ciudades de las provincias del interior, conciertos que comienzan a superar los 20.000 asistentes y saturan la capacidad hospitalaria de la zona.
En 1998, durante un recital en Córdoba, hubo una estampida que provocó 30 heridos, además de la muerte de Javier Lencina, de 22 años que perdió la vida al caer de un tren cuando se transportaba al lugar. "No hacen otra cosa que acelerar el fin de la banda", dijo Solari entonces al enterarse.
Otro episodio de violencia se produjo en 1999, en la ciudad balnearia de Mar del Plata, en la costa de la provincia de Buenos Aires, con el enfrentamiento entre fanáticos y la policía en una plaza, que terminó con 500 detenidos, 100 heridos y destrucción de autos y comercios.
Finalmente, la banda realizó sus últimos conciertos en la ciudad de Buenos Aires, que significaron también su pico de convocatoria. En los dos conciertos en el club de fútbol porteño River Plate en abril de 2000, llenaron el Estadio Monumental con 70.000 personas.
Pero esas fechas también estuvieron teñidas de sangre. Durante la primera, un hombre apuñaló a siete espectadores, antes de ser asesinado, en un choque entre barras bravas. Ambas noches hubo incidentes en el exterior, por los que hubo 150 heridos y decenas de detenidos.
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"Era muy difícil que la gente disfrutara el concierto del Indio Solari"
El 4 de agosto de 2001, 40.000 personas vieron por última vez a la banda en la capital de la provincia de Córdoba. Pero la magia siguió creciendo. 16 años más tarde, esa cifra se multiplicaría por 10 en lo que se considera el récord absoluto en convocatoria para un solo concierto en la historia local.
En el último show de Solari como solista junto a su banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, en marzo de 2017 en la ciudad de Olavarría —en el centro de la provincia de Buenos Aires y a 350 km de la capital nacional— se calcula que hubo entre 350.000 y 500.000 espectadores, con y sin entrada.
"Se dan varias paradojas. La música paró pero el mito creció. Los conciertos del Indio no dejan de ser misas ricoteras. El Indio, que es quien conservó el fervor masivo, se identifica por primera vez con un espacio político, el kirchnerismo. Eso funciona como un espacio de mayor identificación de la gente porque muchas de sus huestes abrevan en esos espacios populares", resaltó Perantuono.
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