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La izquierda brasileña intenta recuperar la bandera nacional, apropiada por la derecha

CC0 / Unsplash / La bandera de Brasil
La bandera de Brasil - Sputnik Mundo, 1920, 10.07.2021
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El condominio Viviendas Bella Vista es una tranquila urbanización residencial con más de 700 casas a las afueras de Brasilia. En la entrada, palmeras y jardines conviven con un mástil con la bandera de Brasil. Aparentemente todo es normal, pero la bandera esconde una historia de riñas entre vecinos que ilustra el estado de ánimo del país.
La enseña nacional fue colocada allí por un grupo de 30 vecinos, liderados por un coronel retirado. Aparentemente, no había una motivación especial, pero parte de los vecinos lo interpretaron como un gesto de apoyo al presidente Jair Bolsonaro. Fue así que empezaron a recoger firmas y hasta instalaron una pancarta: "Nuestra bandera no puede ser usada como símbolo del genocida Jair Bolsonaro y sus militares en pijama, responsables de la tragedia que ya mató a más de 460.000 brasileños. La nación es del pueblo y no de los desequilibrados de hoy o de los corruptos de ayer", decía el cartel.
La polémica fue a más, hasta el punto de que se convocó una reunión extraordinaria para decidir qué hacer con la bandera. Acudieron casi 200 propietarios. Al final, 96 participantes votaron a favor de la permanencia de la bandera y 85 en contra. A día de hoy el trozo de tela sigue ondeando a las puertas del condominio, en medio de una calma tensa.
La pelea vecinal por la bandera es una anécdota, pero ilustra hasta qué punto en los últimos años la bandera (y la combinación "verde-amarelo" en general) pasaron a ser vistos como sinónimo de la ultraderecha. No siempre fue así. Durante mucho tiempo, la bandera, una de las más bonitas y reconocibles del mundo, era una unanimidad entre los brasileños.
Cada cuatro años, las calles de las ciudades se engalanaban con los colores nacionales coincidiendo con la Copa del Mundo, para animar a la selección. Vecinos de una u otra ideología no tenían problemas en arrimar el hombro para pintar de amarillo o verde el asfalto frente a sus casas.
La tradición perdió fuelle en los últimos tiempos, aunque ahí también entran en juego frustraciones y traumas en el ámbito deportivo. En todo caso, lo cierto es que la apropiación del símbolo nacional se intensificó con la retórica patriota y ultranacionalista del Gobierno de Bolsonaro. Aun así, hay que remontarse unos años atrás.

Desde el impeachment de Rousseff

En 2015 y 2016, la derecha salió a las calles de Brasil de forma masiva para pedir el impeachment de la entonces presidenta Dilma Rousseff (2011-2016). Los manifestantes, vestidos con la camiseta amarilla de la selección de fútbol, coreaban con mucha frecuencia una frase que se volvió casi una caricatura: "A nossa bandeira jamais será vermelha" (nuestra bandera jamás será roja), en alusión al color históricamente asociado a la izquierda.
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De alguna forma, esas marchas marcaron un punto de inflexión. Desde entonces, la bandera brasileña prácticamente desapareció de las manifestaciones de la izquierda, y el énfasis en el verde y amarillo fue a más por parte de los sectores conservadores de la sociedad, cada vez más entusiasmados con la ola ultraderechista que llevó a Bolsonaro al poder.
La izquierda, por su parte, optó por esconder la bandera, o en algunos casos, por reinterpretarla. Es lo que hizo la escuela de samba Mangueira en el desfile de Carnaval de 2019, cuando desplegó una gigantesca bandera verde y rosa (los colores de la escuela). El famoso lema "Ordem e progresso" fue sustituido por la frase "Indios, negros y pobres". Reproducciones de esa bandera, que ahora integra la colección del Museo de Arte Moderno (MAM) de Río, ya forman parte de la iconografía callejera de las protestas progresistas.

Recuperar la bandera

En las últimas semanas, no obstante, algo parece que empieza a moverse en el camino para recuperar la verdadera bandera nacional. Brasil entró en campaña electoral anticipada (las elecciones sólo serán en octubre de 2022) y con Bolsonaro y el expresidente Lula da Silva (2003-2011) en el tablero de juego, empezó el baile de códigos y narrativas.
En la izquierda, urge la necesidad de "recuperar" la enseña, en parte para dar un mensaje de unidad y agradar también a los electores de centro o incluso "bolsonaristas" arrepentidos. Lo ejemplificó el diputado de la oposición Marcelo Freixo en la última manifestación contra Bolsonaro el pasado 3 de junio. Vestido con una camiseta de franjas verdes y amarillas, tomó el megáfono para gritar: "¡Los colores de Brasil no pertenecen a ningún dictador, el verde y amarillo pertenece al pueblo brasileño!".
En la marcha, por primera vez en mucho tiempo, las banderas nacionales aparecieron tímidamente entre la marea de tonos rojizos, como pudo comprobar Sputnik. Una de ellas estaba anudada al cuello de Victor Colona, un funcionario público del departamento de salud de la alcaldía de Río de Janeiro: "La bandera de Brasil es de todo el mundo, no es de la derecha. Creo que es un símbolo que tenemos que recuperar. Yo que soy "petista", que soy "lulista", estoy en contra de esa idea de apartarse de un símbolo que es el símbolo de nuestro país", comentó.
Quitarle el cariz conservador que adquirió en los últimos años no será fácil, como comentaba Cristina Pereira Nunes, cuya familia fue perseguida durante la dictadura militar (1964-1985). "Esta bandera es mía también. Siento que me la usurparon, yo también tengo derecho a usarla", aseguró convencida.
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