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El cisma creado por la Superliga no es nuevo: el fútbol europeo sigue los pasos del basket

© AFP 2023 / Lluís GenéPartido de Euroliga entre el FC Barcelona y el Bayern de Munich
Partido de Euroliga entre el FC Barcelona y el Bayern de Munich - Sputnik Mundo, 1920, 20.04.2021
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El nacimiento en el año 2000 de la Euroliga guarda similitudes con el terremoto suscitado en el fútbol europeo con la creación de la Superliga. La lucha por la gestión de los derechos televisivos o la falta de apoyo de los organismos rectores son situaciones que ya vivió el baloncesto continental, donde la nueva competición acabó por imponerse.
Un antes y un después. Así puede definirse el actual estado de las cosas en el mundo del fútbol tras el anuncio oficial el 18 de abril de la creación de una Superliga de fútbol en Europa, un proyecto auspiciado por 12 equipos históricos del continente. Con el objetivo de generar mayores ingresos y un calendario con choques clásicos cada semana, la iniciativa ha devenido en tensión y guerra abierta entre clubes, entes federativos y organizaciones supranacionales.
Pero no es la primera vez que un deporte de masas atraviesa por una situación semejante. En realidad, el baloncesto experimentó una situación extraordinariamente similar hace 21 años, cuando en octubre de 2000 echó a andar la Euroliga, la competición profesional más importante del mundo tras la NBA estadounidense. Las tensiones generadas a raíz del anuncio de creación de la Superliga Europea de fútbol son prácticamente un calco de las entonces vividas por el mundo de la canasta. Más de cuatro lustros después y tras alguna que otra modificación, la Euroliga es la competición baloncestística de referencia en Europa y su mayor atractivo.
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La Superliga, la manzana de la discordia que divide al fútbol europeo

Derechos televisivos: origen común

En 2000 el español Eduardo Portela anunció la creación de una competición continental a nivel de clubes paralela a la existente Copa de Europa, el histórico torneo que organizaba la FIBA. El motivo fue un conflicto a raíz de la contratación y gestión de los derechos televisivos. Los clubes demandaban ante la FIBA un mayor poder de decisión al respecto, y mostraron desavenencias a cuenta de un contrato suscrito por la FIBA con la compañía suiza ISL por valor de 20 millones de dólares.
Su respuesta fue la creación de un nuevo torneo: la Euroliga. En junio de 2000, nueve equipos continentales (Real Madrid, Barcelona, Baskonia, Olympiakos, Zalgiris, Bennetton de Treviso, Kinder Bolonia, AEK de Atenas y Fortitudo de Bolonia) entraron en oposición abierta con la FIBA y crearon la Unión de Ligas Europeas de Baloncesto (ULEB) para dar forma a la nueva competición. La escisión de la clásica Copa de Europa estaba servida. De hecho, en la temporada 2000-2001, los grandes clubes europeos se dividieron entre los afectos a la FIBA (que cambió el nombre de su competición y la llamó Suproliga) y los partidarios de la ULEB y su nuevo torneo, la Euroliga. El Maccabi de Tel-Aviv quedó campeón de la primera y la Kinder de Bolonia triunfó en la segunda.
Esta situación de dualidad terminó en la temporada siguiente, para la que se alcanzó un acuerdo entre la ULEB y la FIBA. De esta revolución la Euroliga se asentó como la gran competición de clubes de baloncesto en Europa, pues en 2001 los equipos de la Suproliga se integraron en la Euroliga. La FIBA mantuvo la gestión y organización de los campeonatos de selecciones nacionales y en 2004 reconoció a la ULEB como un homólogo en Europa.

Sufrió similar oposición

El actual choque entre los clubes de fútbol promotores de la Superliga con la UEFA y la FIFA recuerda al que hace 21 años sostuvieron los de baloncesto con la FIBA. Las posturas expresadas por los dirigentes de ambos organismos, originarios de la antigua Yugoslavia, han sido en ambos casos muy parecidas.
Si el esloveno Alexander Čeferin, actual presidente de la UEFA, ha amenazado con expulsar de las competiciones a los clubes fundadores y prohibir la participación en torneos de la UEFA a los futbolistas que participen en la Superliga, el entonces secretario general de la FIBA, el serbio Borislav Stanković, advirtió igualmente a los clubes rebeldes con la expulsión de su organización. "Si los clubes se mueven al margen de la FIBA y de las federaciones nacionales, sus jugadores quedarán fuera de las competiciones internacionales", aseguró. Pero nada de esto sucedió y la Euroliga echó a andar.

La gran diferencia

Sin duda es la económica. Las cifras de dinero que se manejan tanto en la Champions League como las previstas de inicio para la Superliga no tienen nada que ver con los montantes de hace 21 años en el baloncesto, mucho más modestos.
Otro aspecto notable y que da una idea de la dimensión del terremoto futbolístico acaecido es su alcance hasta las esferas del poder político. Ningún dirigente político europeo expresó nada al respecto de la aparición de la Euroliga hace 21 años, mientras que el premier británico Boris Johnson, la presidencia de la República Francesa o el Gobierno español sí lo han hecho a colación de la Superliga.
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El carácter semicerrado

Es uno de los puntos que muchos critican al formato de la anunciada Superliga europea de fútbol, al entender que atenta contra el principio de meritocracia. Pues también aquí la Euroliga de baloncesto parece ser un referente para el nuevo proyecto futbolístico a nivel de clubes, dado que presenta un formato semicerrado de competición.
En la Euroliga los 18 mejores equipos de Europa se enfrentan cada semana a lo largo de 34 jornadas mediante partidos de ida y vuelta, a las que sigue una fase de eliminatorias de cuartos de final entre los ocho mejores para dirimir los integrantes de la fase final o final four, donde se disputan las semifinales y la gran final, ambas a un único partido. De esos 18 conjuntos, 11 cuentan con plaza fija en el torneo. Es decir, Real Madrid, FC Barcelona, Baskonia, Panathinaikos, Olympiacos, Fenerbahçe, Efes, CSKA, Maccabi, Žalgiris y Armani Milán, hagan lo que hagan en sus respectivos campeonatos nacionales, siempre disputan la Euroliga. Una situación muy similar a la que gozarían los 15 miembros fundadores de la Superliga de fútbol.
La competición baloncestística completa sus participantes con dos equipos procedentes de la Eurocup (su campeón y subcampeón), dos invitados plurianuales (ahora el francés Asvel de Villeurbanne y los alemanes del Bayern de Munich) y tres invitaciones o wild cards extendidas a equipos destacados en sus países que cumplen una serie de requisitos económicos (como el Alba Berlín). La invitación plurianual a Asvel y Bayern, cuyo fin también es ganar mercado en Francia y Alemania, supone una licencia permanente que en la práctica reduce el acceso a la competición de equipos por méritos de clasificación. Es decir, la Euroliga de baloncesto también es pionera en "atentar" contra la meritocracia, el aspecto que se critica al formato de la Superliga de fútbol.
Fue en 2015 cuando la Euroliga implantó su actual formato, pues hasta entonces contaba con 24 equipos distribuidos en varios grupos antes de pasar a una fase de liga regular de 16 de todos contra todos. El cambio produjo un nuevo choque entre la Euroliga y la FIBA, pues derivó del acuerdo que la primera suscribió con la compañía IMG y que contempló la gestión comercial y explotación de los derechos de imagen y marketing por 10 años y 630 millones de euros.

¿La NBA como referente?

La historia de la Euroliga muestra que es la cúpula de los clubes fundadores la que decide quién juega y quién no (un aspecto que imputan a la Superliga sus detractores). Pero se ha afianzado un modelo de competición casi cerrada del que uno de sus puntos positivos es el incremento de la competitividad y del rendimiento económico (la idea de los promotores de la Superliga).
Es decir, la Superliga de fútbol comparte objetivos para superar la actual situación de crisis económica. "Estamos todos arruinados", ha llegado a afirmar su presidente, Florentino Pérez, quien estima las pérdidas de su club, el Real Madrid, en 400 millones de euros. Y es la máxima competición profesional de baloncesto en EEUU, la NBA, la que tal vez mejor encarne el modelo que se busca implantar en el mundo del fútbol europeo con la nueva competición en ciernes.
La NBA es un torneo cerrado, toma sus decisiones de manera totalmente autónoma y es muy poderoso económicamente. Combina negocio, espectáculo y competición. No existen los traspasos millonarios de jugadores (se efectúan mediante trueques o cesiones de elecciones en las rondas del draft) y hay límites salariales. Y si los dueños y presidentes de los grandes equipos europeos de fútbol normalmente son grandes empresarios, los de los equipos de la NBA suelen ser multimillonarios.
Y acuerdan en junta delegar el poder de las decisiones a un comisionado (Adam Silver en la actualidad), que ejerce de jefe de la NBA. Antes de la pandemia, en la temporada 2019-2020 los 30 equipos que integran esta liga profesional generaron unos ingresos de 7.920 millones de dólares. La media de cada equipo fue 263 millones, tal vez un ejemplo para la Superliga.
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