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El siluro, el monstruo acuático que amenaza a Doñana, la joya ambiental del sur de Europa

© Foto : Cortesía de Ecologistas en AccionSiluro en el Guadalquivir
Siluro en el Guadalquivir - Sputnik Mundo, 1920, 13.04.2021
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A lo largo del río Guadalquivir se está asentando un inquilino indeseado. Se trata de un superdepredador que puede superar los dos metros de longitud y los 180 kilos. El siluro es la tercera especie de agua dulce más grande del planeta y la primera de Europa. Una amenaza gigante para el hábitat de Doñana.
En las últimas semanas se ha confirmado la aparición de individuos de siluro en la cuenca baja del Guadalquivir, cerca de la Reserva de la Biosfera Doñana. Las alarmas han saltado, si el siluro da el salto a Doñana, si es que no lo ha hecho ya, será una amenaza porque esta especie tiende a modificar el hábitat en beneficio propio", nos cuenta Carlos Fernández Delgado, catedrático de zoología de la Universidad de Córdoba (UCO).
Un equipo de la UCO que lidera Fernández Delgado está realizando un estudio para determinar las zonas más sensibles donde intervenir para frenar el asentamiento del siluro. Los efectos que prevén "no son nada halagüeños" ante la expansión de esta especie invasora en el mayor río de la mitad sur de la península ibérica.
Desde el Pleno del Consejo de Doñana ambientalistas e investigadores instan a la Administración ambiental a que actúe de manera inmediata para frenar la invasión del siluro, que tendrá efectos no solo ambientales, sino también socioeconómicos.
El siluro es una especie que puede llegar a vivir 30 años.
"El problema es que una vez que se asiente en el bajo Guadalquivir es imposible erradicarla, no hay vuelta atrás", señala Fernández Delgado.

Efectos de este monstruo acuático

Este nuevo depredador en las aguas andaluzas podría afectar a ecosistemas extremadamente frágiles como el de Doñana, a especies migratorias –incluidas aves en peligro de extinción como las cercetas pardillas o malvasías entre otras– o a reptiles de la Reserva, pero también a la pesquería de Cádiz y Huelva.
Los siluros grandes, que pueden llegar con facilidad a los 2,5 metros, comen hasta patos o perros despistados."Se comen todo lo que les cabe en la boca, y tienen una boca muy grande y voraz, llena de dientes pequeños que hacen que todo lo que entra no pueda salir", detalla a este periodista el investigador del CSIC para la Estación Biológica de Doñana Miguel Clavero. "Son voraces y no hacen distinción, comen aves que estén en las riberas, otros peces y si son siluros pequeños, comen crías y peces más pequeños".
Su presencia en el límite salobre del Guadalquivir, en la Bahía de Cádiz, donde las mareas traen a desovar a diversas especies que de repente se enfrentan a un depredador desconocido, pone en peligro a la industria pesquera de la zona.
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Un depredador venido de muy lejos

La presencia de esta especie originaria de Europa oriental en el Guadalquivir es una alerta que congrega a instituciones y a movimientos ambientalistas. Desde Ecologistas en Acción detallan la captura de un siluro de 100 kilos ya en la provincia de Sevilla, lejos de donde se considera que fue su primer hábitat en Andalucía, que apunta a 2010, en el pantano de Iznájar (Córdoba).
Movimientos ecologistas locales, como WWF definen como tragedia ecológica la aparición de esta especie. "Es como si metiéramos leones en Doñana, para que entiendas qué tipo de animal incluimos en la cadena trófica", explica Juanjo Carmona.
"En estos momentos, entre el 90-95% de la biomasa marina son especies invasoras en las inmediaciones de Doñana, el siluro podría ser ya la puntilla para estos ecosistemas".
Los estudiosos no dejan de llamar la atención sobre la voracidad y la capacidad destructiva de esta especie que precisa consumir un 2% de su biomasa cada día, "es decir, si un individuo pesa 100 kilos, comerá 2 kilos al día de sábalos, que es una especie migratoria, pero si no de cangrejos, de los que haya…", cuenta Fernández Delgado.
Pero, además, el siluro tiene unos patrones alimenticios muy sofisticados que llevan a especializarse en la captura de sus presas en función de su hábitat. "Hemos constatado que incluso, llegan a asociarse para cazar en grupos o que se especializan en cazar mamíferos y aves a través del beaching, como el que hacen las orcas", explica Clavero. Los ataques a aves pueden llegar a constituir un tercio de su dieta.

La evolución de los invasores, ¿cómo ha llegado hasta aquí?

El siluro está incluido desde 2013 en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, está por lo tanto prohibida su introducción en el medio natural, posesión, transporte, tráfico y comercio. Su presencia en las riberas y cuencas mediterráneas "tiene un impacto brutal, ya que son hábitats sin depredadores nativos", detalla Clavero.
Los ríos mediterráneos y en general los de la península ibérica no tienen depredadores en sus aguas ya que se han venido autorregulando mediante las sequías y riadas, pero ahora, "las presas dificultan la regulación que ejercen los caudales y la introducción de depredadores externos que se ha hecho desde décadas atrás pone en riesgo el ecosistema".
En España, en la época del franquismo se decidió introducir en aguas dulces especies depredadoras con la idea de enriquecer los ecosistemas. Así llegaron el black bass norteamericano y el lucio, "introducidos por el servicio de pesca fluvial de la administración en los 40 ó 50, y posteriormente, fuera de control, se introdujo el lucioperca, todos para favorecer la pesca deportiva".
La llegada del siluro a España la llevan décadas padeciendo en el Ebro, de hecho, el siluro y sus ataques a palomas a su paso por Zaragoza son ya una escena de postal que tiene sin embargo su elevado coste ambiental.

Soluciones

La cuestión ahora es ¿cómo afrontar la presencia de este monstruo acuático?
"Lo primero es que las administraciones no empiecen a pasarse la pelota de Medio Ambiente a Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y de ahí al Ministerio de Medio Ambiente. Esto es muy grave y requiere de soluciones urgentes", opina Carmona.
Este medio no ha obtenido respuesta sobre las medidas inmediatas a adoptar por parte de las entidades andaluzas. Lo más grave es que la presencia de especies tan grandes como las capturadas quiere decir que su vida en el estuario andaluz viene de lejos. "Nadie suelta una especie de 100 kilos en el Guadalquivir, claramente esto obedece a una suelta de esta especie desde hace mucho tiempo", valora el responsable de WWF.
"En caso de que se pesque uno de casualidad no es buena idea su devolución", advierten en foros especializados de pesca deportiva. Pero los científicos abogan por intervenciones puntuales .
La solución de la pesca legalizada equivaldría a premiar al delincuente, "si proponemos la pesca como remedio estamos premiando a los pescadores" –los que en su día decidieron soltar siluros en el Guadalquivir–, reflexiona Fernández Delgado, que aboga por más investigación y conocimiento para cifrar y conocer el alcance de este monstruo acuático en el sur de España.
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