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Tras un año, la pandemia deja en Bolivia más pobres que enfermos y muertos

© Foto : Pixabay/Leroy_SkalstadUna persona pobre (imagen referencial)
Una persona pobre (imagen referencial) - Sputnik Mundo, 1920, 10.03.2021
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EL ALTO (Sputnik) — Hace un año se confirmaron los dos primeros, ahora ya son más de un cuarto de millón y siguen aumentando: son las víctimas registradas de la pandemia, pero no son todas ni mucho menos.
Los enfermos y fallecidos a causa de la COVID-19 son fáciles de contar, incluso hay cálculos relativamente certeros de cuántos no figuran en las listas oficiales, pero no pasa lo mismo con los otros afectados, los que perdieron no la salud sino el sustento diario.
"Muchos han quedado sin sus trabajos, los que tenían empleo porque sus fábricas han cerrado y los que vivían de forma autónoma porque ya no venden, o la gente ya no les compra", dijo Dionisio Ayaviri, resumiendo a Sputnik la situación de millares de pobladores de El Alto, ciudad altiplánica anexa a La Paz y habitada mayoritariamente por miembros del pueblo aymara.
"Así, muchos se han vuelto al campo", principalmente a las provincias próximas al lago Titicaca y a la frontera con Perú, señaló Ayaviri, un técnico metalmecánico que se gana la vida con un pequeño taller de construcciones y reparaciones diversas, desde arreglo de puertas hasta fabricación de piezas de automotores.
En su taller en la Villa 16 de Julio, a pocas cuadras de la famosa feria bisemanal que lleva el mismo nombre, Ayaviri dijo que en el último año vio disminuir su propia clientela, hasta casi desaparecer, así como observó reducirse drásticamente la actividad de esa feria, que estuvo incluso cerrada por varios meses.

Un millón de pobres

Una reciente investigación del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) calculó que la contracción económica de 2020 dejó en Bolivia, en el cálculo más optimista, un millón de nuevos pobres, de los cuales al menos medio millón serían personas en condición de extrema pobreza.
Otros cálculos duplican esas cifras, considerando que el Producto Interno Bruto boliviano cayó el año pasado, según las más recientes proyecciones oficiales, en aproximadamente 8,4%.
Este golpe, causado por la crisis económica general y la parálisis económica impuesta por el Gobierno transitorio de Jeanine Áñez para combatir la pandemia —según afirma la administración actual de Luis Arce— anularon los grandes avances que Bolivia había registrado en la reducción de la pobreza en la década anterior.
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"Luego del ciclo largo de políticas exitosas implementadas por el MAS (Movimiento Al Socialismo) para erradicar la pobreza, (...) la ineficacia de la política económica y social del Gobierno de Áñez frente a la pandemia ha provocado un masivo empobrecimiento de la ciudadanía boliviana", señaló el CELAG.
La pobreza extrema volvió a trepar a fines de 2020 a más del 20% de los 11 millones de habitantes de Bolivia, después de haberse reducido a poco más de 10% hasta 2019, calcula el Ministerio de Economía.
Ayaviri, uno de los migrantes campesinos de vuelta en la pobreza, asegura que en el año de pandemia ha sufrido tanto la muerte de familiares y amigos como la partida de otros hacia sus comunidades rurales de origen, poniendo fin a sus sueños de migración permanente a la ciudad.
"Me he quedado solo, porque soy soltero y mis papás y hermanos se han vuelto a la comunidad, y tres sobrinos que vivían con nosotros han muerto por el COVID. Yo creo que mi negocio puede volver a pararse y además no me atrae el trabajo del campo", dijo.
Indicó que sabía de decenas de otros pequeños talleres de metalmecánica que también cerraron por la caída de sus negocios y que, en la Villa 16 de Julio, "la mayor parte" de las tiendas, restaurantes y mercados callejeros seguían sin funcionar desde que fueron forzados a cerrar hace casi un año.
"Ya no es solo porque estén prohibidas algunas actividades, sino que el comercio en El Alto, que es a lo que se dedica la mayoría, está muy venido a menos, no hay ventas y los comerciantes no tienen de qué vivir. Por eso muchos retornan al campo a esperar cuándo podrán volver", añadió.
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Pandemia

Oficialmente, Bolivia registró 255.621 casos de COVID-19 hasta el pasado martes 9, incluidos 11.858 decesos, con lo que marcaba una tasa de letalidad de 4,6%, o casi cinco muertos de cada 100 contagiados.
Varios estudios que cotejaron estos datos con los del registro cívico y otras fuentes aseguran que las cantidades reales de contagios y muertes por la pandemia serían al menos el doble que las anotadas oficialmente.
El 10 de marzo de 2020, cuando confirmó los dos primeros contagios de COVID-19, el Gobierno transitorio dijo que estaba en condiciones de enfrentar a la pandemia.
"Pedimos tranquilidad a la población porque nos hemos estado preparando durante meses para este evento y tenemos el equipamiento suficiente para la contención", afirmó el entonces ministro de Salud, Aníbal Cruz, y no pasó mucho tiempo antes de que quedaran en evidencia las debilidades sanitarias del país.
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Ahora, un año después, el nuevo ministro de Salud, Jeyson Auza, advierte contra "falsos optimismos" que podría provocar la tendencia a la baja de los registros diarios de nuevos casos de COVID-19 —de menos de un millar diario en lo que va de marzo—, admitiendo el persistente riesgo de una tercera ola de contagios.
Entre ambas gestiones, Bolivia constató su grave falta de recursos de salud -técnicos, infraestructura, equipos y profesionales- y pasó por una larga cuarentena que paralizó la economía y golpeó especialmente a los pobladores urbanos más pobres, como los de El Alto, que se vieron impedidos de ganar el pan diario en ventas callejeras o trabajos ocasionales, como solían hacer antes.
El Gobierno actual ha prometido hacer todos los esfuerzos para evitar un nuevo confinamiento, confiando en que las vacunas contra la COVID-19 lleguen finalmente en cantidades suficientes.
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