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Historia de fuego y ceniza: el volcán español que rugió hace 50 años

Volcán de Teneguía (La Palma) - Sputnik Mundo, 1920, 08.02.2021
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Hace 50 años que La Palma vivió la erupción volcánica de Teneguía. Los ríos de lava cambiaron la geografía y aspecto de la punta sur de la isla. A su vez, atrajo la atención de curiosos que viajaron a la isla para ver de cerca el magma caliente. Los turistas llegaron para quedarse.
Corría el año 1971. Era octubre. La naturaleza rompía la calma que imperaba en la sosegada isla de La Palma. Al menos, en aquellos tiempos. El peligro no amenazaba desde el océano Atlántico. Tampoco del soplo de los alisios. Esta vez, la propia tierra era la causante del nerviosismo de los palmeros. Los terremotos se repetían bajo sus pies. El suelo se agitaba sin parar, torciendo el gesto de los habitantes de la Isla Bonita. 24 horas antes del 26 de octubre se registraron hasta 1.000 sacudidas. Una fecha clave en la cronología de aquel tranquilo lugar.
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A través de seis bocas, el suelo vomitaría magma durante 23 días. La Palma olería durante casi un mes a gases sulfúricos y no cesaría de temblar. En el lugar de la erupción, centenares de curiosos con sus cámaras para fotografiar la que hasta la fecha es la penúltima erupción volcánica vista en España. La última ocurrió al sur de la isla de El Hierro, bajo el mar, a 400 metros de profundidad.
La lava destrozaría la geografía de la punta sur de La Palma. Un cono de color rojizo y 439 metros de altura asomaba en el horizonte. Había nacido un nuevo volcán, el Teneguía. A su alrededor, un maremágnum de fallas, cráteres y conos que pierden altura a medida que se acercan al océano. Nada queda de la antigua playa, aunque se formó una nueva por la interacción con el mar. El magma cayó en las aguas, acumulándose en el fondo marino. Al solidificarse la lava se formó una plataforma conocida como isla baja, lo que estiró La Palma más allá de su punta sur. La ínsula había ganado dos millones de metros cuadrados al mar.
El Teneguía alteró el sosiego de la Isla Bonita. Y no solo por el rugido de la erupción. El surgir de un nuevo volcán puso a La Palma en el centro del mapa de innumerables viajeros. El enclave canario pasó de ser un desconocido a convertirse en una atracción más de la industria turística. El nombre de la isla quedó grabado con fuego en la retina de aquellos que la visitaron para ver los ríos de lava, pero también en las hojas de ofertas de los turoperadores.
CC BY 2.0 / Schenk & Schüler / Volcano de TeneguíaVolcán de Teneguía (La Palma)
Volcán de Teneguía (La Palma) - Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
Medio siglo después del suceso, La Palma ha cambiado. La atmósfera de tranquilidad no se ha resquebrajado. Al menos, cuando no se escuchan los motores de los aviones que aterrizan en el aeropuerto. El volcán surgido el 26 de octubre de 1971 es uno de los principales atractivos de la isla. Es habitual ver a grupos de personas recorrer los senderos que serpentean a su alrededor. O subir al Mirador de San Antonio. O conocer los faros de Fuencaliente, el nuevo y el viejo, casi destruido por la erupción. Una zona declarada como Monumento Natural de los Volcanes de Teneguía desde 1987. Espacio en el que concluye la llamada Ruta de los Volcanes: 22 kilómetros que une la punta sur con los muros de la Caldera de Taburiente.
CC BY-SA 2.0 / Axel Brocke / Los Canarios (La Palma) - Vom Teneguía zur KüsteRuta de senderismo dentro del Monumento Natural de los Volcanes de Teneguía (La Palma)
Ruta de senderismo dentro del Monumento Natural de los Volcanes de Teneguía (La Palma) - Sputnik Mundo, 1920, 11.02.2021
En Teneguía, el suelo todavía está caliente si se escarba un poco. No obstante, ya no es todo tierra negra y roja. Entre los recovecos de roca nacen plantas. En las laderas, desgastadas por la erosión, se encaraman ejemplares de pino canario. Los matorrales abundan en un territorio que años atrás ardía. Solo los flashes de las cámaras y los pasos de los visitantes perturban el calmado ritmo, marcado por las olas del mar y el susurro del viento. La serenidad de un lugar que nació del estruendo. Curiosa contradicción.
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