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A Dios, Diego

© REUTERS / David MoirDiego Maradona, foto de archivo
Diego Maradona, foto de archivo - Sputnik Mundo
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Súbito. Así fue el vuelo que emprendió Diego Armando Maradona en este 2020, un año despiadado como pocos, que se llevó por delante la vida del fútbol total. Diego fue ese Dios que nunca quiso ser, amo y señor, por irrepetible, del deporte que levanta más pasiones sobre la faz de la Tierra. Y él, más que nadie.

Asalto al poder

¡Cómo grité aquel gol a los ingleses! Y es mucho decir sin ser yo argentino. Y lo grité así por un montón de cosas. Por algunas que ni siquiera tenían que ver con el fútbol. Pero sobre todo porque fue una obra de arte inigualable. Me refiero al segundo gol, el de "la jugada de todos los tiempos" que les convirtió el Diego aquella tarde en el estadio Azteca de México. Porque el primer gol, más que gritos, me arrancó carcajadas, de esas cómplices, como cuando presencias una broma insolente entre amigos. De esas carcajadas que se escuchan hasta en la casa del vecino.
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Pero lo que más carcajadas me arrancó, aunque en otra tonalidad, fue la reacción despechada de muchos ciudadanos del Reino Unido: nativos de un imperio que históricamente se arrogó patente de corso alrededor del mundo, llamó tramposo —dejando de lado su flema característica— a un jugador de fútbol, al mejor de todos, por haber hecho un gol con la mano. Para muchos ingleses, ofendidísimos, Diego será siempre ese ladrón, y el pirata John Drake, un caballero, tal como lo nombró la reina Isabel I. Todo normal.
Pero en el mundo de la pelota, esa que no se mancha como dijo el Pelusa, Diego fue mucho más que esos dos goles frente a Inglaterra, donde en menos de cinco minutos sintetizó la existencia misma del ser humano. Y fue mucho más de lo que hizo en cada cancha que pisó, siempre con la misma pasión y entrega. El mejor exponente que tuvo el fútbol, fue también el más aguerrido gremialista en genuinas reivindicaciones para sus pares.
​En aquel mundial comenzó su enfrentamiento a la cúpula de la FIFA por hacerles jugar en pleno mediodía con temperaturas elevadísimas porque era negocio. Porque alguien al otro lado del mundo, y que pagaba por las transmisiones, tenía que ver los partidos a una hora cómoda. ¡No vaya a ser que tuvieran que interrumpir su sueño para que Diego los deleitara con su magia! Ahí empezó su lucha contra la FIFA, y el ensañamiento automático del máximo organismo del fútbol en su contra. Ahí, empezaron a cortarle las piernas.

Diego en 'otras canchas'

Más allá del fútbol, el 10 también fue solidario con los más desfavorecidos. Y el ejemplo paradigmático será para siempre aquel partido que jugó en una cancha de barro. Auténtico defensor de las causas justas, llegó a sus oídos que el Nápoles, equipo en el que acababa de recalar, había rechazado el pedido de un padre afligido para hacer un partido amistoso para recaudar fondos porque su hijo necesitaba una operación para la cual no tenía dinero con qué pagar. Era el año 1984 y el Pelusa organizó el partido donde marcó dos golazos con su firma en aquel potrero de Acerra, una localidad cercana a Nápoles.
Aquella era una cancha a la que muchos cracs de hoy no se animarían a acercarse ni a un kilómetro, por miedo a lesionarse con solo ver el terreno de juego. Las comparaciones son odiosas, pero a veces inevitables. Mucha valentía Diego, entonces. Mucho de otra cosa en otros, ahora. Ya no hablemos de las patadas salvajes que recibía, incluso en partidos amistosos. Si hoy a varios les pegaran como a él, probablemente ya se habrían retirado del fútbol hace rato.
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De nada de esto hablan hoy los lenguaraces que reclaman sus 15 minutos infames de fama a su costa. Ya lo había dicho el propio Diego en una ocasión: "Tampoco muerto encontraría paz. Me utilizan en vida, y encontrarán el momento de hacerlo estando muerto".
Una vez fallecido, muchos levantaron la mano, como si estuvieran libres de pecados, para hablar de la vida privada de Maradona en una gran demostración de falta de tacto y de respeto, de un amarillismo propio de la prensa del corazón. Y también en una exhibición de falta de comprensión lectora o padecimiento de una severa sordera. O de mala intención. Porque el propio Maradona se encargó de hacer los descargos en su momento: "Solo les pido que me dejen vivir mi propia vida. Yo nunca quise ser un ejemplo". Pero claro, no hacerse con su ración de 15 minutos de fama en una ocasión así, no es de recibo para gente de cierta catadura.
​Un tipo de catadura que también demostró, pero en otro terreno, el exfutbolista inglés Peter Shilton, quien sufrió los dos goles históricos en aquel partido frente a Argentina en México. Tras la muerte del Pelusa, Shilty se desfogó en el Daily Mail en un artículo del que ya no se vuelve: "Lamento que muriera, mando condolencias a su familia. Sin dudas fue el mejor futbolista que enfrenté, pero al día de hoy no lo perdono ni perdonaré. Jamás se disculpó, nunca dijo 'hice trampa' e inventó eso que llaman la mano de Dios".
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Lo dice además en un momento en que todo ofende al íntegro e intachable Reino Unido, en lo que se está convirtiendo en un ombliguismo fundamentalista, y donde se castiga a quienes osen expresarse en términos existentes en otras culturas. Una auténtica caza de brujas.
Bueno, en realidad Diego sí se disculpó por esto a su manera hace mucho tiempo: "¿El primer gol a Inglaterra? Fue la mano de Dios. Les ofrezco mil disculpas a los ingleses, de verdad, pero volvería a hacerlo una y 1.000 veces. Les robé la billetera sin que se dieran cuenta, sin que pestañearan". Si le ofreció disculpas a los ingleses, y Shilton es inglés… un silogismo básico.
Lo que Shilton debería hacer es practicar la honestidad de una buena vez y reconocer que él fue el gran responsable de recibir ese gol: un portero de 1,83 metros de estatura con sus brazos en alto, no podía perder nunca en el salto frente a un jugador que medía 1,65 metros. Lo que pasó en aquel momento, Shilton, fue que saliste tarde y mal. Y otra vez Shilton —ahora con tus declaraciones— vuelves a salir tarde y mal. Y otra vez vos Diego, te adelantas a todos para volar alto. Porque se dice que a los grandes, Dios suele reclamarlos pronto. A Dios, lo que es de Dios. A Dios, Diego, buen vuelo. El fútbol, al diablo.
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