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¿Quién fue la niña esclava africana que conquistó la realeza británica en el siglo XIX?

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Sarah Forbes Bonetta tenía ocho años cuando llegó a Inglaterra desde un poderoso reino africano. Su familia había sido asesinada y ella, convertida en esclava hasta que un capitán de la Marina Real británica la rescató. La reina Victoria del Reino Unido, conmovida y conquistada por la inteligencia y simpatía de la niña, se convirtió en su madrina.
En 1850, el capitán Frederick E. Forbes, al comando del barco HMS Bonetta de la Marina Real británica, se encontraba en su segunda misión en el reino de Dahomey —en la costa oeste africana—. Se trataba de una zona yoruba, un grupo étnico de África occidental que ocupa en el presente los territorios de Nigeria y Benín. La principal fuente de riquezas de Dahomey era entonces el tráfico de esclavos.
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Cuando se reunieron, el monarca le entregó a Forbes una niña negra como regalo. Había sido tomada prisionera durante una de las frecuentes guerras que Dahomey sostenía con otros reinos de la región. Los sobrevivientes eran capturados y comercializados como esclavos.
"Es habitual reservar a los mejores nacidos para las altas demandas de la realeza y la inmolación en las tumbas de los nobles fallecidos. Para uno de estos fines estuvo detenida en la corte durante dos años, lo cual prueba, al no ser vendida a traficantes de esclavos, que ella era de una buena familia", escribió el capitán en sus memorias.
Según Forbes, los padres de la niña habían sido decapitados, y la pequeña no supo decir qué les pasó a sus hermanos y hermanas. El marino tomó a la niña bajo su cuidado para salvarle la vida. "Un regalo tan extraordinario habría sido como mínimo una carga (...) Rechazarla habría sido firmar su sentencia de muerte, la cual, probablemente, habría sido ejecutada de inmediato", reflexionó.
Ya en Inglaterra, la pequeña Sally, como era llamada cariñosamente, vivió con Forbes y su familia. Tomando el apellido de su rescatador y el nombre del barco que la llevó desde África, la niña fue bautizada como Sarah Forbes Bonetta.

¿Cómo conoció a la reina?

© Foto : Pixabay/Alexander Gresbek Victoria Memorial, monumento a la reina Victoria en Londres
Victoria Memorial, monumento a la reina Victoria en Londres - Sputnik Mundo
El capitán Forbes comunicó por carta la situación de Sarah a la reina Victoria, a través de la oficina del Almirantazgo —departamento de Estado responsable de la Marina Real británica hasta 1964—. La respuesta de la reina fue "que estaba encantada de organizar la educación y el posterior destino de la niña", escribió el marino.
La reina pidió conocer a Sarah. El 9 de noviembre de 1850, Forbes se presentó con la niña en el castillo de Windsor, residencia de la familia real, donde fueron recibidos por Victoria y el príncipe consorte Alberto. En su diario, la reina anotó que la niña era "aguda e inteligente".
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El capitán Forbes también destacó la inteligencia de Sarah. "Para su edad, supuestamente ocho años, es una perfecta genia. Ella habla bien inglés ahora y tiene un gran talento para la música. Se ha ganado el cariño, con algunas pocas excepciones, de todos quienes la han conocido, por su conducta dócil y amable", escribió en su diario.
Durante los siguientes meses, Sarah continuó visitando a la reina, quien no dejaba de admirar la inteligencia de su protegida. Por ese entonces, Sarah comenzó a padecer algunos problemas de salud y toser con frecuencia, quizá los primeros indicios de la tuberculosis que la afectaría con mayor gravedad años después.
En 1851, Sarah fue enviada a Sierra Leona para estudiar en una institución educativa de la Church Mission Society —CMS, una sociedad de misioneros cristianos evangélicos fundada en Londres—. Allí permaneció hasta 1855, cuando por orden de la reina volvió a Inglaterra. A su regreso, la reina la envió a vivir con el reverendo J.F. Schön, de la CMS, y su esposa en Chatham (sureste).
​La hija del matrimonio que acogió a Sarah, Annie C. Higgens, relata en The Church Missionary Gleaner, publicación de 1881, qué sucedió con Sarah en esos años. Higgens fue la profesora de inglés y francés de Sarah, mientras que el reverendo le enseñó alemán.
"Era muy inteligente y lista, disfrutaba de estudiar y tenía un gran talento para la música. Pronto se volvió tan dotada como cualquier chica inglesa de su edad. Su disposición era extremadamente vivaz (...) Era muy afectuosa y cálida, y parecía sentirse parte de nuestra familia llamando 'papá' y 'mamá' a mis padres", escribió Higgens.
Higgens asegura que la reina Victoria se interesaba de veras en Sarah. En verano y en Navidad, Sarah iba de visita a Windsor o al palacio de Osborne, antigua residencia de la Corona en la isla de Wight, al sur de Inglaterra. En esas ocasiones, se hospedaba con la familia de alguno de los funcionarios de la casa real, y la reina la mandaba buscar para verla a solas y darle algún valioso regalo.
© Foto : Pixabay/jongeohall Casa Osborne, en la isla de Wight
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La reina invitó a Sarah a algunos eventos importantes. El 25 de enero de 1858, la princesa Victoria, hija mayor de la reina y el príncipe Alberto, se casó con Federico, príncipe heredero del reino de Prusia —estado europeo que existió entre 1701 y 1918, y comprendía territorios de la actual Alemania y Polonia, entre otros—. Por invitación directa de la reina, Sarah asistió a la boda que se celebró en la capilla real del Palacio de St. James en Londres.
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Y no solo eso. "Con su habitual consideración, la reina le envió un espléndido vestido, capa y tocado para vestir en la ocasión, y también le dio retratos de la pareja real", según Higgens.

¿Qué pasó con Sarah?

Con la aprobación de la reina, Sarah se casó el 14 de agosto de 1862 con James Davies, un comerciante de origen yoruba, nacido en Sierra Leona. Posteriormente, la pareja se fue a vivir a la colonia de Lagos, hoy ciudad de Nigeria. Allí nació su primera hija, bautizada Victoria en honor a la reina, su futura madrina, a quien conoció en persona en 1867, según informa la organización de caridad English Heritage, dedicada al cuidado de edificios, monumentos y lugares históricos de la nación británica.
La tuberculosis, enfermedad que aún no tenía cura, se manifestó durante los últimos años de la vida de Sarah. Con el propósito de buscar alguna mejoría en su salud gracias al clima, la familia se trasladó en 1880 a Funchal, en la isla portuguesa de Madeira, ubicada en el océano Atlántico a unos 700 kilómetros de la costa de Marruecos, oeste de África. Sarah murió allí, a los 37 años, el 15 de agosto de ese mismo año.
​Victoria Davies, la hija de Sarah y James, continuó bajo la protección de la reina. Se casó con un médico llamado John Randle, y tuvieron una hija y un hijo. La niña se llamó Beatriz, en honor a la menor de las hijas de la reina Victoria, la princesa Beatriz, quien fue madrina de la nieta de Sarah.
La reina Victoria murió el 5 de agosto de 1901. Hasta sus últimos años de vida, siguió interesándose por la familia de Sarah, y recibiendo la visita de su ahijada Victoria Davies y sus pequeños hijos en el castillo de Windsor.

La historia de Sarah sale a la luz

En el octubre de 2020 fue revelada una nueva pintura que retrata a Sarah, comisionada por English Heritage a la artista Hannah Uzor como parte de una serie de retratos de personas negras de relevancia histórica. La obra fue expuesta en el palacio Osborne, donde Sarah visitaba la reina Victoria durante el verano.
"Ver a Sarah regresar a Osborne, el hogar de su madrina, es muy satisfactorio, y espero que mi retrato signifique que más personas descubran su historia", señaló la artista.
"Lo que encuentro interesante de Sarah es que desafía nuestras suposiciones sobre el estatus de las mujeres negras de la Gran Bretaña victoriana. También me sentí atraída por los paralelismos con mi propia familia y mis hijos, que comparten la herencia nigeriana de Sarah", dijo Uzor sobre la niña esclava que se volvió protegida de la reina Victoria.

Breve historia de la esclavitud transatlántica

El llamado comercio atlántico de esclavos, es decir el tráfico de esclavos africanos realizado por países europeos a las Américas y el Caribe durante más de 300 años, entre los siglos XVI y XIX, es referido a menudo como el primer ejemplo de globalización, según Naciones Unidas. El Reino Unido fue una de las potencias que dominaron el comercio de esclavos en ese período.
De acuerdo a los Archivos Nacionales del Reino Unido —TNA, por sus siglas en inglés—, el Reino Unido transportó 3,1 millones de esclavos africanos hacia las colonias británicas del Caribe, América del Sur y del Norte, y otras naciones, aunque llegaron efectivamente 2,7 millones. Los demás murieron durante la travesía.
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En 1807, el Parlamento británico promulgó el Acta de Comercio de Esclavos para prohibir el comercio y acabar con la esclavitud. Sin embargo, el tráfico continuó en otros lugares del Imperio británico. En 1833, el mismo Parlamento abolió la esclavitud en Indias Occidentales, así como en Canadá y en Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica). No obstante, la esclavitud siguió existiendo en otros territorios británicos.
Luego de estas sucesivas actas, según TNA, el Reino Unido se posicionó como un garante de la abolición del comercio de esclavos. De esta manera la Marina Real recorría el Caribe y las costas orientales de África con la misión de detener a los traficantes ilegales.
Esas misiones buscaban además convencer a los pueblos africanos con los que mantenían buenas relaciones diplomáticas de sustituir el comercio de esclavos por otras actividades productivas, como la extracción de aceite de palma para exportarla y sostener sus economías de esa manera, como se intentó hacer en Dahomey.
A pesar de las prohibiciones, el comercio atlántico de esclavos no finalizó por completo hasta que la esclavitud fue abolida en Cuba y Brasil, en 1886 y 1888 respectivamente.
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