La historia de los epitafios y frases eternas

© Sputnik / Alberto García PalomoTumba de Carrero Blanco en el cementerio de Mingorrubio (Madrid)
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En los sepulcros, en las lápidas o láminas que son colocadas junto al enterramiento: allí aparecen los epitafios. Son mensajes, frases, recuerdos que honran la memoria de la persona que ha fallecido. Los hay graciosos, insólitos, y bonitos. Se remontan a los antiguos egipcios, pero se utilizan hasta hoy. Conoce su historia.

Uno de los epitafios que ha estado sonando en todo el mundo en estos días es el de Diego Maradona, que hace 15 años había pedido que cuando falleciera escribieran en su tumba "Gracias a la pelota". En esa corta y sencilla frase, el Diez resumía su vida, y honraba al fútbol. Pero también los ha habido muy famosos y memorables, como el del antiguo filósofo Séneca ("Es más digno que los hombres aprendan a morir que a matar"), o el del vocalista de The Doors, Jim Morrison ("Cada uno es dueño de los demonios que lleva dentro"). 

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Los epitafios tratan de condensar un carácter, resumen años de vida, amores y pasiones, y acompañan la muerte. 

Su origen se remonta a las inscripciones en las lápidas que se realizaban en el antiguo Egipto, cultura que desde sus inicios realizó ceremonias y rituales a sus difuntos. Según el blog Curiosidario, sobre curiosidades de la lengua española, para los egipcios era fundamental que las frases en las tumbas fueran versos, porque las utilizaban para realizar ritos de invocación. 

Con el paso del tiempo, de tan hermosos que eran, los epitafios terminaron convirtiéndose en un subgénero literario lírico: expresaban intimidad y nostalgia de manera muy refinada, pero generalmente (y principalmente en sus comienzos) también eran frases claras y cortas. 

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Su valor poético, causó interés en los griegos y originó que adoptaran la costumbre. Después la tradición fue adoptada por los romanos, y después, por los cristianos. 

Según la Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México, la epigrafía se generalizó hacia mediados de siglo XIX, "como expresión de las aspiraciones de ciertos grupos sociales deseosos de escapar al entierro anónimo y de hacer visible su presencia en el entramado social", según cita de Representaciones familiares en los epitafios familiares del siglo XIX, libro de Alma Victoria Valdés.

Hoy se pueden ver epitafios en los cementerios, colocados en las lápidas, junto al nombre de la persona difunta, y la fecha en que nació y murió. Actualmente nos podremos encontrar con epitafios sencillos y cortos, pero también con mensajes encriptados, sin sentido, o muy graciosos. 

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