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Sahara Occidental: cine, deporte y ayuda internacional para paliar el sufrimiento
Por Sergio Hernández-Ranera Sánchez
El alto el fuego vigente se ha roto. Tras los últimos acontecimientos en el paso fronterizo de El Guerguerat, el Frente Polisario da por finiquitado el acuerdo de 1991
y reanuda las operaciones militares.
Todo empezó en noviembre de 1975, cuando se concatenaron unos hechos clave: el deterioro irreversible del dictador Franco, el inicio de la salida de las tropas y administración españolas del terreno, su ocupación por parte de Marruecos y Mauritania, y el progresivo inicio de un conflicto entre los habitantes saharauis de la colonia y sus vecinos, que exigían su posesión.
Se desató una guerra de 16 años y el éxodo hacia el desierto de gran parte del pueblo saharaui. Mauritania fue derrotada y el Frente Polisario suscribió un alto el fuego con Marruecos. Como resultado, el Sahara Occidental es el único territorio de África que no ha concluido su proceso de descolonización, su población ha quedado dividida en dos franjas separadas por un muro y el derecho a la autodeterminación sigue sin ejercerse.
En 1965 las Naciones Unidas exhortaron a España a iniciar el proceso de descolonización del Sahara Occidental, petición a la que siguieron otras seis resoluciones más hasta 1973. Además de solicitar a España su salida de la región, se le pedía organizar un referéndum tutelado por la ONU para dar la posibilidad a la población de ejercer su derecho a la autodeterminación.
El 6 de noviembre de 1975 irrumpió en el territorio la Marcha Verde, el traslado a pie de más de 350.000 civiles marroquíes que el rey Hassan buscaba instalar en el territorio como modo de hacer presión. Agitaban banderas de Marruecos y EEUU . Así acabó un proceso incompleto de descolonización y empezó la tragedia saharaui. El contingente penetró unos kilómetros en el territorio plantándose ante las tropas españolas, que no detuvieron el avance ni lo reprimieron. Franco había sufrido una hemorragia interna y se hallaba inconsciente. Pero todo estaba pactado previamente.
Y el 14 de noviembre se suscribieron los Acuerdos Tripartitos de Madrid, por los que España (cuyo firmante fue el príncipe Juan Carlos de Borbón en calidad de jefe del Estado en funciones), cedió la administración del territorio a Marruecos y Mauritania. La ONU nunca reconoció el acuerdo.
Los mauritanos fueron derrotados y expulsados en 1979, pero los marroquíes siguen controlando la mayor parte del territorio, que los saharauis proclaman República Árabe Saharaui Democrática (RASD) un día después de marcharse los españoles.
También se produjo el trágico éxodo de la mitad del pueblo saharaui, que tuvo que huir a pie por el desierto mientras aviones marroquíes les bombardeaban con napalm y bombas de fósforo blanco.
Los supervivientes se refugiaron en la llamada hamada argelina, la parte más inhóspita del desierto del Sáhara y que se halla en el sur de Argelia, en las proximidades de la región de Tindouf, donde todavía hoy viven en condiciones muy duras casi 180.000 personas, la mayor parte mujeres y niños.
Tras haber estudiado en Cuba, Argelia, Libia, incluso la URSS y España, regresaron a los campamentos, pero éstos no son más que una solución temporal, pues los refugiados saharauis en Tinduf viven a base de la ayuda humanitaria internacional y su vida la quieren construir en su país, no en uno prestado.
Este estatus de la mujer saharaui también se expresa en dos de las actividades que la solidaridad internacional para con la causa saharaui organiza cada año en los campamentos de Tindouf, donde las féminas también toman parte activa en el Festival Internacional de Cine del Sahara (FiSahara) y en el Sahara Marathon, carrera que se disputa por el desierto.
Y en los campamentos, dos iniciativas de alcance internacional trasladan el mundo del cine y del atletismo a los saharauis: el FiSahara y el Sahara Marathon.
El FiSahara brinda la posibilidad no solo de disfrutar de proyecciones de películas y cortometrajes bajo un cielo totalmente estrellado; también organiza talleres y charlas tras el pase de las cintas.
Público, personal técnico y actoral, y cooperantes acude a Tindouf en un par de aviones. También es frecuente la implicación de profesionales españoles, estrellas internacionales incluidas, como Javier Bardem (en 2008) y María Valverde (2007).
Todo el mundo se aloja en las jaimas y casitas de adobe de sus familias de acogida. Como explica a Sputnik María Carrión, directora ejecutiva de FiSahara, otro de los objetivos del festival es que "durante el resto del año el cine se utilice como una herramienta, hacer proyecciones propias y abrir debates a través de la escuela de cine local que se ha creado".
Desde su creación en 2003, otro de sus objetivos es dar visibilidad internacional al conflicto. Carrión, que es cofundadora de Nomads HRC, la organización encargada de la producción del festival y su internacionalización, señala que el FiSahara es miembro de la red de festivales de cine de Derechos Humanos (Human Rigths Film Network). "Así hemos podido llegar a públicos que jamás habían oído hablar del conflicto. Hemos estado en República Checa, Colombia, Lituania, también en EEUU". Carrión afirma que en este último país los espectadores son muy receptivos, "un territorio virgen para la causa".
"Estuvimos en la Universidad de Nueva York (NYU) y también en Berkeley, a través del Centro de Derechos Humanos. Todo el mundo quedaba muy sorprendido al enterarse de la problemática del Sahara, del paralelismo con Palestina. Tal es el impacto de una proyección seguida de un debate".
Photo: © Carlos Cazuroo
Otro aspecto que cuida el FiSahara es la promoción de estudiantes en el séptimo arte. "Varios estudiantes luego han estudiado en la Escuela de Radio y Televisión de La Habana. Uno de sus graduados dirige ahora la escuela de cine en los campamentos.
Otras tres personas han pasado por el Instituto de Cine de Madrid y dos más siguen becadas allí", cuenta Carrión, quien afirma que así queda garantizada la continuidad y un enfoque cinematográfico saharaui, "que es imposible que alguien de fuera aporte".
La carrera no reúne atletas profesionales (una semana en el desierto tendría graves consecuencias para su meticulosa preparación), pero sí a semiprofesionales, aficionados y antiguas estrellas, como los excampeones del mundo Martín Fiz (en la edición de 2009) y Abel Antón (en 2006).
Si un maratón es ya de por sí una prueba dificilísima, correr uno por el desierto se convierte en una peripecia. Es una carrera popular, abierta a todo el mundo que deseé participar. No solo se corre la prueba de los 42,195 km, también sobre distancias de 21, 10 y 5 km. Además hay carreras infantiles.
Sin embargo, a diferencia de las carreras populares, su objetivo no es perpetuarse en el calendario deportivo; su misión es desaparecer.
Al menos que no vuelva a disputarse en Tinduf, que los 42'195 km se corran algún día junto a los territorios del Sahara bañados por el océano Atlántico.
Los refugiados alojan en sus viviendas a los participantes, cuya expedición parte en tres aviones desde España.
El fomento de la práctica deportiva es también clave; el ejercicio físico revitaliza el organismo y hace que el cerebro libere substancias antidepresivas.Con el contingente de corredores llega también un cargamento de ayuda: ropa, botiquines, vitamina C, gafas de sol, zapatillas.
Para Diego Muñoz Avia, director del Sahara Marathon, el evento es una expresión de la transversalidad de la causa saharaui en la sociedad. "En el espectro político también hay transversalidad", declara a Sputnik.
"Solo hay un partido que no apoya a los saharauis: el que está en el Gobierno, sea el que sea. Porque todos han apoyado la causa en algún momento, hasta que llegan al poder y tienen relación directa con Marruecos, Francia y EEUU".
Pero la preparación psicológica ayuda a superar el doloroso trance y el atleta continúa corriendo. Primero se vence a sí mismo y luego, quizá, también a los demás competidores. Los saharauis llevan años experimentando el rigor de su propio muro, dado que lleva atrapado en su particular "maratón" 45 años. Su vida también está jalonada por otro muro, en este caso tangible, de 2500 km de longitud y con campos de minas a su alrededor. Marruecos lo construyó y fortificó con tropas en los años ochenta para dividir el Sáhara en dos partes y que los saharauis tuvieran más difícil combatir.
De tal manera, las personas que quedaron en una parte del muro, por ejemplo en su capital histórica de El-Aaiun, no pueden atravesarlo para visitar a sus familiares alojados en los territorios liberados o en los campamentos de refugiados en Argelia. Quien pasa al otro lado, no regresa, por lo que hay familias que hace casi 40 años que no se ven.
La resonancia internacional del evento le ha jugado malas pasadas. En 2012 el Ministerio de Exteriores de España alertó de una amenaza islamista en la zona. Y la edición de 2013 tuvo que cancelarse "porque hubo un ataque tremendo a una planta de gas en el este de Argelia y se creó una alarma internacional". Y en febrero de 2020 los servicios de inteligencia franceses avisaron de otro posible ataque. "Hablamos con todo el mundo que pudimos y decidimos ir para allá, donde nos encontramos con la normalidad absoluta de siempre", recuerda Diego Muñoz.
La estancia de los participantes en los campamentos dura una semana. El día de la competición, no es inusual que algunos de ellos expresen otras reivindicaciones nacionalistas ajenas al Sahara.
"Desde la organización siempre hemos intentado evitarlo, no por ir contra ninguna causa, sino sobre todo por no dispersar el mensaje de la carrera", explica Diego Muñoz, quien considera "inoportuno" que en el momento de la foto oficial algunas personas exhiban otros símbolos. "La bandera que hay que sacar es la saharaui", constata. "En el momento en que pones la bandera saharaui al lado de la estelada o la ikurriña, estás perjudicando a la causa saharaui".
Pero como siempre sucede ante la aparición de cualquier crisis, los refugiados sufren especialmente. "Hemos tenido contagios en agosto y septiembre, 28 casos con dos fallecimientos", añade al respecto Abdulah Arabí, delegado del Frente Polisario en España. "Nos ha generado una crisis alimentaria y educativa, la ayuda no llega. Pero si la pandemia entra en los campamentos, desaparecemos del mapa", asegura.
"Nuestro margen de maniobra para celebrar una edición en condiciones de virtualidad se ve reducido por las limitaciones tecnológicas de los campamentos", declara por su parte María Carrión. "La edición de 2020 del FiSahara estaba planeada para abril, pero ya en marzo decidimos posponerla, sin conocer la envergadura de la crisis. La pospusimos para octubre, y tampoco ha podido ser", se lamenta. "Porque el sentido de la edición de este año era enfocar el tema del silencio, romper el silencio internacional de los últimos 45 años".
En su lugar, en los campamentos se han organizado actividades y alguna proyección. "El proyecto de Vacaciones en Paz se reformuló e hicimos una especie de FiSahara 'mini', dirigido a un público infantil", concluye.

Fotos: SHR, Giulio Paletta, David Plaza, Diego Muñoz, Carlos Cazuroo, Delegación del Frente Polisario para España
Texto: Sergio Hernández-Ranera Sánchez
Diseño: Alexandra Bondarenko