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Detrás del gran invento argentino hay una historia de perseverancia, sacrificios y riesgos. El sifón hoy está en góndolas de supermercados europeos porque un hombre que repartía soda en un carro cinchado por caballos logró negociar con Coca Cola y convertirse en su proveedor. Conoce al sodero argentino que reinventó el sifón.
Los primeros años fueron duros. En un reportaje del diario argentino Clarín, se relata que César Darritchon tenía 11 años cuando empezó a ganarse sus primeros pesitos: después de la escuela y los deberes, vendía garrapiñada en una estación de tren de La Matanza, provincia de Buenos Aires, Argentina. Los fines de semana se hacía de otros más: repartía leche y soda junto a su padre, que desde arriba del carro cinchado por caballos gritaba: "soderooo".
Quizá ahí empezó su amor por la soda. "Los soderos somos tipos que tenemos burbujas en la sangre. El sifón es como un hijo para nosotros", contó a Clarín.
Con el carro trabajaron varios años, hasta que pudieron comprar un tractor para repartir. Pero el gran cambio vendría en 1979, cuando fundaron su primera fábrica de soda: Jáuregui. Hoy, 41 años después de aquella inauguración, Darritchon tiene 63 años, una fábrica que ocupa 8.000 metros cuadrados, y un contrato con Coca Cola Company. ¿Su invento? El pico del sifón.
A fines de la década de 1990 Darritchon creó una tapita con una válvula que distintas empresas de gaseosas de Francia, España, Italia, Australia, Rusia, Bulgaria, Portugal, Bielorrusia y México, entre otros países, compran para colocarselas a envases de plástico y venderlas como "sifón" de soda descartable, en los supermercados. Antes, en las góndolas, solo se veían botellas de agua con gas. Coca Cola las usa para Ciel, su línea de agua en México.
"Estaba en las oficinas de Coca Cola y me acordaba del caballo, del tractor, del barro de las calles de La Matanza, de los días de reparto con lluvia o frío, de cuando gritaba 'soderooo'... Me pasé 30 años trabajando en la calle. Ese fue mi máster. Se me pasaba todo por la cabeza. Y me decía ¡y ahora estoy acá!", le dijo Darritchon a Clarín.
A diario, la fábrica de Darritchon produce 500.000 tapitas con válvula. El 65% lo vende en todo el país, el resto termina en containers que viajan al extranjero. Cada semana de la fábrica de Darritchon parten al mundo tres contenedores con 300.000 tapitas con válvula, que anualmente convierten en sifón a cerca de 60 millones de botellas.
CC0 / Pixbay / Sifón 'for export': cómo un invento argentino llegó a los supermercados de todo el mundo
"En la vida, la adversidad siempre es un poco necesaria (...). Por más dinero que tengas, hay muchas cosas que no vas a entender si no empezás de abajo. Y cuando tenés la experiencia de haber guardado peso por peso, de los días que te mojaste, y sentís la confianza para jugártela, hacelo. Pero andá con todo. Aun sabiendo que sin riesgos no hay nada", dijo a Clarín.
La soda y Argentina, un solo corazón
La relación entre los argentinos y la soda nació hacia fines de la década de 1920, cuenta Clarín. Las primeras fábricas fueron abiertas por españoles que acababan de llegar a Buenos Aires, y que en España se dedicaban a lo mismo. Los sifones, en aquellas épocas de vidrio, viajaban en barco desde Francia e Inglaterra. Los repartidores trabajaban arriba de caballos, tal como la familia Darritchon.
En la década de 1980 el sifón deja de ser de vidrio y nace el de plástico, retornable, que es el que reparten los soderos hasta el día de hoy. Se trata de un invento argentino. En 1991 comienza la época dorada. Y en el 92, la venta de soda bate un récord.
Poco a poco el sifón fue logrando meterse en mercados Europeos, hasta en las góndolas de los supermercados.
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