Mientras el Gobierno israelí ha anunciado que está negociando la compra de la vacuna rusa, y también las de las farmacéuticas Moderna y Pfizer de Estados Unidos, el hospital universitario de Hadasa Ein Karem, en Jerusalén, ya ha hecho un pedido de un millón y medio de dosis de Sputnik V.
El director del hospital, Zeev Rotstein, ha manifestado públicamente en diversas ocasiones su entusiasmo por la vacuna rusa e informó que había firmado un memorándum de entendimiento, primero, y después un contrato: "Lo que significa que seremos un centro de distribución de la vacuna, probablemente no solo para Israel, sino para toda la zona", aseguró Zeev Rotstein al diario Haaretz.
Rotstein quiere, además, lograr algo osado: que Israel apruebe independientemente la vacuna sin esperar el permiso de las organizaciones internacionales tradicionales, particularmente de la Administración de medicamentos y alimentación estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés). Para acelerar el proceso y también porque cree que la FDA dará prioridad a las vacunas estadounidenses frente a la rusa.
El dinero
Rotstein dice confiar en todo el proceso por conocerlo de primera mano: en Moscú hay un hospital que opera bajo supervisión de Hadasa y trabaja con los ensayos clínicos: "Hadasa está representada en Moscú. Hemos participado en la fase 3 de los ensayos clínicos y nuestro equipo vio con sus propios ojos que a los voluntarios no les salieron cuernos", dijo en una entrevista con el diario israelí.
Rotstein indicó que la prioridad en la inoculación serán las personas que lo necesiten de manera más urgente, incluyendo población en riesgo y sanitarios, y que después de ellos la vacuna sería ofrecida al público general en un sistema de pago por dosis. "Vivimos en un país capitalista, tenemos que financiar lo que hacemos, y la vacuna será otra actividad médica", dijo Rotstein al diario Times of Israel.
Hadasa ha comunicado además que pretende hacer la compra con dinero de inversores y que la adquisición no afectará a los costes operativos del centro.
Rotstein indicó que desde hace meses preveía que Rusia sería el primer país en lograr el compuesto anti-COVID y que era preferible avanzar con un acuerdo privado hasta que el Gobierno israelí decidiera emprender negociaciones, si es que lo decidía.
Parte de lo que convenció a Rotstein para empujar a Israel a negociar para adquirir la inyección rusa se debe al hecho de que es una vacuna Vector, lo que significa que utiliza tecnología tradicional para aprovechar las instrucciones genéticas de un virus animal inofensivo, con el fin de pasarlas a las células humanas. Los otras dos vacunas candidatas, la de Pfizer y la de Moderna, utilizan tecnología de innovadora mRNA, pero hasta ahora no testada. Rotstein cree que Israel debería tener una provisión de diversas vacunas, tanto con la tecnología familiar como con la pionera.
Dilemas
"Las dudas que suscita este interés por la vacuna rusa es que, en países con menor transparencia y menor supervisión —como en Israel se percibe a Rusia—, los procesos médicos son más rápidos porque los estándares son menos rígidos que en EEUU, por ejemplo", explicó a Sputnik el médico internista Rani Barena.
Los expertos convienen en que Israel no tiene lo mecanismos necesarios para comprobar el riesgo y adecuación de un medicamento como sí los tiene la FDA, "y eso es arriesgado", dijo Barnea. "Y, a pesar de todo, tal vez sea un riesgo que haya que tomar".
Rotstein ha insistido en que sus motivaciones son puramente médicas: "Hay acusaciones de que estamos haciendo dinero con esto, o haciendo publicidad, pero la realidad es que estamos preocupándonos por las personas", dijo en la entrevista.