Los venezolanos, habitantes de las principales ciudades, volvieron por un tiempo al maíz en grano en sustitución de la harina de maíz precocido, así también incluyeron al plátano, la yuca, el apio, la batata, entre otros tubérculos y legumbres, en sustitución del pan. Cuando se fue la harina de trigo volvió la dulcería criolla y con ella nuevos rituales para los citadinos.
Aunque Venezuela enfrentó las conspiraciones con la importación de alimentos y su distribución a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, las sanciones no cesan y es probable que se intente impedir la distribución de la Caja CLAP que ha permitido al Gobierno paliar la crisis alimentaria.
Quizá sea este el momento para volver, de manera definitiva, a la siembra, la cosecha, distribución y preparación de alimentos producidos localmente. Al menos así lo piensan dos investigadores venezolanos, quienes en un diálogo con Sputnik, compartieron sus puntos de vista sobre el camino que debe seguir el país suramericano para sortear las duras pruebas impuestas por las medidas coercitivas unilaterales promovidas desde Estados Unidos.
"15.000 años de colectivismo y no queremos ver a nuestros pueblos originarios como maestros"
Andrés Avellaneda, profesor universitario, investigador de la cría campesina de maíz cariaco, oriundo de Petare, estado Miranda, y “llanerizado”, como él dice, en el estado Guárico, plantea que retomar los valores de las culturas ancestrales e indoculturas es la solución definitiva a la crisis.
Nuestros pueblos originarios son clave en la creación de mundos más justos. El docente universitario e investigador señala que cometemos el error de buscar en fuentes europeas. "La comuna francesa duró aproximadamente tres meses y se ha escrito de todo por esos tres meses, nosotros tenemos 15.000 años de historia de colectivismo y no queremos ver a nuestros pueblos originarios como maestros".
"La territorialidad empieza con su cosmovisión, su territorio espiritual. El territorio me habla y yo entablo un diálogo con el territorio." Por eso el conuco no es solo un espacio de siembra, la relación de cada ser humano con su suelo produce alimentos materiales y espirituales.
"Cuando un campesino le habla a una mata, cuando un campesino para sembrar toma en consideración la luna, ésa es su cultura madre que se está expresando allí. Cuando ante la arepa industrial, los pueblos responden haciendo cachapa o haciendo su arepa de maíz pilado, eso es otra forma de ver el mundo y de responder ante el mundo".
Avellaneda considera que la agricultura urbana, respuesta gubernamental a la crisis alimentaria, es parte del modelo de modernidad impuesto por Estados Unidos y Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial y esta mantiene al país en la dependencia.
"Normalmente nosotros lo vemos por fragmentos pero hay que verlo como un conjunto. Ese plan de desarrollo de modernización incluye cinco puntos fundamentales:
- La industrialización
- El urbanismo
- La tecnificación de la agricultura
- La estructura científico-técnica a nivel de todos los países
- Los planes de sustitución de las culturas locales por la cultura moderna.
Hay que verlo integralmente porque ese es el plan de desarrollo para el capitalismo".
Avellaneda advierte que "es la concentración en las ciudades, la industrialización, la que requiere de mano de obra abundante que esté a su servicio, la tecnificación de la agricultura es lo que permite que haya grandes desplazamientos de los campesinos a las ciudades, eso es un plan de dominio perfecto".
"La agresión, los pueblos la responden volviendo, retomando su cultura, lo que ellos sabían hacer, que era la piladera y en esa piladera también estaban los molinos, como parte de esa evolución histórico-cultural donde los pueblos no se niegan a la tecnología, sino que se van adecuando a la tecnología según sus demandas. No como hace la industrialización, que de golpe y porrazo te elimina la piladera completamente, te pone una harina en paquetico y te destruye y desestructura toda la red cultural que surtía al campo y a la ciudad. Ahí había una red campo-ciudad que enviaba los alimentos a las ciudades y en las mismas ciudades, una red fundamentalmente cultural. El pueblo trata de rescatar, de restablecer, de restituir esa red, de volverla a conformar para darle una respuesta realmente soberana a la crisis".
"Debemos promover una nueva agricultura cercana a la gente"
César Aponte, biólogo vinculado al estudio del Cambio Climático y el Desarrollo Sustentable, explica que la agroindustria además de ser una causa estructural de la pérdida de diversidad biológica "es una manera errónea e irracional de relacionarnos con la naturaleza". Este modelo consume el 70% del agua utilizada en el mundo y es responsable de 21% del total de emisiones de Gases Efecto Invernadero. La revolución verde no solo no erradicó el hambre sino que la acentuó, Aponte señala en este sentido que aunque la agricultura mundial podría alimentar a 12.000 millones de personas, más de 1.000 millones padecen de hambre.
"Debemos promover una nueva agricultura cercana a la gente, que requiera menos transporte, menos agua e insumos externos contaminantes. El conuco, como práctica tradicional de siembra a escala familiar, es contrario a toda esta tendencia agroindustrial, y precisamente por eso debería enseñarse en la escuela, porque es algo natural que hemos olvidado".
Aponte reconoce que aunque el proceso político iniciado con Chávez abrió oportunidades al traer consigo un “mirarnos hacia adentro”, hay realidades que no han cambiado.
"En 2015 pudimos ver desde manifestaciones contraculturales moliendo maíz y distribuyendo masa frente a cadenas de comida rápida, hasta la aparición de redes de comercio de masa para arepas, en distintos lugares de la ciudad y de diferentes estratos socio-económicos, todo fue veloz. Y así también muy rápido desapareció, tan pronto volvió la harina de maíz a los anaqueles o a la caja del CLAP".
Sin embargo, Aponte destaca que gracias a la crisis alimentaria emergieron soluciones basadas en la organización del trabajo colectivo, cooperativo y sin intermediarios entre productores y consumidores.
La cuarentena planetaria cambia las condiciones y hace que las economías sustentadas en sus propias capacidades creativas, materiales e intelectuales, tengan mayores ventajas en un nuevo escenario que apenas se configura. Venezuela tiene el desafío de abandonar el rol de exportador de materias primas que le fue impuesto a principios del siglo XX y responder al instinto de supervivencia de su gente.