Como señalan varios equipos de investigación, la falta de sueño también impide perder los kilos de más. Si duermes menos de las ocho horas recomendadas, tendrás dificultades para perder peso, incluso si sigues una dieta rigurosa.
Según los biólogos de la Universidad del Sur de California (EEUU), dormir mucho los fines de semana sirve de poco. Los especialistas observaron a 36 voluntarios que intentaban deshacerse del exceso de peso. Todos seguían una dieta estricta, pero algunos pasaron menos de ocho horas en la cama entre semana y más los sábados y los domingos.
Ocho semanas después resultó que todos los participantes del estudio habían perdido aproximadamente el mismo peso. Solo en aquellas personas que no tuvieron problemas para dormir la pérdida de peso se debió principalmente a la disminución de grasa. En cuanto a los participantes que no dormían mucho, adelgazaban a expensas de los tejidos no grasos.
Los investigadores estadounidenses y belgas atribuyen el aumento de peso por falta de sueño a las hormonas que afectan al apetito. En 12 voluntarios jóvenes y sanos con deficiencia de sueño el nivel de grelina aumentó, y, el de leptina, disminuyó. El primer componente aumenta el apetito se conoce como hormona del hambre. El segundo, por el contrario, es responsable de la sensación de saciedad. Las fluctuaciones en estas hormonas pueden determinar que las personas que duermen menos de lo normal tiendan a presentar sobrepeso. A las mismas conclusiones llegaron los biólogos de Bristol (Reino Unido) y de las universidades de Stanford (EEUU).
El estudio de los científicos japoneses lo confirma: la falta de sueño incluso durante tres días reduce el nivel de leptina en casi un 10%. Debido a eso, es más probable que una persona con problemas de sueño sienta hambre, especialmente en las últimas horas antes de acostarse. Al mismo tiempo, el cuerpo gasta tanta energía como antes. Como resultado, la privación crónica del sueño puede provocar un aumento de peso incontrolado, señalan los investigadores.
Según los científicos estadounidenses, las personas que duermen poco tienden a comer en exceso debido al aumento de la actividad de las áreas del cerebro que desempeñan un papel clave en la regulación del apetito y el sistema de recompensa. En los voluntarios que pasaron en la cama menos de cuatro horas al día, estas áreas del cerebro se activaron más en respuesta a los estímulos alimentarios, especialmente a los dulces y a los productos grasos.
Según los científicos del Centro Médico de la Universidad de Chicago (EEUU), los así llamados endocannabinoides —sustancias sintetizadas en el cuerpo y similares a los componentes activos de la marihuana— pueden ser los culpables de eso. La concentración de uno de ellos, responsable del placer por la alimentación, se ve afectada por la falta de sueño.
A lo largo del experimento, los científicos establecieron que la alta concentración de endocannabinoides (2-AG) podría provocar un consumo excesivo de galletas, dulces y papas fritas.
Los especialistas señalan que comer por la noche es innecesario, por lo que la falta de sueño que lo provoca se traduce rápidamente en aumento de peso. Dado que las personas que no duermen bien también tienen una sensibilidad reducida de los tejidos del organismo a la insulina, este hábito a largo plazo puede provocar obesidad, entre otras dolencias.