Sobre todo, se trata de sanciones económicas, claro, que se han convertido últimamente en un arma universal de la competición global. Y los ejemplos abundan. Más aún, cuando esas sanciones afectan a Rusia. Por ejemplo, La Unión Europea renovó este verano las sanciones económicas contra Rusia debidas al conflicto en el este de Ucrania.
Las sanciones, que afectan a todos los sectores económicos del país y que expiraban a finales de julio de 2020, fueron prolongadas otros seis meses.
La reacción de Moscú ha sido inmediata. Las autoridades rusas destacan que Washington no presentó ninguna prueba para fundamentar sus acusaciones. "Rusia comenta las sanciones de EEUU contra instituciones de investigación rusas", titula a una de sus crónicas RT.
No extraña que el Ministerio de Exteriores ruso calificara de indignante la decisión de las autoridades estadounidenses de imponer sanciones a los institutos de investigación rusos, entre ellos el 48° Instituto Central de Investigación del Ministerio de Defensa de Rusia, que participó en los trabajos para desarrollar la vacuna Sputnik V junto con el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya.
En particular, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, dijo que "es indignante que los científicos y especialistas que han estado trabajando incansablemente en el desarrollo de una vacuna rusa contra el COVID-19 durante los últimos meses" estén bajo esas sanciones.
No obstante, en el caso de Estados Unidos puede haber otras razones no menos importantes, sostiene Carlos Alberto Pereyra Mele, analista político y director de dossier geopolítico.
Lo de distraer la atención de los problemas internos y del castigo a Rusia por adelantar a EEUU en la carrera por la vacuna son las excusas que se entienden perfectamente. Pero lo que no se entiende es por qué Rusia tiene que pagar para que el presidente de EEUU pueda solucionar unos problemas que parecen muy ajenos a la realidad rusa, es decir, los problemas de su campaña electoral.
Otro país que podría servir como un chivo expiatorio para que Occidente distraiga atención de sus propios problemas es Bielorrusia. El ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov, reiteró esta semana que su país rechaza las presiones de la OTAN y la Unión Europea, quienes no reconocen los resultados de las elecciones bielorrusas y mantienen sanciones contra políticos bielorrusos.
"Rusia reafirma su rechazo a las presiones externas contra Belarús", titula a una de sus crónicas Telesur.
El analista Aníbal Garzón sostiene que Belarús ha sido objeto de la atención internacional desde la primera victoria de Alexander Lukashenko en 1994. Según escribe la página web de Telesur, "la Unión Europea ha seguido la pauta de la OTAN y EEUU de intentar ahogar al gobierno de Lukashenko, cuando es un mandatario que ha sido electo democráticamente en seis candidaturas".
Un imperio más... Y el otro imperio sería Estados Unidos. Desgraciadamente, las experiencias anteriores nos dicen que los imperios normalmente terminan mal. Pero parece que nadie quiere aprender bien las lecciones históricas.
En una reciente entrevista, el presidente ruso, Vladímir Putin, consideró que Occidente continuará con sus sanciones contra Rusia pase lo que pase en Ucrania y Bielorrusia. "Putin pronostica que Occidente continuará con sus sanciones contra Rusia", titula a una de sus crónicas la agencia EFE.
"Multinacional Huawei se fue para Rusia tras ser sancionada por EEUU", titula la página web del portal cubasi.cu.
Parece que esta noticia da una respuesta contundente a la pregunta de quién pierde y quien gana de las sanciones. Más aun, cuando esas sanciones se aplican para distraer la atención de los problemas internos o bien para un simbólico "castigo a Rusia" por adelantar a Estados Unidos en la carrera por la vacuna.
Desde este enfoque parece muy acertada la reflexión del analista Aníbal Garzón que se pregunta por qué Occidente y en particular la Unión Europea siempre intervienen (también con las sanciones) en asuntos de países ajenos en vez de dedicarse a solucionar algunos problemas internos que a veces parecen muy similares.