Este 25 de agosto el ministro de Exteriores italiano, Luigi Di Maio, recibió en Roma a su homólogo chino Wang Yi. Los dos políticos declararon que las relaciones bilaterales, establecidas hace 50 años, gozan de una buena salud y la cooperación entre Roma y Pekín durante la crisis del coronavirus no hizo más que reforzar los vínculos existentes.
On August 25, 2020 local time, State Councilor and Foreign Minister Wang Yi, who was paying an official visit to Italy, held talks with Italian Foreign Minister Luigi Di Maio in Rome.
— Spokesperson发言人办公室 (@MFA_China) August 27, 2020
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El hecho de que Italia haya sido elegido el primer país al que China organizó un viaje de Estado refleja la importancia que Pekín atribuye a las relaciones con Roma, aseveró Wang Yi durante la rueda de prensa conjunta con su homólogo italiano. A su vez, Di Maio definió a China como un socio indispensable para Italia.
De hecho, en los últimos años las relaciones entre ambos países van reforzándose, mientras el comercio bilateral antes de la pandemia del COVID-19 rozaba los 40.000 millones de euros al año. Uno de los hitos más importantes fue el memorándum de cooperación, firmado en marzo de 2019, con el cual Italia se adhería a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Este gigantesco proyecto, también conocido como la Nueva Ruta de la Seda, tiene como objetivo la ampliación de los enlaces marítimos y ferroviarios entre China y Europa. Italia fue la primera economía occidental que decidió tomar parte en el proyecto.
Resistencias internas
Hasta aquí el cuadro de las relaciones bilaterales parece idílico. Pero hay algunos matices que oscurecen el horizonte.
En Italia el principal promotor del desarrollo de los vínculos con China es el Movimiento 5 Estrellas (M5S). Dado que lleva más de dos años en la coalición gobernante (primero con la ultraderechista Liga, ahora con el Partido Democrático de centroizquierda) y que el actual canciller italiano pertenece al Movimiento, sus preferencias geopolíticas influyen mucho en la política exterior de Roma.
Sin embargo, no es sólo por la pandemia del COVID-19 que Salvini y Meloni no confían en China. Los dos políticos y sus partidos critican Pekín por la falta de democracia dentro del país y por la represión de las protestas en Hong Kong. Aún más importante para la derecha italiana es que las empresas chinas compiten con las compañías italianas no sólo en el extranjero, sino también en el mercado nacional. Por lo tanto, Salvini y Meloni creen que, cuanto más estrechos sean los vínculos económicos con China, peor será la situación para los productores del país alpino.
Descontento de Washington
Otro factor que debe tener en cuenta el Gobierno italiano a la hora de fomentar las relaciones con China es la reacción de su principal aliado, Estados Unidos. La decisión italiana de adherirse a la Nueva Ruta de la Seda causó mucho descontento en Washington, ya que permite a los chinos invertir en sectores que los norteamericanos consideran como vitales para su seguridad nacional.
A finales de julio, en una entrevista al portal Adnkronos, el embajador norteamericano en Roma, Lewis Eisenberg, reiteró que la participación de Huawei en el despliegue de las redes 5G en Italia sería una grave amenaza para la seguridad del Occidente. "El Partido Comunista Chino tendría acceso al núcleo de los centros neurálgicos" de Huawei, explicó el diplomático y subrayó que EEUU no permitiría que una tercera parte tuviese acceso a los intercambios que Washington mantiene con Italia a través de varios canales.
Roma amiga de Pekin y Washington…¿hasta cuando?
Al parecer, Italia se encuentra en una posición ambigua. Por una parte, vínculos más estrechos con China podrían abrirle nuevas oportunidades comerciales y dar oxígeno a la economía italiana, que ni siquiera se había recuperado de la crisis de 2008, cuando llegó el terrible golpe de la pandemia del COVID-19.
Por otra parte, una mayor apertura a China podría empeorar la posición de varias empresas italianas y comprometería las relaciones de Italia con EEUU, que siguen siendo prioritarias para Roma. Como consecuencia, el actual Gobierno trata de maniobrar entre Pekín y Washington, declarándose amigo de las dos potencias rivales. De momento, el juego le está saliendo bastante bien, pero es posible que, a medida que crezca la tensión entre los dos gigantes de la política mundial, Roma tenga que definir su posición con más claridad.