Muchas empresas ya operan con los llamados gemelos digitales, los modelos que replican un sistema físico antes de construirlo para simular el funcionamiento de un producto y ahorrar tiempo y dinero ante los posibles fallos, permitiendo constatar su progreso al paso de las distintas etapas de su manufactura.
Un gemelo digital, por ejemplo, puede virtualizar tanto un quirófano como un museo; es decir, visualizar una cirugía con la simulación digitalizada del órgano dañado, u organizar una visita virtual en 3D por las salas que replican las obras de arte. Pero el concepto es amplio y, en tanto que representación de una identidad del mundo real, puede también obrar la réplica de nuestro propio yo vertida en las redes sociales e Internet.
Gemelos digitales para crear escenarios ficticios sobre una plataforma real y analizar cuál sería su comportamiento en diferentes situaciones. Podemos simular pedidos, picos de demanda, layouts, o aprendizaje de inteligencia artificial. #IA #ucjc #IoThttps://t.co/jJaQjC1Dfr pic.twitter.com/LOBfZvPzII
— Tomás García Martín (@tgarcmar) August 6, 2020
Víctimas colaterales de un 'alter ego' digital
El uso de tecnologías disruptivas convierte automáticamente en obsoleto cualquiera existente hasta el momento. El ejemplo icónico son los sistemas de mensajería multimedia, que han dejado en desuso a los SMS.
Es lo que algunos expertos llaman "sistemas de calificación social" y pueden influir de manera decisiva en varios aspectos de la vida cotidiana y desarrollo personal, como puedan ser la búsqueda de un empleo, la obtención de un préstamo hipotecario o la firma de un seguro médico privado.
Los datos vertidos en las redes sociales sobre nuestros hábitos de consumo, gustos, estado de salud, nivel de conocimientos o capacidad financiera pueden conformar una masa de información que esté al alcance de aseguradoras, bancos o departamentos de recursos humanos de las empresas. Es una huella digital que crea un "sistema de crédito social", una especie de tarjeta de visita de cuya existencia la gente no suele ser consciente.
Filtrar información sensible sin darte cuenta es más fácil de lo que parece 👀➡️ https://t.co/cAI0rPT6Cy pic.twitter.com/E1qQN8vVr4
— Kaspersky España (@KasperskyES) August 12, 2020
Un sistema de aceptación
Los sociólogos hablan de la evaluación que recibimos de otras personas como el factor clave para labrarse un estatus social. De ahí el éxito de las redes sociales, donde volcamos nuestra actividad cotidiana, una forma de posicionarnos socialmente.
Según esta compañía, que ha conducido un estudio con 10.000 consumidores de 21 países, el cúmulo de esta huella digital conforma un perfil histórico que puede ayudar a predecir el comportamiento de las personas. Todo redunda en sistemas de calificación social. Y los usuarios, afirman en Kaspersky, aceptan las calificaciones que se derivan de ellos.
Igual si quieren saber el valor monetario de sus datos en el mercado negro pueden descargar la App *Protección INAI*. El cálculo lo hace con base en el tipo de información que luego soltamos sin darnos cuenta (Facebook cof cof). Yo cuesto $1,575.00 🥴
— Leonardo Meza (@PolitiRam) August 14, 2020
¿Es justa e imparcial la calificación social?
Al fin y al cabo, se trata de la puntuación que nos da un sistema gobernado por algoritmos, y estos no distinguen si los datos aportados son incorrectos, exagerados o han sido manipulados.
Este sociólogo concluye que las redes sociales son herramientas de posicionamiento social, pero su uso entraña el riesgo de que la búsqueda legítima del "reconocimiento social" por parte de las personas en la vida, acabe derivando en la "calificación social" de las redes.