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Con la música a otra parte: la industria de la cultura vive "una hecatombe sin paliativos"

© AP Photo / Manu FernandezTrajes artísticos expuestos en una calle
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2020 es, entre otros dramas, el año del silencio, el del verano sin música. Conciertos y festivales han sido barridos de calendario por un huracán que amenaza con sepultar a la industria de la cultura, que emplea a más de 700.000 personas.

Aunque algunas honrosas excepciones salen adelante, el gremio define este verano como "una hecatombe sin paliativos".

"Estamos sufriendo la tormenta perfecta", explica Paco López, director de A.R.T.E., la principal institución nacional que agrupa a los profesionales del espectáculo en directo: managers y apoderados, representantes artísticos, agentes, recintos, promotores, directores de festivales, artistas... Todos varados, todos parados.

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"Hay una falsa realidad de que hay conciertos, porque todo lo que se celebra tiene mucha visibilidad, pero son solo algo anecdótico que viene subvencionado por las administraciones o patrocinado previamente", relata Paco.

La tónica del mundo del espectáculo es que cuando las fases aliviaron el confinamiento, en junio, surgieron muchas iniciativas y fechas, pero a medida que avanza el tedioso verano del miedo y los rebrotes, los festivales se cancelan. Esta semana le tocaba a un clásico de cada verano, el Sonorama Ribera, de Aranda del Duero, donde iban a actuar Izal, León Benavente o Sidonie, entre otros.

"Lo peor es que ya no solo damos por perdido el 2020, sino que tememos que no haya solución para el 2021, dos años sin espectáculos y sin un rescate de la cultura implicará que habremos retrocedido décadas", alerta López, que cree que sin cultura, España podría involucionar hacia un empobrecimiento social sin precedentes.

"Habíamos conseguido desarrollar una gran industria cultural y ponernos al nivel de países que, desde el franquismo, nos llevaban décadas de ventaja. España presumía, no solo de grandes artistas, sino de grandes profesionales, estudios, espectáculos, somos de primer nivel", valora el director de A.R.T.E.. Esto se traduce en cifras, el sector de la música en directo calcula las pérdidas de este 2020 en unos 764 millones de euros.

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El talento y la profesionalidad emigran o buscan nuevos modos de vida. Jesús Gutiérrez es uno de tantos artistas que este verano se ha reinventado. Bajista de la banda de pop Full, otro valor seguro en los soldouts estivales, acaba de abandonar la formación ha dado un respiro este verano ante la incertidumbre y se recicla preparando el sonido de espectáculos acústicos.

"Seguir en la banda era insostenible, cualquier espectáculo exige más esfuerzo y menos rentabilidad, muchos conciertos ya no eran rentables antes de la pandemia, ahora son una ruina", cuenta Gutiérrez.

"Es verdad que es un verano rarísimo, incluso los espectáculos programados, que cuentan con todas las medidas de seguridad, están teniendo poca asistencia de público", relata Javier Herrera, responsable en Andalucía del grupo Pennywise, que monta los espectáculos de Circo del Sol, Starlite, Sónar, Sonorama o BBK.

"Parece que hay un miedo selectivo, la gente duda si ir o no a un concierto o a una sala de teatro, pero no duda a la hora de ir a un bar o chiringuito", opina Javier.

Con la música a otra parte

Una de las sensaciones más extendidas entre el gremio artístico y cultural es que no cabe esperar nada de las autoridades. En comparación con otros sectores productivos, el sector de la cultura es un erial, "con la pandemia hemos constatado que esta industria es la gran olvidada, la cultura no es considerada como un bien de primera necesidad", dice Paco López, que señala el agravio comparativo con el apoyo al sector hostelero, al turística o a la automoción.

No en vano, la cultura aportó un 3,2% al PIB en 2018 y obtuvo una financiación pública en términos de PIB del 0,06%. Además empleó a unas 700.000 personas.

Más de 26 millones de espectadores asistieron a algún concierto en datos de 2017, según la SGAE, aunque el gasto medio de los hogares españoles venía decayendo en los últimos años en cultura, los conciertos se mantenían como un valor seguro.

Este año, todo esto suena a disco de pizarra. Muchas de las empresas que han florecido al calor del turismo musical, España es según el sector, el primer destino de turismo musical en el mundo, podrían desaparecer.

"La sociedad tiene que saber que los espectáculos que se celebran se hacen con una seguridad exquisita, contamos con mascarillas, garantías de trazabilidad, todo eso no existe en un bar o chiringuito", lamenta Paco López.

Oasis musicales

Hay algunas honrosas excepciones, citas que se han mantenido en el calendario, bien por decisión de los artistas o bien por obcecación de responsables públicos, como sucede con la Bienal de Flamenco de Sevilla o con el recientemente finalizado Festival Internacional de Música y Danza de Granada, por citar ejemplos señeros.

"Claro que lo más fácil habría sido cancelar, pero nos comprometimos con un sí rotundo en los momentos más duros del confinamiento", explica a Sputnik el Teniente Alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz.

© Foto : Ayuntamiento de SevillaAntonio Muñoz, Teniente Alcalde de Sevilla, en la presentación de la Bienal
Con la música a otra parte: la industria de la cultura vive una hecatombe sin paliativos - Sputnik Mundo
Antonio Muñoz, Teniente Alcalde de Sevilla, en la presentación de la Bienal

Durante su gestión se ha afianzado la Bienal flamenca como buque insignia de la ciudad, así como otros festivales como Nocturama en la capital andaluza.

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"Por un lado, nuestro compromiso era social, entendemos la cultura como un bien de primera necesidad que tenemos que promover y proveer, pero por otro lado, esto es también una industria muy sevillana, es una manera de garantizar la actividad en un año como este a muchas empresas y artistas", valora Muñoz.

La Bienal de 2020 empezó a ser contemplada como un evento meramente online, aunque tras mucha reinvención, medidas de seguridad y reconfiguración de espacios al aire libre, podrá tener público en los espectáculos de Rocío Molina, Antonio Canales, Dorantes o Estrella Morente.

"Todo el esfuerzo organizativo se lo debíamos a los artistas, con la cultura, la sociedad tiene una deuda moral, ¿qué habría sido de nosotros durante el confinamiento, con todo lo que han ofertado? Había que devolver lo que nos han dado durante lo más duro de la pandemia", reflexiona Muñoz.

Otro momento icónico del verano de la pandemia nos lleva también al sur, a la 69 edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, que concluía el 26 de julio y que ha conseguido celebrar 76 eventos atrayendo a más de  21.000 espectadores, un hito para reclamar las garantías y seguridad de los espectáculos.

El Festival de Granada ha tenido otra peculiaridad, más allá de la distancia física y las mascarillas. Ser un oasis en el calendario le ha permitido contar con artistas tremendamente solicitados en un año corriente.

Grandes nombres como Sokolov, Zimmerman, Argerich o Barenboim han estado en los palacios de la Alhambra, "pocas veces se puede pensar en tener a tantos artistas de tanta calidad porque tienen agendas tremendas y hay que tener en cuenta que esta programación la empezamos a mover en abril", explica Antonio Moral, director del festival, "ha sido la edición de la pandemia, la que ha sido pero que pudo no haber sido".

El 'streaming' vino para quedarse

Otro de los consensos existentes en el sector es que la pandemia ha normalizado la oferta online y los conciertos en streaming. Antonio Muñoz ve el factor positivo, "las plataformas nos permiten, en un año como este sin apenas turismo extranjero, exportar el flamenco a otras fronteras y seguramente, ampliar público". Por su parte, los seis conciertos del Digital Granada Festival son un claro ejemplo, con una repercusión y audiencia online tremendas, con más de 30.000 visualizaciones.

No obstante, aunque el rigor del confinamiento ha alumbrado grandes iniciativas, conciertos colectivos, plataformas creativas sin ánimo de lucro, no podrán sustituir el fragor de una actuación en directo y el sentido de comunión del público ante un artista, opina Paco López, "un directo es único, porque implica directamente a artista y público, sin intermediarios".

Lo cierto es que perder la música, el teatro, el cine y abandonar el espectáculo colectivo por un acto de consumo privado ante nuestras pantallas, nos alimenta como espectadores, pero no como público. Somos menos integrados, menos tribu, sin esa reunión colectiva ante el arte. Como ciudadanos, por nuestro bien, razonemos ante el miedo.

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