A priori, la tarea para averiguar si el oficialismo ultraderechista revalida su éxito en las urnas no será fácil: a día de hoy, el presidente Jair Bolsonaro no está afiliado a ninguna formación. El intento de crear un partido a su imagen y semejanza (Aliança pelo Brasil) no se logró a tiempo, así que en cada ciudad apoyará a un candidato diferente. Habrá que ver caso por caso.
El mar aún está muy revuelto y las alianzas no están claras. En Sao Paulo, por ejemplo, varios exaliados del presidente pretender lanzar sus candidaturas a la alcaldía. En Río de Janeiro, en cambio, la familia Bolsonaro parece que ya cerró su apoyo a la reelección de Marcelo Crivella, un evangélico ultraconservador, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
Izquierda dividida
En el espectro de la izquierda, nada hace pensar que vaya a cristalizar el famoso "frente amplio" que muchos electores pedían para unir fuerzas y derrotar a Bolsonaro hace dos años. Los principales partidos progresistas —el Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Socialismo y Libertad o el Partido Democrático Laborista (PDT, por sus siglas en portugués), por ejemplo— irán por libre y competirán entre sí.
Esas heridas (en gran parte una lucha de egos entre Lula y Ciro) aún no se han cerrado, y hasta que no cicatricen será imposible una unión de la izquierda en Brasil, considera Testa, y remarca la centralidad que aún sigue teniendo el expresidente. "Todo el mundo pide que Lula ceda, pero Lula dice: '¡Yo traigo votos!'". Lula quiere llevar su capital político, y otros, la moneda del resentimiento", dice.
En cualquier caso, cada vez suenan con más fuerza las voces que piden dejar atrás las diferencias y buscar los puntos en común. Uno de ellos es el gobernador del estado de Maranhão (norte), Flávio Dino (Partido Comunista de Brasil). Recientemente, pidió formar una gran coalición de centro-izquierda y ya suena como presidenciable en 2022. No obstante, la especialista duda de su capacidad para expandirse más allá de su área de influencia, el noreste del país.
El impacto de la pandemia
Lo que sí está claro es que las elecciones se verán muy condicionadas por la pandemia del nuevo coronavirus. De momento, el COVID-19 ya obligó retrasarlas un mes. La gestión que cada alcalde haya hecho de la crisis sanitaria será determinante, y es probable que en estos comicios se hable "más de políticas públicas y menos de cotilleros y conceptos ideológicos", considera Testa, por resaltar algo positivo.
Sería el caso, por ejemplo, del alcalde de Sao Paulo, Bruno Covas (del Partido de la Social Democracia de Brasil, PSDB, centroderecha) que hasta hace pocos meses no era especialmente conocido y posiblemente saldrá reforzado de la crisis del COVID-19.
Para Testa, la clave será el estado de la economía dentro de unos meses: "En un primer momento vimos cómo creció la aprobación no sólo de los alcaldes, sino también de los gobernadores. Después eso se debilitó un poco. Dependerá bastante de la economía y de cuánto tiempo el Gobierno mantendrá las ayudas de emergencia, sobre todo en las ciudades pequeñas, que dependen mucho de esos subsidios", apuntó.