De ser considerada la Suiza de Oriente Medio, a equipararse con Afganistán o Somalia. El Líbano vive este año un triste centenario de su nacimiento como país; soporta una agonía que ha dejado al descubierto años de engaño sobre el sistema económico del que presumía.
Pero cuando la situación internacional en el área se agravó —conflicto en Siria, tensiones entre Arabia Saudí y Estados Unidos con Irán— las fortunas extranjeras y nacionales se llevaron sus ahorros en dólares al exterior. Todo el sistema financiero se vino abajo y se descubrió que el milagro económico ocultaba en realidad un sistema piramidal a la Ponzi o a la Madoff.
Las cifras de la catástrofe
Hoy, el Banco Central cifra su deuda en más de 68.000 millones de dólares; los bancos privados, en 50.000. El Estado, ineficiente desde siempre, está en bancarrota. La deuda ha superado los 100.000 millones de dólares, es decir, el 170% del PIB. La inflación se acerca al 60%.
La situación social traspasa cualquier límite de alarma. El paro llega al 45% de la población, más de la mitad de los libaneses viven en la pobreza. Habiendo cotizado toda su vida a la seguridad social, la clase media debe renunciar a cuidados sanitarios, a menos que se trate de operaciones a vida o muerte. Un sistema económico improductivo desde siempre, obligado a importar la mayoría de los bienes de consumo provoca ahora que un paquete de pañales cueste 20 dólares; el precio de la leche para bebés ha aumentado de 9 a 27 euros. En total, entre el pasado mes de octubre y mayo de este año, el precio de los productos alimentarios escaló hasta un 72%.
Un poder en manos de los 'señores de la guerra'
Estas cifras apabullantes deberían hacer reaccionar a los dirigentes del país. Pero es el sistema de reparto del poder uno de los principales inconvenientes para solucionar la crisis. En el Líbano, el Estado reconoce 18 comunidades religiosas. Entre ellas, cristianos, musulmanes suníes y musulmanes chiíes se reparten los resortes del poder, en teoría, según su representación demográfica.
Esa "democracia del consenso" no ha servido sino para que los cabecillas de esas comunidades y los clanes y las redes que les apoyan se hayan repartido los frutos de una economía basada en la corrupción y la mala gestión.
Esos jefes de clan son casi los mismos que dirigían las milicias confesionales que se combatieron durante 15 años, cada uno, claro está, respaldados por padrinos internacionales. Treinta años más tarde, han cambiado el uniforme color caqui o verde por el traje y la corbata, pero siguen siendo 'señores de la guerra' a la afgana, que defienden sus intereses materiales por encima del bien de su país.
La 'Revolución de octubre', apagada
La llamada Revolución de Octubre, de 2019, representó el hartazgo de la mayoría de la juventud contra el sistema de representación comunitaria que dirige el país; contra la corrupción endémica de la clase dirigente, tapada durante décadas por una economía mantenida con artificios financieros sin base real. Las calles de la capital, Beirut, y otras ciudades reunieron a ciudadanos de diferentes confesiones religiosas para pedir el fin de un sistema que impide al Líbano desarrollarse como un país independiente del comunitarismo que atenaza su desarrollo económico y social.