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COVID-19 en Chile: el universo paralelo de los guetos verticales

© Sputnik / Carolina TrejoMegatorre de vivienda en Chile
Megatorre de vivienda en Chile - Sputnik Mundo
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Detrás de las paredes de megaconstrucciones de 300 a 400 departamentos en Santiago se esconden hacinamientos encubiertos. Sus habitantes, en su mayoría migrantes, no tienen espacio suficiente para hacer un adecuado distanciamiento social. En plena pandemia de COVID-19, viviendas aglomeradas se vuelven otro peligro más.

Son enormes inmuebles con pasillos y entradas angostas, con espacios comunes donde siempre se topan las personas y con escasos ascensores para una población de entre 1.500 y más de 2.000 vecinos. Viven su día a día sin distanciamiento físico, en aglomeraciones inevitables, en las que incluso hay quienes no llevan mascarilla. Es el sino de vivir en un espacio en que todo es reducido, edificios de más de 20 pisos y sobre 300 departamentos, tristemente conocidos como guetos verticales

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"No tenemos este distanciamiento que requiere la cuarentena. Acá los pasillos son superestrechos, están en forma de cuadrado y el edificio tiene únicamente tres ascensores, entonces para el uso es muy complicado como diseñaron estos edificios", señala a Sputnik Gabriela Hernández, joven venezolana, quien hace cinco años reside en Chile.  

Ella forma parte de los 1,5 millones de extranjeros que viven en el país sudamericano. Esta joven, quien habita en un megaedificio ubicado en la calle Zenteno en el centro de Santiago, lucha por mantenerse sana en un entorno en que tampoco se les ha informado de los casos activos de COVID-19.

"Muchas veces nos topamos con personas esperando en conserjería, haciendo fila para poder subir a los ascensores (...) tratamos, lo intentamos, no siempre se cumple, ir de cuatro personas por el ascensor", cuenta Gabriela.

Y añade: "Pero como se hace tanta fila y tanto es el momento de espera, a veces dura, no sé, 20 minutos para poder bajar del ascensor, a veces entran más de cinco, seis personas por ascensor, y no se cumple este distanciamiento que es requerido por la cuarentena".

Guetos verticales en Chile: un permanente tránsito de personas

© Sputnik / Carolina TrejoMegatorre en centro de Santiago
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Megatorre en centro de Santiago

La situación se agrava si se considera que muchos vecinos, que han perdido su trabajo, o están bajo la ley de protección del empleo y no pueden salir por las cuarentenas, transitan dentro del mismo edificio vendiendo todo tipo de productos o servicios, "ofrecen cosas del mercado, comida, servicios de limpieza, de belleza también", detalla Gabriela.

Efectivamente basta observar cómo sale y entra gente en el edifico de Zenteno, y no deja de sorprender. Parece un día absolutamente normal, como si el coronavirus no existiera. Mucha gente en la entrada, algunos sin protección, muchos autos transitando, comercio, gente jugando y escuchando música, mientras reciben o van a dejar productos

"Y eso no debería ser porque se supone que habíamos acordado de que existen algún tipo de normas, pero como están fuera del edificio no se puede hacer mucho y bueno, los carabineros tampoco prestan mucha atención a este tipo de cosas, y es como que hacen la vista gorda, no le prestan atención", relata la joven venezolana.

© Sputnik / Carolina TrejoPlanta baja de edificio en calle Zenteno
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Planta baja de edificio en calle Zenteno

A 10 kilómetros de distancia, en la comuna de Independencia, vive Dayenú Meza en un sector donde las torres de más de 20 pisos se levantan una junto a la otra. 

Esta chilena, funcionaria municipal, quien durante la pandemia ha salido a su oficina y de igual forma lo ha hecho en modalidad de teletrabajo, explica a Sputnik lo complejo que resulta también cumplir con las recomendaciones para evitar el contagio de COVID-19 en su edificio, donde "se hace solamente distancia física en la medida en que cada uno pueda entrar a su vivienda".

En su mundo paralelo, en una torre de 25 pisos de departamentos, de 45 a 60 metros cuadrados, también acusa sobre la gran cantidad de personas que transitan en un edificio superpoblado y donde muchos están obligados a salir a generar ingresos. 

"Circulan muchas personas por salir a trabajar, porque también está la población que habita en este edificio es mayormente personas que están en situación de migración, entonces hay muchos que trabajan en trabajos superprecarizados tipo Cornershop, estos sistemas de entrega, entonces estas personas están saliendo constantemente", detalla.

Al igual que en el edificio de Gabriela, las personas se amontonan en la conserjería, así como para tomar el ascensor, en especial a la hora punta, cuando van y vienen del trabajo. Largas esperas para subir o bajar, que generan un movimiento constante de personas. 

Comercio interno institucionalizado

© Sputnik / Carolina TrejoTorre en barrio Independencia, Santiago
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Torre en barrio Independencia, Santiago

Al tránsito de personas que trabajan, hay que sumar el comercio dentro del mismo edificio, ejercido por los propios residentes, el que se ha institucionalizado según Dayenú. "Se vende de todo, puerta a puerta y por grupos de WhatsApp".  

"Son grupos donde se venden cosas entre todos los edificios que hay en esta calle, porque esta calle está llena de edificios", detalla la funcionaria pública. 

Y agrega: "Un producto que consumen mucho son estas aguas envasadas de 25 litros, o productos de comida, mucha comida colombiana y venezolana también. Cigarros, o de repente cerveza, también. Eso es superheavy, harta venta de alcohol, porque como las botillerías cierran a las seis de la tarde, hay harta venta de eso".

Una experiencia similar tiene Isadora Pérez, chilena, profesora de Física, que vive en un gueto vertical ubicado en Estación Central a pocas cuadras del Metro Ecuador. Isadora cuenta que "bajo la cuarentena han aumentado las ventas entre vecinos. Se ofrece y se vende de todo, con tal de no salir, además que no siempre se puede contar con permisos, entonces la venta interna es una solución".

Si bien reconoce que este comercio complejiza aún más el problema de aglomeración en los ascensores y del tránsito permanente de personas dentro del edificio, el que ya era difícil en tiempos normales. 

Sobrepoblar con migrantes es el negocio 

© Sputnik / Carolina TrejoEdificio en barrio Estación central
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Edificio en barrio Estación central

Alfred Ochoa, venezolano de 33 años, vive junto a su esposa en un pequeño departamento de 18 metros cuadrados, en el noveno piso de una torre ubicada en calle Independencia. Ambos forma parte de la larga lista de migrantes que habitan los guetos verticales.

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Alfred llegó a Chile en busca de oportunidades. Ha sido conserje, operador de call center, conductor de ambulancia, y conductor de una empresa repartidora de gas. Actualmente trabaja como vendedor, y hoy comparte los temores que se generan al vivir en una megatorre, siendo crítico con quienes se aprovechan de esto.

"La gente trata en lo posible mantener su distanciamiento, pero es complicado, es un edificio bastante grande y las corredoras, en este caso la empresa constructora, lo que le interesa es mantener todos los departamentos llenos, full, y aparte de eso que hay gente que está viviendo como que en una habitación están viviendo tres, cuatro familias", denuncia Alfred en conversación con Sputnik.

Tanto Gabriela como Daneyú e Isadora, reconocen que en sus respectivos edificios vive una importante cantidad de migrantes, en muchos casos sobrepasan el 50% de los vecinos. "Más de la mitad del edificio son extranjeros. Quienes acostumbran a reunirse en las afueras del edificio en puestos de comida rápida ambulante, pero bajo la cuarentena han disminuido significativamente sus encuentros".

Una población que es considerada más precarizada por su estatus de residencia y que, por las características de estas megatorres, se exponen diariamente al contagio del nuevo coronavirus

© Sputnik / Carolina Trejo Edificio en calle Independencia, Santiago
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Edificio en calle Independencia, Santiago

Alfred justamente se suma a las estadísticas de casos confirmados de COVID-19 en Chile. Y cuenta que fue él quien informó al conserje que era positivo, pensando que se realizaría una sanitización, lo que nunca ocurrió. Solo le informaron que le condonarían el pago de un mes de gastos comunes, un pequeño aporte que no vio reflejado en su trabajo. 

"Yo me enfermé y no me pagaron el mes completo, perdí el mes. Tengo un mes de arrastre de arriendo del departamento y qué triste es que uno tiene que pasar ciertas cosas", confiesa.

Y agrega, "fíjese yo estoy en el 80% de vulnerabilidad en el registro social de hogares y tengo un sueldo, ahorita que empecé otro trabajo, de $301.000 mensual (382 dólares), o sea que yo no puedo recibir ningún beneficio y vivo con mi esposa, que mi esposa no tiene papeles".

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Según María Emilia Tijoux, doctora en Sociología de la Universidad París y de la Universidad de Chile, quien conversó con Sputnik, "del millón y medio de migrantes que aproximadamente hay en Chile, el 80% vive del empleo informal. Pero en este contexto de pandemia su situación se agrava, cuando no se puede trabajar debido a las medidas de distanciamiento físico y la cuarentena y, además, se requieren subsidios del Estado". 

Para la socióloga estamos frente a un racismo encubierto por parte no solo del Estado, sino también de los medios de comunicación. "Discriminación, falta de documentos de identidad para acceder al sistema de salud, informalidad laboral y hacinamiento son algunos de los problemas que hoy vive la población migrante en nuestro país y que se ven acentuados en el contexto de crisis sanitaria". 

Algo que tiene claro Alfred, al señalar que como extranjero debe cuidarse lo más posible, porque enfermarse no es una opción, a pesar de las condiciones de hacinamiento disfrazado que posee su torre.

"Así como pienso yo, piensan muchos, porque primero los medicamentos son caros, la salud es cara y ninguno de los que están aquí recibe un beneficio así de los que el Gobierno dijo". 

Lo cierto que es la pandemia ha develado la precariedad en que viven muchos chilenos y extranjeros en el país sudamericano, más si lo hacen en lugares hacinados como estas megaconstrucciones. Sin embargo, muchos vecinos en distintos lugares intentan combatir con solidaridad e inclusión. 

Una experiencia que Daneyú Meza cree se debiera replicar en estas megatorres. "Lo que quizás uno podría esperar del edificio es un momento de mayor construcción comunitaria, pensar más que estar peleando, pensar en los otros vecinos, también pensar en la necesidad de poder apoyarse desde distintas formas entre los distintos vecinos y vecinas".

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