A veces, muy pocas, las ideas se tienen de rebote. Lo normal es lo contrario: que haga falta maduración, estrategia, plazos. Shellock es el ejemplo de esa inmediatez que tiene lugar excepcionalmente. ¿Por qué? Nació apresuradamente y ya está a punto de cambiar la forma de transportar y rastrear mercancías. La idea es que cada contenedor portado en un barco sea rastreado al minuto y cumpla con mayores garantías de seguridad.
Rápidamente se formaron grupos de cinco. Espontáneamente. Y cayó un grupo heterogéneo que en menos de 48 horas presentaban un proyecto para seguir a tiempo real dónde estaba cada contenedor de carga que llegaba a Barcelona. Se llevaron el segundo premio y algo más: la sensación de que lo que habían improvisado tenía recorrido.
Ver esta publicación en Instagram
Fue una semilla. Pronto, el equipo original se desvaneció, aunque se quedaron Calderón y Garcés como fundadores. "Llegó el verano y se estancó la actividad. En noviembre nos juntamos los dos y se renovó la iniciativa", explica Calderón por teléfono a Sputnik. Incorporaron a Ferran Guasch, al mando de la parte informática. "Nadie creía que fuera a salir nada de allí”, alega Calderón, “pero le vimos las posibilidades reales y salimos adelante".
Calderón tenía experiencia en el sector. Este panameño radicado actualmente en Bilbao había trabajado en África o América del Sur en lo relacionado con los trayectos y la logística de las mercancías. Sabía que "en los puertos se mueve la carga de forma innecesaria", indica. El proyecto embrionario cristalizó en un aparato que funciona como un sello: se trata de un candado que brinda la confianza en que no se abra el recipiente y que lleva un dispositivo para monitorear por dónde va y cuándo llegará a destino.
"Uno de los problemas con los contenedores es la incertidumbre del proceso. En un trayecto de China a España puede haber hasta 16 intermediarios: pasa por aduanas, camiones, escalas, etcétera. Y encima nunca se sabe exactamente dónde está", advierte el responsable. Para impulsar el aparato tiraron de micromecenazgo y de algunas instituciones como la Universidad de Barcelona o el banco Santander.
Por lo general, añade Calderón, hay dificultades para localizar, asegurar y anticipar los tiempos de entrega. Y muchos pedidos sufren retrasos, con las consecuentes pérdidas económicas o de clientes. "La idea es que sea eficiente, transparente y sostenible", remarca Calderón, que expone cómo la digitalización del sector está tardando en aterrizar. "Hay sistemas de GPS, pero no dan la situación exacta ni instantánea", incide.
"Tras la última entrega, se reinicia y se reasigna con otro código", señala Calderón. Así, calcula, se ahorran más de 4.000 kilos de materiales plásticos que se desechan al año. Sin repercutir en la seguridad: "A veces hay que fijarse en si se manipulan los cierres. Shellock avisará si se intenta romper", anota, "y por eso queremos que esté en cada intermediario, en todo el proceso, para que no haya pérdidas, robos o retrasos".
Ver esta publicación en Instagram
Garcés y Guasch se conocían de trabajar en Mercedes, que dejaron hace unas semanas. Y Calderón también se ha centrado completamente en esto. "Estamos recibiendo alguna petición y vendiéndolo por 30 euros. Pero queremos meternos en el mercado", defiende. Para eso, el siguiente paso es establecerse en la localidad noruega de Haugesund, en el sudoeste. Allí, donde hay una importante industria naviera, han conseguido plaza para una aceleradora de nuevos proyectos marítimos.
"Vamos a ver la financiación y aprender", concreta Calderón. "Hay una parte empresarial y otra, más específica, en la que estamos pegados al sector de la logística para redondear el producto", explica. Porque, aunque saliera de un destello improvisado, es inevitable el desarrollo, el asentamiento.