Este esqueleto, de unos 4,8 metros de longitud, perteneció a la especie Ankylorhiza tiedemani, considerada el primer depredador con ápice ecolocalizador. Además de tener un gran tamaño, este habitante marino podía haber contado con unos colmillos enormes y parece haber sido capaz de cazar a sus presas, desarrollando altas velocidades de una manera parecida a como lo hacen las orcas modernas.
Aunque técnicamente pertenezcan a la misma familia, solemos diferenciar a las orcas del resto de los delfines. Puede sonar obvio que los animales que habitan en el mismo entorno pueden desarrollar características similares, este no es un patrón obligatorio en la naturaleza. No es un secreto que los diferentes tipos de focas y leones marinos desarrollan su propia manera de nadar y acaban formando esqueletos postcraneales muy distintos.
Incluso, se supo que las ballenas barbadas (misticetos) habían llegado a adoptar los estilos de natación de los delfines lo que sorprendió a los paleontólogos.
Lo que hace que esta investigación sea de un interés particular para los científicos es que nadie podía imaginar hasta la fecha que las especies modernas de orca y de delfín estaban tan relacionadas entre sí. Además, probablemente Ankylorhiza se hubiera alimentado hace decenas de millones de años de una manera muy parecida a la de la orca de hoy.
"Las ballenas y los delfines tienen una complicada y una larga historia de evolución y, a simple vista, puede que no se tenga esa impresión en las especies modernas. El registro fósil ha arrojado luz sobre esta larga y sinuosa senda evolutiva, y los fósiles como el de Ankylorhiza ayudan a entender cómo ocurrió esta evolución", resumió Boessenecker.