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Maracanazo: el día en que Brasil perdió su identidad

© AP Photo / FileGhiggia anota un gol para Uruguay en la final del Mundial de 1950 contra Brasil
Ghiggia anota un gol para Uruguay en la final del Mundial de 1950 contra Brasil - Sputnik Mundo
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MONTEVIDEO (Sputnik) — El hombre se levanta pesado, casi en pausa, como en una cámara lenta amplificada por el estruendoso silencio de casi 200.000 personas que en ese momento se encuentran en un estado de shock colectivo del que parece nunca podrán salir.

El hombre levanta los ojos al cielo, como buscando una explicación que no encuentra, que no puede encontrar, ni él ni los espectadores, presas de un estupor inédito, de una angustia que ignoran.

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Ese hombre es Moacir Barbosa, guardameta de la selección brasileña de fútbol, quien acaba de recibir el segundo gol de Uruguay, el gol que le quitará de las manos a él, a sus compañeros de equipo, a las personas que coparon el estadio Maracaná y a los más de 50 millones habitantes que tenía entonces en Brasil, la Copa del Mundo.

"Creo que nunca hubo un silencio más grande que aquel que oí", dirá Barbosa décadas después en una entrevista.

La victoria de Uruguay en el último partido de la Copa del Mundo de 1950, que se conoce desde entonces con el nombre de Macaranazo y del que este jueves 16 de julio se cumplen 70 años, fue un duro golpe para un país que quería hacer del fútbol y de la organización de ese torneo su entrada al mundo por la puerta grande.

"La derrota con Uruguay dejó marcas en la sociedad brasileña. Durante años fue considerado el mayor revés de Brasil, no solo en lo deportivo, sino como una derrota de un proyecto de país que deseaba ser protagonista del escenario mundial post Segunda Guerra" Mundial (1939-1945), dice a Sputnik el académico Francisco Brinati, doctor en Comunicación por la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

Para Brinati, autor del libro Maracanazo y Mineiratzen: prensa y representación brasileña en las Copas del Mundo de 1950 y 2014, la derrota del 16 de julio de 1950 "tuvo un peso incalculable" en la sociedad de su país. "Removió el autoestima de todos", asegura.

Algo similar opina la profesora de Historia y magíster en Ciencias Sociales por la Universidad Federal de Santa María, Késia Costenaro Corteze, quien analizó la "permanencia del Maracanazo en el imaginario de los brasileños".

"La derrota de 1950 fue una gran conmoción nacional; mostró a los propios brasileños que aquello no era solo un deporte que llegó de Inglaterra y fue apropiado por nosotros. Es algo que une a los brasileños y crea una identidad colectiva", dice la investigadora a Sputnik.

Estos son los campeones

Tanto Brinati como Costenaro destacan el papel que tuvo la prensa durante la Copa del Mundo de Brasil en generar la sensación, a medida que el torneo avanzaba, de que era imposible que el equipo —que el país no ganara el campeonato.

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La clase política, envalentonada por las elecciones que se avecinaban, y el propio público, que dio rienda suelta al entusiasmo de sentirse campeón incluso antes de jugar el último partido, terminaron de generar en los jugadores una presión que se volvió insostenible cuando Uruguay primero empató y luego pasó a ganar el único partido que Brasil no podía perder.

El fervor era quizás entendible: en el cuadrangular final que definió el campeonato, Brasil venía de sendas goleadas contra España y Suecia, países contra los que Uruguay empató y sufrió para vencer apenas por un gol, respectivamente. Con esos antecedentes y la ventaja de que con el empate se consagraba campeón, las expectativas eran inmensas. Como el propio Maracaná; como todo Brasil.

"La prensa precisa contar historias en el deporte, construir personajes. Con las victorias sobre España y Suecia, parecería que los periodistas de la época fueron tomados por un sentimiento eufórico que venía de las tribunas de que no era posible una derrota", explica Brinati.

Quizás el ejemplo más claro sea el del diario O Mundo, cuya portada el día del partido era una foto de los jugadores brasileños y la leyenda, ocupando el ancho de la página como una verdad incontrastable: "Aquí están los campeones del mundo".

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En su trabajo, Brinati cita una entrevista del diario O Globo con el entrenador de la selección brasileña, Flávio Costa, quien al día siguiente lamenta que "no fue posible contener la ola de optimismo" de la afición, que el día previo al partido portaba banderas con la leyenda "Campeones del mundo", "como si en el fútbol se pudiese ganar en la víspera".

"La derrota no fue solo mía, fue de todo Brasil", disparó.

En 2014, Brasil sufrió una derrota de proporciones similares cuando, en la semifinal de la Copa del Mundo que también lo tuvo como anfitrión, el equipo local fue humillado por Alemania, que le propinó un 7 a 1 histórico.

Para ambos académicos, la derrota de 2014 frente a los germanos, que llevó el nombre de "Mineirazo" o "Mineiratzen", ya que el partido se disputó en el estadio Mineirao, de la ciudad de Belo Horizonte, supuso una suerte de redención del equipo de 1950.

Sin embargo, Brinati reconoce la magnitud inconmovible de aquel mítico partido, del que se cumplen 70 años: "Nunca apagaremos el Maracanazo de nuestra memoria".

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