"Tener soberanía tecnológica nos permite garantizarle la salud al país y evitar cualquier acción del bloqueo (de EEUU) para impedir que llegue lo que necesitamos", afirmó a la prensa el neurofisiólogo Mitchell Valdés Sosa, director del CNEURO.
Los 500 ventiladores se construyen con fondos aportados por la Unión Europea (UE), la organización no gubernamental MediCuba-Suiza, y diferentes campañas emprendidas por la sociedades cubanas de Higiene y Epidemiología, y de Bioingeniería.
Según una nota publicada el pasado 11 de julio en el periódico local Granma, las máquinas pasarán pruebas en animales, utilizándolas en cerdos de más de 50 kilogramos para comprobar el funcionamiento en condiciones cercanas a la realidad, antes de recibir la certificación del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED), la autoridad reguladora cubana.
En abril último, el Gobierno cubano denunció la imposibilidad de adquirir respiradores artificiales, un equipamiento clave para la atención a los casos más graves contagiados con el COVID-19, por la negativa de EEUU de vender estos equipos a la isla, según las regulaciones que impone el bloqueo económico, comercial y financiero que Washington impone a Cuba desde 1962.
La Habana planeaba comprar ventiladores artificiales a los fabricantes IMT Medical y Acutronic, pero estas compañías pasaron al control de la empresa estadounidense Vyaire Medical Inc., que canceló todos los proyectos con Cuba, debido a las restricciones impuestas por la Casa Blanca.