El resplandor desciende fugaz en el cielo. Como la llama de una cerilla, refulge hasta su desaparición, en cuestión de segundos. Así es como se vislumbró la bola de fuego que sobrevoló Madrid y Toledo (provincias fronterizas en el centro del país) la madrugada del pasado 4 de julio. Se produjo al impactar una roca procedente de un asteroide contra la atmósfera. Entró a 72.000 kilómetros por hora y el tamaño que alcanzó fue comparable a la luna llena de aquella noche.
La grabación se produjo gracias a los detectores colocados en el marco del Proyecto SMART. Una iniciativa que se desarrolla desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) con el objetivo de monitorizar continuamente el cielo para registrar y estudiar el impacto contra la atmósfera terrestre de rocas procedentes de distintos objetos del Sistema Solar.
Su gran luminosidad provocó que el fenómeno pudiera verse desde más de 400 kilómetros de distancia. La bola de fuego avanzó en dirección noroeste y sobrevoló el sur de la Comunidad de Madrid, extinguiéndose a una altitud de unos 34 kilómetros sobre la localidad de Fuenlabrada. El estudio realizado ha podido determinar también que la roca se desintegró totalmente en la atmósfera, por lo que ningún fragmento consiguió llegar al suelo.