Anualmente, en Bielorrusia el Día de la Independencia se celebra el 3 de julio, en honor a la liberación de Minsk de los invasores alemanes que tuvo lugar en 1944.
"Nuestro santo deber consiste, en nombre de su gran hazaña, en conservar y transmitir a las próximas generaciones una Bielorrusia pacífica, segura e independiente; a pesar de los diferentes problemas actuales, me atrevo a asegurarles que mantendremos este país pacífico e independiente", dijo Lukashenko dirigiéndose a los veteranos.
El jefe de Estado advirtió que el hecho de que "en el lejano 1945, el pueblo bielorruso defendiera su independencia con armas en sus manos es un argumento serio contra cualquier injerencia en la vida del país", pero eso hoy no resulta suficiente.
"Es hora de defender el honor de la bandera de los ganadores. Cuando vemos que incluso los descendientes de los pueblos salvados hace 75 años de la esclavitud nazi y del genocidio, destruyen monumentos a los soldados soviéticos y heroizan a los nazis, entendemos que la guerra no ha terminado", afirmó el presidente de Bielorrusia.
Según Lukashenko, hoy en día la guerra continúa en el ámbito cultural, en las esferas informativa, política y económica.
"Simplemente no tenemos derecho a permitirlo. No tenemos derecho, en nombre de la memoria de aquellos que dieron su vida por la libertad de la tierra bielorrusa, por nuestro presente y el futuro de nuestros hijos y nietos", recalcó el mandatario.
Lukashenko considera que son sucesos heroicos del pasado de un país los que quedan plasmados en la identidad nacional de un pueblo.
"Por lo tanto, cualquier intento de desacreditar a la generación de ganadores será catalogada como un ataque contra nuestra soberanía, cuyo portador es el pueblo bielorruso", agregó el presidente.