El 1 de junio, Trump anunció el despliegue de miles de soldados fuertemente armados y agentes de seguridad para detener las protestas en Washington y prometió hacer lo mismo en otras ciudades si los alcaldes y los gobernadores no logran controlar a la población.
"En lugar de echar leña al fuego se debe buscar la reconciliación", dijo el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, a la edición Spiegel.
El jefe de la diplomacia alemana llamó también a los demócratas a no propiciar el aumento de la tensión.
El portavoz del Gabinete germano, Steffen Seibert, también declaró que el Gobierno alemán está conmocionado por la muerte de George Floyd.
"La muerte de George Floyd, un ciudadano afroamericano, conmocionó a muchas personas en Alemania y en todo el mundo, así como al Gobierno federal", dijo en una rueda de prensa.
Subrayó que fue una muerte que "podría haberse evitado".
"En el gobierno estamos siguiendo de cerca lo que está sucediendo en Estados Unidos, estamos vigilando con complicidad, porque durante décadas hemos tenido lazos estrechos con EEUU a través de valores, creencias e intereses comunes", agregó.
Seibert expresó la esperanza de que el pueblo de EEUU encuentre soluciones "que pongan fin al racismo".
Al mismo tiempo, subrayó que el racismo y la discriminación no son problemas puramente norteamericanos.
"El racismo definitivamente no es un problema estadounidense, otras sociedades también lo tienen, estoy seguro de que en Alemania hay racismo", dijo el portavoz.
Añadió que por eso la tarea de cada sociedad es combatir la desigualdad y contribuir a la formación de una sociedad mejor.
Las imágenes muestran a un oficial de policía blanco que sujeta a Floyd en el suelo con la rodilla en el cuello durante varios minutos. Floyd repetidamente le dice al oficial de policía que no puede respirar hasta que queda inconsciente; murió en un hospital local poco después.
Las manifestaciones se extendieron a 140 ciudades, según informan los medios locales.