Pero la llegada del COVID-19 a Chile hizo ver a los ciudadanos de ese país que las 'fake news', lejos de tratarse solamente de campañas de desinformación, es un fenómeno mucho más cotidiano de lo que pensaban. Ya sea en la cadena de Whatsapp que envía un tío al celular, o hasta en las afirmaciones de académicos y especialistas.
El video es recordado hasta el día de hoy porque muchos chilenos no entendieron el mensaje y compraron el medicamento pensando que tenía funciones anticonceptivas.
En esa época era posible justificar ese malentendido. Era un Chile en dictadura y sin acceso libre a la información. Hoy la censura está prohibida, e internet se encuentra en el 87% de los hogares del país. Por eso extraña leer mensajes como éstos: "¡Alerta! El COVID-19 no es un virus como nos han hecho creer, sino una bacteria amplificada con radiación electromagnética 5G que produce hipoxia. Lo que se debes hacer es hervir limón, miel, ajo, una aspirina de 100 mg y tomarlo cada 8 horas para oxigenar la sangre".
A pesar de lo descabellado de la receta casera —a la que la vecina recomendó echar clavo de olor y jengibre, para el sabor— no fue una ocurrencia propia. El texto tuvo origen en un programa de televisión peruano llamado "Rey con Barba", en el que los presentadores conversaron con un doctor llamado Vicente de la Torre, quien entregó esta receta asegurando que la aspirina era "la salvación al virus".
Verificación
En Chile también hay varios ejemplos.
En Whatsapp se difundió un comunicado de la Clínica Alemana de Santiago en el que los infectólogos advertían que el Gobierno estaba ocultando información del COVID-19, ya que el virus se comportaba de manera distinta en el país que en resto del mundo.
FALSO.
En Twitter, el académico y economista chileno Sergio Melnick compartió una imagen claramente adulterada que aseguraba que el multimillonario estadounidense Bill Gates y su esposa Melinda tenían una organización para reducir la población mundial con vacunas para el coronavirus.
MENTIRA.
Que increíble...un centro de genocidas de Bill Gates. pic.twitter.com/KSuptnLqbX
— Sergio I. Melnick (@melnicksergio) May 17, 2020
En Facebook circuló una fotografía de una mujer que iba en el portaequipaje de un auto con el texto: "personas usan maleteros para escapar de la cuarentena". La imagen, que incluso fue replicada en algunos portales nacionales, era del diario peruano El Comercio, quienes publicaron una nota bajo el título "Turista es multado por llevar a su suegra en la maletera del auto".
FAKE NEWS.
Estas y muchas otras noticias falsas son seguidas y analizadas por FastCheck, una iniciativa chilena que desde octubre ha realizado un trabajo periodístico poco explotado en el país: la verificación de información.
El objetivo de FastCheck es desentrañar las cadenas de Whatsapp, los videos de internet, los virales e, incluso, los discursos políticos, analizando su origen y veracidad. Posteriormente, suben el reportaje a una plataforma de Instagram y con una etiqueta roja, una amarilla o una verde, deciden si la noticia es falsa, incierta o verdadera.
"Nuestro trabajo comenzó durante el estallido social de octubre en Chile, donde hubo mucha 'fake news' relacionadas a la política. Ahora con el coronavirus el fenómeno de las noticias falsas creció y es global. Y esa es la importancia de que existan iniciativas de verificación y fact-checking", dijo a Sputnik el fundador de la plataforma, Fabián Padilla.
El 28 de mayo, FastCheck ganó el premio Periodismo de Excelencia en la categoría Innovación.
"Si bien varios lo hacen para desinformar, o incluso para estafar a la gente, muchas son personas que sincera y legítimamente creen en la noticia. Hay movimientos antivacunas en que las personas realmente piensan que el coronavirus es una enfermedad creada por un laboratorio para vendernos los medicamentos más caros. Y es ahí donde nosotros tenemos que entrar a la cancha a jugar", explica Padilla.
La semana pasada, un grupo de parlamentarios presentaron un proyecto de ley al Congreso para sancionar la difusión de 'fake news'.
La pena más alta establecida son cinco años de cárcel. De aprobarse, quizás los tíos chilenos lo pensarán dos veces antes de presionar "enviar" en su próxima cadena de Whatsapp.