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La 'ciudad rebelde' de Bolivia recupera sus calles para sobrevivir

© AFP 2023 / Aizar RaldesMujeres indígenas en El Alto, Bolivia
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EL ALTO, BOLIVIA (Sputnik) — Sentada en el suelo de cemento, en media avenida y con los obligatorios barbijo y guantes sanitarios, María Quispe volvió esta semana a la actividad que sustenta la economía de su hogar: la venta minorista de ropa usada en El Alto, la también llamada 'ciudad rebelde' de Bolivia.

Millares de vendedores la acompañaban en una suerte de recuperación de los espacios callejeros urbanos en los que el comercio estuvo en gran parte ausente durante el período más duro de la cuarentena contra la pandemia de COVID-19, que comenzó a mediados de marzo y concluyó el domingo 24 de mayo.

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La mujer, de 48 años, contó a Sputnik que el lunes 25, primer día de flexibilización de las restricciones a la circulación de personas y automóviles en El Alto y algunas otras urbes bolivianas, llegó de madrugada a la avenida donde realiza su negocio, cargando bultos con la ropa usada que vendería apenas saliera el sol.

"Estoy desde la madrugada, aunque hace mucho frío todos tenemos que llegar para no perder nuestros puestos puestos de venta, pero conforme avanza la mañana ya calienta el sol y ahora ya quema mucho", dice esta alteña que vende ropa usada desde hace 14 años.

Durante la cuarentena no salió a vender, como otros comerciantes minoritas. "Me he quedado en mi casa", cuenta, "cuidando a mi mamá que es ya mayor, tiene 72 años, y a mis dos hijas. No he salido más que a comprar alimentos en las ferias, pero cuidándome mucho. Sé que otros vendedores de ropa y juguetes han salido a veces, pero los que más han salido han sido los que venden alimentos y comida en las ferias".

Resistiendo

Su esposo, que tiene un empleo eventual de sereno en un taller mecánico, salía tres noches a la semana. Los últimos meses han sido sumamente difíciles en El Alto, ciudad de mayoría aymara y bastión del Movimiento Al Socialismo (MAS).

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"Grave hemos aguantado, pero creo que otros no han soportado más que unos días y han empezado a salir, porque muchos alteños prácticamente viven en las calles, tienen casa solo para dormir y después trabajan y se ganan plata y comen en los puestos callejeros. Cuando comenzó la cuarentena no creíamos que iba a durar tanto. Gracias a Dios ya está pasando porque por la falta de trabajo y de comida muchos ya querían salir en protestas", cuenta.

En los últimos meses, apenas le ha alcanzado para sus necesidades diarias.

"Juntando unos ahorros, más unas pocas ventas de ropa a clientes que me buscaban en mi casa y el medio sueldito de mi marido hemos salido adelante", señala, y agrega: "A veces nos ha faltado y gracias a la ayuda de algunos vecinos y familiares que nos trajeron papa y otras cosas del campo, estamos aquí, saliendo nomás bien de la cuarentena".

Pandemia a las puertas

La pandemia se acercó bastante a su casa: "A dos cuadras de mi casa se enfermó un chofer de minibús, que hacía servicio a Patacamaya [100 kilómetros al sur] donde ha habido varios casos y parece que ahí se contagió. Felizmente este vecino no se enfermó grave, estuvo solo diez días internado, pero toda su cuadra ha estado aislada. En mi caso, como casi no salimos, no tuvimos problemas".

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Y como recién han vuelto a salir de nuevo a las calles, la venta está muy lenta. Pero, "algo es algo", reconoce.

"Entre el lunes y martes apenas he vendido unos 80 bolivianos [12 dólares], que me guardo la mayor parte para comprar más mercadería y me quedan unos bolivianitos. Pero parece que la actividad va a mejorar el jueves y el domingo, cuando vuelva la feria grande de la [zona] 16 de julio, donde tengo también mi puesto", cuenta.

Adiós al confinamiento

Diversa ropa infantil, especialmente para el invierno, juguetes y adornos domésticos, todos de segunda mano procedentes de Estados Unidos y vendidos la mayoría a precios equivalentes a menos de un dólar, componían la oferta de María Quispe en el repleto mercado callejero, en el que solo los barbijos que usaba la gente señalaban que todavía eran tiempos de cuarentena.

A unos 200 metros, en una de las avenidas principales de El Alto, los comercios abiertos, la aglomeración de peatones y vendedores y el atasco de minibuses que partían rumbo a los barrios periféricos parecían dejar atrás la imagen del confinamiento.

Había largas filas en las improvisadas paradas de los minibuses, donde la Policía vigilaba que, para prevenir contagios con el coronavirus, los vehículos tengan ocupada solo la mitad de sus asientos y cuenten además con alcohol en gel para la limpieza de manos de los usuarios.

Los minibuses de El Alto estaban todavía impedidos de viajar hacia su tradicional principal destino, La Paz. Allí continúa el régimen de cuarentena total.

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