Las caceroladas contra el gobierno de Sánchez reúnen cada tarde a cientos de personas. Sin una organización visible, las protestas "espontaneas" se organizan por redes sociales sin los requisitos legales de cualquier manifestación. Ante la inacción del gobierno y la policía, crece el malestar por el riesgo de contagio.
Día tras día viene sucediendo. Cientos de personas se reúnen pertrechados con banderas españolas, cacerolas en mano y diversas variantes como carteles de #SánchezDimisión, #GobiernoCriminal, camisetas con insignias militares o paramilitares, banderas preconstitucionales y, por supuesto, mascarillas tuneadas con la bandera de España. Las propuestas de la exclusiva calle Núñez de Balboa en Madrid tienen su réplica en todo el país.
📹 Las caceroladas se extienden por toda España sin respuesta legal a la amenaza sanitaria 🍳🇪🇦
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) May 22, 2020
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En las concentraciones de Sevilla, que vienen sucediéndose desde el pasado lunes 18, se congregan diariamente entre 200 y 300 personas. Con consignas bien claras, como portar la imprescindible bandera y cacerola, las marchas han ido escoltadas por la Policía Nacional, atravesando avenidas esenciales para el tráfico, como la Avenida de la Palmera, barrios de clase trabajadora, como la barriada de San Pablo, o espacios de ocio y recreo especialmente transitados a partir de las ocho de la tarde, el momento del aplauso y el deporte, como la Plaza de España sevillana.
Entre los manifestantes encontramos a señoras mayores, familias y jóvenes. A priori, no ofrecen un perfil común, pero todos se alinean a la contraposición al ejecutivo que lideran VOX y el PP. En uno de los puntos de encuentro Ana María informa a los manifestantes que se incorporan, miembro de VOX en la capital andaluza, se esfuerza por poner orden en la congregación. Asegura, eso sí, que "no estamos ante una manifestación organizada por ningún partido, estamos ante un movimiento transversal, yo no estoy aquí como miembro de VOX sino como ciudadana indignada".
Tras su mascarilla, Miriam no puede contenerse: "Somos el país con más muertes y ellos no hacen más que aumentar pagas y ministerios, pero a mi no me ha llegado nada, hay dinero para todos menos para el pueblo, pero yo llevo dos meses y medio sin cobrar el paro".
Otro perfil más beligerante lo encontramos en Carlos, afirma que "Sánchez está usando el estado de alarma para evitar el control parlamentario y permite que los vascos y catalanes se autogobiernen". Carlos, que sí es votante de VOX, repite un mismo argumento que encontramos entre otros manifestantes, para los que las conferencias interterritoriales con comunidades autónomas —prácticamente inéditas hasta esta crisis—, los más de 20 congresos de ministros y las tres sesiones de control al gobierno del Senado, no son suficientes.
"Quieren implementar una dictadura comunista para arruinar al país. Con el desempleo y sin empresas, la población estará apesebrada con su paguita y así, solo les votarán a ellos", valora Carlos, ingeniero de diseño, pero desempleado actualmente.
Otro grupo de señoras se muestran desvinculadas de la vertiente política. "Yo siempre he cambiado mi voto, no soy fiel a ningunas siglas, pero me indigna que mientan", cuenta Estefanía. "Yo no soy de VOX, soy apolítica, pero como sanitaria jubilada no puedo soportar la situación en la que están mis compañeros. Yo solo me había manifestado en mi vida contra Franco y contra los atentados de ETA", explica Carmen.
Las caceroladas, más allá de alguna mala mirada y alguna voz alta de la policía para que los abanderados abandonen la calzada, transcurren sin incidentes. En Sevilla, en el Polígono San Pablo, sí se respira más tensión en cambio.
En la Avda. de la Soleá no hay banderas ni balcones, son edificios humildes donde los gritos de los manifestantes como "Tiempo de rojos, sangre y piojos", no encuentran eco. Desde algunas ventanas increpan a la cacerolada, "¡Fachas, a vuestro barrio!", "¡Soltad las cacerolas y coged un pico y una pala!"
Con coleta rubia y gestos de indignación, Samuel, vecino de la barriada comenta indignado: "Esto es una mierda, no sé porqué vienen a este barrio y no a otro". La policía hace barrera y entre los gritos cruzados, pide a los manifestantes que aligeren el paso para evitar que la confrontación vaya a más.
Para ella lo importante es el valor ceremonioso de las manifestaciones que llevan crespón negro a modo de luto. "Yo no solo lo llevo por los muertos del COVID-19, lo llevo también por todos los asesinados de ETA a los que este gobierno traiciona pactando con Bildu".
Pero las caceroladas de Sevilla y toda España, vienen acompañadas de una pregunta que oímos entre los espectadores de las ruidosas manifestaciones:
"¿Por qué ellos pueden manifestarse y el resto cumplimos las normas de seguridad?"
Solo hay que acercarse a algunos veladores por los que atraviesan los manifestantes para encontrar el malestar. Las caceroladas, difícilmente cumplen, a pesar de las indicaciones de las convocatorias por redes sociales, con las distancias de seguridad. Además, no cuenta con permiso de la Subdelegación de Gobierno, por lo que no hay medidas explícitas ni recorridos previamente autorizados y a medida que avanzan, alteran el tráfico de la ciudad.
Como manifestante, Ana Mª aclara que simplemente está saliendo a las 20 horas, la hora de hacer deporte, con su bandera y con otro grupo de personas que opinan igual que ella: "¿Eso también está prohibido?, igual que no pido permiso para sacar al perro o ir al supermercado, ¿tenemos que pedir permiso para esto?".
"Es mentira que estemos ante un movimiento espontaneo porque hay constancia de una organización, y eso contraviene el ordenamiento jurídico", responde el abogado Luis Ocaña a esta situación. "Por un lado, omite el trámite preceptivo de comunicar a la Subdelegación del Gobierno, saltándose la Ley de Seguridad Ciudadana y por otro, está el delito de poner en riesgo la salud de los ciudadanos, tipificado en el artículo 513.2 del Código Penal".
Desde Subdelegación del Gobierno de Sevilla, explican que, al no recibir una convocatoria, las caceroladas se consideran un movimiento espontáneo, a pesar de las llamadas e instrucciones que hay en la red. La gestión de las concentraciones, compete por lo tanto a Policía Nacional, pero desde las dependencias de la capital andaluza, los uniformados aclaran a Sputnik que todo lo referente a estas concentraciones se gestiona desde el Ministerio de Interior, y cuando cuestionamos sobre la magnitud de estas concentraciones y los riesgos sanitarios que acarrean, Interior aclara que "no tienen datos al respecto".
Eso sí, el Fiscal del Supremo, Pedro Crespo, acaba de advertir a los Fiscales de lo contencioso administrativo que el estado de alarma "no constituye justificación jurídica apta y suficiente" para prohibir manifestaciones, e insta a los responsables a analizar caso a caso en aras de proteger la salud. La limitación del derecho de manifestación debe estar fundamentada para el Ministerio en datos objetivos, recordando que la desescalada implica más flexibilidad de movimientos.
Sin unas normas de juego claras, dependiendo del lugar de concentración y la situación de desescalada de cada ciudad, es hora de seguir encomiándonos a la curva. En las calles, mientras tanto, la crispación y la polarización sí siguen aumentando su curva.