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Cuarentena en alta mar: la familia que optó por burlar al coronavirus en su velero

© Foto : archivo personal Juan Manuel Dordal y Constanza CollEl hijo Ulises
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RÍO DE JANEIRO (Sputnik) — Hay mil maneras de lidiar con el confinamiento que impone el coronavirus y la mayoría pasan por encerrarse entre cuatro paredes: no es el caso de una intrépida familia argentina a la que la pandemia mundial pilló viajando en velero y que ahora espera a que pase el temporal en las aguas de Río de Janeiro.

Juan Manuel Dordal, su pareja Constanza Coll, "Coni", y el hijo de ambos, Ulises, de cuatro años, forman una familia marinera con la clásica historia de "lo dejé todo y cambié de vida". Los dos cambiaron sus trabajos estables (él psicólogo, ella periodista) y su apartamento en Buenos Aires por una vida a bordo de un pequeño velero.

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La embarcación tiene apenas 11 metros y cuenta con lo mínimo para sobrevivir ("no tenemos heladera, cocinamos lo que pescamos", dirán a Sputnik), pero esta familia, acostumbrada a ver el horizonte del mar cada mañana, dice no saber lo que es la claustrofobia.

"Nos sentimos súper seguros en el barco, y todo esto reafirma la postura que siempre tuvimos (…) yo lo que tengo es miedo cada vez que desembarcamos, porque los autos pasan muy rápido o por si te roban… Mi temor es ese. En el mar nos sentimos protegidos, aquí no hay coronavirus", cuenta orgulloso el hombre a Sputnik.

El obligado confinamiento lo pasan amarrados frente a la playa de Urca, en Río de Janeiro, a los pies del famoso Pan de Azúcar. Con ese paisaje de fondo, las horas pasan rápido: clases por la mañana para Ulises, sesiones de yoga al sol y alguna escapada de vez en cuando en alta mar por la exuberante costa de Río (de momento, las restricciones de movimientos no afectan a los barcos).

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Se agranda la familia

 La calma con la que sobrellevan el día a día se romperá dentro de poco, pero por una buena causa. Coni está embarazada, y dará a luz dentro de dos semanas. ¿Pensando en volver a Buenos Aires? Ni locos. La niña que esperan, que se llamará Renata, nacerá en tierras brasileñas.

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En un principio la niña iba a nacer en un hospital de Angra dos Reis, una ciudad al sur de Río que es la puerta de entrada a Ilha Grande, un parque de naturaleza virgen en el que la familia pasó los últimos meses, "recogiendo agua de las cascadas" y disfrutando de unas playas vacías "como si fuera la Polinesia en los años 50".

La isla, ya de por sí muy bien conservada, estaba vacía de turistas debido al efecto coronavirus, pero el dichoso SARS-CoV-2 también acabó echando por tierra los planes para que Renata naciera en el paraíso.

"Nos llegó la noticia de que el hospital maternal, por decreto de urgencia, se iba a transformar en un centro exclusivo para el coronavirus, y que trasladaban a todas las madres a un hospital general. No nos gustó ese esquema, así que con Coni embarazada de ocho meses navegamos 14 horas hasta Río", comenta Juan Manuel.

Ahora ya lo tienen todo listo: Renata nacerá en una clínica privada de Niteroi, la ciudad que se encuentra al otro lado de la bahía de Guanabara, frente a Río. Luego, la niña, sus padres y su hermano pasarán unos meses en la "Ciudad Maravillosa", antes de regresar de nuevo a la paradisiaca Ilha Grande. El coronavirus no suena en ningún momento como un impedimento.

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"Primero nos alertaban del zika, luego del coronavirus, ahora que si (el presidente de Brasil, Jair) Bolsonaro y que si hay muchas muertes y muchos enfermos…pero nosotros no pensamos dejar esta vida, al contrario", remarca Juan Manuel.

De momento, esta familia de nómadas de alta mar se mantiene con lo que gana dejando parte de su espacio a los curiosos que quieran pasar unos días en el barco.

A través de su cuenta de Instagram, @el_barco_amarillo, dicen haber conocido a personas que luego se han convertido en amigos y que en estos momentos de pandemia y embarazo incluso les han ofrecido pasar unos días en sus apartamentos en Río. La respuesta, como es de esperar, suele ser siempre la misma: "Muchas gracias, pero no".

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